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Cómo aprender lenguas en línea

Artículo de opinión

  • 25/09/2013

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Ferran Ferrando Melià. Director de la Escuela de Lenguas de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC)
Ha llovido bastante desde que, hace ya casi medio siglo, nació la enseñanza de lenguas asistida por ordenador. Hoy en día, gracias a Internet y a las nuevas tecnologías, se han multiplicado las posibilidades de conocer lenguas y culturas extranjeras. No hay universidad que no disponga de un centro de autoaprendizaje o de alguna oferta semipresencial o totalmente en línea y las Escuelas Oficiales de Idiomas han incorporado cursos virtuales en su portafolio. Fuera de las aulas, las oportunidades de practicar y aprender son infinitas y abarcan desde cursos con ejercicios interactivos y reconocimiento de voz hasta aplicaciones que permiten practicar vocabulario o fonética. Todas estas propuestas compiten con comunidades en línea para el aprendizaje de lenguas y con empresas que facilitan profesores nativos que imparten clases particulares las 24 horas del día por videoconferencia.

Este panorama, tan inabarcable como volátil, deja patente que, más que una metodología, la enseñanza de lenguas en línea es un mundo paralelo al presencial que supone un desafío para cualquiera que desee lanzarse a aprender lenguas por Internet. Aún así, la persona que quiera estudiar una lengua con flexibilidad horaria e independientemente de dónde se encuentre, se podrá ver compensada si al emprender esta aventura tiene en cuenta algunos puntos que mencionaremos más abajo.

Si en los primeros años de Internet el estudio de lenguas se limitaba a practicar la comprensión lectora y la expresión escrita, destrezas a las que luego se añadió la comprensión oral, la explosión de las redes sociales y la popularización de herramientas para conferencias telemáticas han hecho que hoy podamos practicar sin problema la expresión y la interacción oral en las clases virtuales.

Los que alegan que, al no haber unidad de espacio (ni de tiempo en el caso de las clases asíncronas) la comunicación es necesariamente incompleta, han de tener en cuenta que, gracias al carácter social de Internet, las aulas virtuales permiten una interacción más auténtica que la que tiene lugar en las aulas presenciales. Otra ventaja del aprendizaje de lenguas en línea es que ofrece acceso directo a infinidad de recursos, que convierten la red en un complemento enriquecedor y motivador. En el mejor de los casos, dichos cursos pueden devenir el punto de partida de una experiencia de aprendizaje que incluye películas subtituladas igual que animaciones de fonética y videotutoriales de gramática.

En ese sentido, podemos afirmar que la enseñanza virtual dispone hoy de todos los medios para realizar una docencia que, con otras fortalezas y debilidades, puede dar resultados equivalentes a los de la enseñanza presencial. Por supuesto, la diferencia entre los dos tipos de formación tiene consecuencias para los centros que ofrecen cursos en línea, pues de la misma manera que tiene poco interés convertir un curso presencial en uno virtual (con alumnos surfeando cada uno por su cuenta por Internet, por ejemplo), un curso virtual debe ser más que un curso presencial llevado a Internet. Sin duda, no se obtendrán los resultados deseados trasladando simplemente materiales, programas y profesores al aula virtual.

Por lo tanto, la persona que considere la posibilidad de formarse en línea deberá en primer lugar asegurarse de que la institución tenga experiencia en e-learning y disponga de una metodología específica, además de contar con profesores formados para la enseñanza virtual.

En segundo lugar, para dar con la propuesta formativa adecuada, el futuro estudiante deberá reflexionar acerca de su estilo de aprendizaje: Las actividades autoformativas, que abundan en Internet, ofrecen la máxima flexibilidad, pero exigen que el estudiante sepa elaborar su propio plan de aprendizaje, además de ser constante y disciplinado. A diferencia de éstas, los cursos virtuales disponen de un profesor como guía. También ofrecen mucha flexibilidad, sobre todo si son asíncronos, pero exigen disciplina y una buena gestión del tiempo. Finalmente, las propuestas que combinan trabajo en línea con sesiones presenciales pueden ser interesantes para personas que necesitan las clases presenciales para obligarse a seguir el curso. En ese sentido, de no ser que el estudiante haya identificado alguna necesidad específica que pudiera cubrir con una determinada actividad autoformativa o mediante aprendizaje informal, la recomendación por defecto es un curso en un aula virtual.

Ciñéndonos a este ámbito de los cursos con aula, conviene destacar en tercer lugar la importancia del currículo y, más general, de la organización de la oferta, donde los criterios deben ser los mismos que para la enseñanza presencial: Un centro serio tendrá su portafolio equiparado al Marco Común Europeo de Referencia para las lenguas (MCER), el principal estándar internacional para la descripción de competencias en lenguas extranjeras. Para permitir que el estudiante contraste la propuesta con sus propios intereses, publicará asimismo el programa y los objetivos de cada uno de sus cursos.

En cuarto lugar, y a diferencia de la enseñanza tradicional, que aspiraba a transmitir conocimientos sobre la lengua, el Marco Común estipula que el objetivo debe ser formar ciudadanos capaces de usar la lengua estudiada para comunicarse en situaciones reales. Esta idea de enseñar competencias y no sólo conocimientos no siempre es llevada a la práctica. A pesar de que Internet es el medio interactivo por antonomasia, en ocasiones persiste – en la enseñanza virtual tanto como en la presencial – la tentación de situar al profesor en el centro del proceso en vez de dar todo el protagonismo al estudiante. Para que éste logre sus objetivos es, pues, de especial importancia que conozca la metodología del curso y su concreción en el aula.

Como quinto aspecto, el curso debería enlazar convenientemente diferentes componentes de ínput (textos escritos, audios, explicaciones gramaticales, etc.) y output (ejercicios y actividades de diversa índole). Sin duda, la combinación de tareas individuales, en parejas o pequeños grupos y con el conjunto de la clase es la mejor manera de conseguir que el aula se convierta en un espacio de comunicación no sólo entre profesor y alumno, sino sobre todo entre los alumnos. Además de motivar, el trabajo colaborativo proporciona numerosas oportunidades para practicar la lengua, por lo cual un curso donde los compañeros comparten el aprendizaje presenta, de entrada, una importante ventaja. Como consecuencia, una de las principales tareas del profesor virtual debe ser la de crear una dinámica que permita que los alumnos se relacionen en la lengua meta y que puedan aplicar, verificar y consolidar lo aprendido.

En sexto lugar, referente al tipo de recursos que se usen en las clases, tanto si se trata de textos escritos como de audios, vídeos o simulaciones, por ejemplo, es importante que reflejen modelos existentes en la sociedad cuya lengua se aprende, aunque pueden haber sido adaptados al nivel del grupo. El alumno se verá así preparado para comunicarse con hablantes de la lengua meta y estará familiarizado con la dimensión sociocultural y pragmática de la lengua en cuestión.

Así pues, el estudiante exigente deberá verificar que el curso de su interés le ofrece suficientes oportunidades para adquirir las competencias lingüísticas y comunicativas. Si, al contrario, se trata de un curso que se limita a facilitarle información sobre la lengua siguiendo el método gramática-traducción inventado en el siglo XVIII para enseñar latín y griego, éste no tendrá más interés que un curso de autoaprendizaje, por mucho que se complemente con ejercicios corregidos por un profesor.
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