En este sentido, la publicación del informe provoca una reacción inmediata en los órganos de decisión políticos. Para la consejería de educación de la Comunidad de Madrid, por ejemplo, la estrategia consiste en aumentar una hora lectiva semanal las asignaturas de lengua y literatura y matemáticas, con la finalidad de mejorar el rendimiento en estas competencias y, aunque no se diga explícitamente, mejorar los resultados en las comparativas.
Pero, ¿es esta la línea a seguir? Para algunos expertos, existen nuevas formas de enseñar y aprender basadas en otros principios y con objetivos diferentes. Una de ellas es la denominada educación lenta, una propuesta educativa a la que hemos querido dedicar nuestro último monográfico.
¿Qué es la educación lenta?
La educación lenta es un movimiento pedagógico surgido en 2002 que propone desacelerar los ritmos educativos para adaptarlos a los ritmos de aprendizaje del alumnado. La educación lenta tiene en cuenta los resultados, pero también el proceso y se enmarca dentro de una forma de entender la vida. En este sentido, los ritmos de aprendizaje pueden tener vinculación con los siguientes factores: edad, madurez psicológica, motivación, preparación previa, dominio cognitivo de estrategias, uso de inteligencias múltiples, etc.
Según Joan Domènech, autor del libro "Elogio de la educación lenta", se trata de una propuesta para adecuar el tiempo escolar y el tiempo educativo no escolar a estos principios de calidad, de educación para la comprensión, etc. Se opone a una concepción cuantitativa y mercantilista de la educación en la que mucho y rápido son sinónimos de mejor, cuando lo que nos ofrece es superficialidad y aprendizajes efímeros.
Precisamente, los partidarios de la educación lenta reclaman perder el miedo a los resultados de los informes y valorar nuevos aspectos que también son indicadores de la calidad educativa, como el desarrollo personal del alumnado. Para Taíssa Queizán, profesora de los Grados en Educación Infantil y Primaria de la Universidad Francisco de Vitoria, la educación lenta supone una reivindicación necesaria en la que el niño es el centro y no hay una perversión del concepto de escuela. La escuela surge para formar al niño, se plantea como un medio facilitador de un fin. La clave para lograrlo es tomar el control del tiempo, en lugar de someterse a él.
¿Cómo se trabaja la educación lenta?
Quizás la principal dificultad a la que deben hacer frente los partidarios de la educación lenta es el sistema educativo y sus herramientas para cuantificar la educación. Actualmente, los resultados académicos y los instrumentos que los miden (notas, exámenes, deberes…) son fundamentales para determinar el éxito o fracaso de la educación. Así pues, ¿cómo se enmarca la educación lenta en este contexto? Joan Domenech afirma que en determinados aspectos del currículo actual ya existen algunas de las ideas que nosotros intentamos desarrollar. Cuando se habla de currículo competencial, de flexibilidad y de autonomía... ya hacen referencia a formas de entender la educación que nos pueden acercar a la idea de educación lenta.
Aprovechando los resquicios de flexibilidad que permite el currículum los expertos señalan algunas propuestas educativas que permiten acercarse a la educación lenta:
- En primer lugar, es fundamental analizar el ritmo de aprendizaje del alumnado. ¿Todo el mundo tiene tiempo para terminar las tareas? ¿Por qué no se terminan las actividades? ¿Se pueden plantear de otra forma?
- Fomentar el aprendizaje colaborativo: el alumnado trabaja en grupo interactuando, ayudándose y favoreciendo la comunicación.
- Trabajar la creatividad y el descubrimiento: el proceso debería ser tan importante como el resultado.
- Argumentar, reflexionar, escuchar, debatir: son aspectos fundamentales para adquirir conocimientos. Resulta muy útil buscar actividades que permitan trabajar estos aspectos.
- No penalizar el error: Joan Domènech en su libro "Elogio de la Educación Lenta"1 considera positivo organizar actividades que permitan al alumnado asumir el error como parte del proceso de aprendizaje.
- Replantear rutinas innecesarias: la escuela dedica mucho tiempo a aprender hábitos de comportamiento y control. Para Joan Domènech es recomendable dejar solo aquellas tareas imprescindibles y eliminar las más repetitivas y mecánicas.
- Crear mecanismos de participación del alumnado en la priorización de las tareas a realizar. Joan Domènech considera que la implicación es clave para ganar motivación.
- Evaluar de forma diversa: buscar alternativas a la cuantificación de resultados, facilitando la evaluación del proceso.
- Trabajar la concentración del alumnado: Joan Domènech propone realizar actividades únicas (lectura, resolución de un problema, expresión…) para facilitar que el alumnado focalice su atención.
- Crear huertos escolares: esta propuesta concreta es muy efectiva para ralentizar el ritmo, ya que el ritmo del crecimiento de frutas y verduras es lento.
Por último, cabe destacar que los principios de la educación lenta deben empezar por aplicarse en casa. Para Carl Honoré, impulsor del Slow Movement y autor del libro "Elogio de la lentitud"2 la educación lenta empieza en casa. (…) Los padres pueden dar forma al uso de su tiempo, mostrarles el valor del silencio y de la reflexión, enseñarles el arte de la paciencia.
Notas al pie:
1.- Domènech Francesch, J. (2009). Elogio de la Educación Lenta. Ed. Graó.
2.- Honoré, C. (2004). Elogio de la Lentitud: un movimiento mundial desafía el culto a la velocidad. RBA Libros.