Por un lado, existe una globalización de la economía con un fuerte impacto de las nuevas tecnologías, que da como consecuencia el incremento de formas hasta ahora minoritarias de trabajo, como el trabajo a distancia con soporte informático. Esto establece la necesidad de aportar competencias en el ámbito digital e idiomático.
Por otro lado, existen unas tasas muy elevadas de desempleo, con índices diferenciales por sectores de población, siendo mayores en jóvenes y mujeres. Al mismo tiempo los niveles de formación requeridos a los candidatos a un puesto de trabajo son más altos y especializados, complementándose con competencias hasta ahora no exigidas.
Por último, existe un incremento y predominancia del sector servicios en el marco de la actividad económica. Dicho sector tiene una clara orientación al cliente, con lo que precisa de habilidades sociales vinculadas a la inteligencia emocional, cuya finalidad última es la satisfacción y fidelización del cliente.
Con todo ello, el mundo empresarial demanda de sus futuros profesionales competencias profesionales orientadas a la flexibilidad y adaptabilidad en el puesto de trabajo en un mundo cada vez más cambiante e impredecible, en el marco de un mercado laboral cambiante cada vez más abierto a la internacionalización, que requiere de mayores y más rápidos procesos de adaptación.
Los centros de formación profesional tenemos que responder a estas demandas con el diseño de estrategias de trabajo y habilidades personales y sociales asociadas al empleo de carácter innovador.
Para poder adaptarnos a estas demandas precisamos partir de un conocimiento y análisis previo de las mismas. De esta manera y, fruto de nuestra experiencia en el campo de la Formación Profesional, podemos concretar que las competencias personales y sociales asociadas a realizaciones profesionales que las empresas están demandando, en estos momentos, de los candidatos comprenden:
- la capacidad de trabajo en equipo, aportando todo su potencial para el logro de los objetivos.
- la organización y planificación eficiente del trabajo.
- el liderazgo en equipos de trabajo, logrando mayores rendimientos y un buen clima de trabajo.
- el sentido de la responsabilidad sobre el trabajo, materiales y recursos asignados.
- una conducta adecuada a la ética y a un sistema de valores próximo al ideario de la empresa.
- la iniciativa profesional y la capacidad para la toma de decisiones.
- la motivación intrínseca hacia el trabajo.
- las habilidades sociales en relaciones interpersonales.
- la competencia comunicativa en idiomas extranjeros.
- la resolución autónoma de situaciones críticas o conflictivas, ofreciendo la respuesta más adecuada en cada caso.
- la mejora de procesos y productos a través de ideas creativas o innovadoras.
- la orientación al cliente de la actividad y la fidelización del mismo.
- la capacidad de negociación y habilidades comunicativas de carácter funcional.
- la gestión del cambio a través de la adaptabilidad, flexibilidad y polivalencia.
- la competencia digital asociada a la comunicación 2.0
Este valor añadido a la formación que se proporciona desde el centro formativo tiene repercusiones durante el proceso de capacitación profesional. De esta manera, al percibirse con un valor añadido los niveles intrínsecos de motivación aumentan incrementando el nivel de competencia autopercibido. Dichos procesos se producen en el intrapsicológico y se ve reforzado en el interpsicológico, influyendo notablemente en el esfuerzo y la dedicación al estudio, con lo que se propician mayores niveles de competencia profesional en todos los módulos formativos. Esto, a su vez, mejora la imagen autopercibida, incrementando los valores de autonomía e iniciativa.