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¿Para qué sirven los rankings?

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António Augusto Baptista Rodrigues. Doctorado en Dirección de Empresas y Gestión de Marketing. Docente e investigador en el Instituto Superior Autónomo de Estudos Politécnicos (IPA) y en el Instituto Superior de Educação e Ciências (ISEC). (Lisboa - Portugal)
La literatura sobre calidad en la educación superior desarrolla conceptualizaciones muy diversas dejando en evidencia que es un constructo complejo, dinámico, multidimensional, que se suele definir por aspectos que faltan o son deficitarios más que por atributos positivos.

De otra parte, los rankings están masificados en el sector de la educación superior y podemos efectivamente discutirlos, porque no hay una única dimensión que permita hacer una interpretación padrón para todas las universidades.

Por otro lado, las universidades esperan ver la posición de su universidad en los mejores niveles independientemente de la discusión de los presupuestos técnicos en que se basó la construcción de los rankings y también, ciertamente, los estudiantes buscan la institución que es más visible en el ranking con una asociación inmediata de que, lo que está en los primeros corresponde a lo mejor.

De una perspectiva de marketing, tal como señala Oplatka (2009)1, para una institución no es suficiente con ser eficaz, es necesario también transmitir una imagen creíble para los estudiantes y stakeholders. ¿Podrán los rankings contribuir a proyectar una imagen favorable de las instituciones?

Decisiones con respecto a qué Universidad será la que se ocupe de su formación y desarrollo, o desde otro punto de vista como orientación para los empresarios a la hora de la búsqueda de graduados o pos graduados.

Hacer benchmarking entre las universidades con una herramienta basada en criterios discutibles y en aspectos tan diferentes de país para país y de universidad a universidad, es un procedimiento arriesgado y con uno alto grado de variabilidad.

En su informe de 2007, el Banco Mundial señala que las clasificaciones de ámbito internacional suponen un contrasentido y carecen de toda lógica, dadas las grandísimas diferencias que existen entre las características de los sistemas universitarios (coyunturales y estructurales) y los contextos sociales y culturales de cada uno de ellos.

Sin embargo, los rankings están ahí y su influencia es discutible. Los marketeers aprovechan la oportunidad del posicionamiento de la institución en el ranking para hacer campañas en que la "marca" de un ranking da credibilidad y atrae los estudiantes. Se trata de aprovechar un producto final, el ranking, en la promoción de asociaciones positivas en la mente de los variados públicos.

Las universidades no pueden reducirse únicamente a los proveedores de conocimiento. Sus responsables deben entender que los estudiantes están preocupados con su inserción en el mercado de trabajo y con la imagen proyectada. Los estudiantes no son neutrales en relación a los rankings y intuitivamente prefieren las instituciones mejor posicionadas independientemente si la calidad es en realidad aquella que existe. La confianza en los rankings y en toda la información que es global conlleva a un consenso tácito sin discusión.
Formar parte de un ranking puede forzar las instituciones a hacer una reflexión actual y futura sobre el rumbo de sus actividades por un lado y, por otro lado, ayudar a que todos los esfuerzos van ser direccionados en mejorar su posición en el ranking.

Los rankings son variados y ninguna institución está inmune a sus efectos, por eso secundarizarlos en un mundo abierto como es lo actual, no va conferir una ventaja diferenciadora y perdurable en el tiempo a las universidades.

Nota al pie:

1.- Oplatka, I. (2009).Marketing the university:the subjective perceptions of Israeli academics of their role in attracting new students to their institution. Journal of Higher Education Policy and Management,31(3),pp.207-217.
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