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¿Qué sigue aportando la formación presencial? Experiencias tras 13 años del Máster en Tabaquismo

Artículo de opinión


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F. Javier Ayesta y Miriam Rodríguez Castro. Responsables de dirección del Máster en Tabaquismo de la Universidad de Cantabria
Si os dan papel pautado,
escribid por el otro lado.

Con estas versos de Juan Ramón Jiménez comienza Fahrenheit 451, distopía futurista escrita por Ray Bradbury en 1953, en la que se describe la mentalidad acrítica de quienes viven en un mundo dominado por los medios de comunicación audiovisual tras haber sido destruidos los libros (451º F es la temperatura a la que arde el papel).

Aprendizaje es algo más que recibir instrucción o pautas profesionales de actuación (…escribid por el otro lado); esto es algo especialmente aplicable al posgrado. En el campo del tabaquismo -probablemente esto sea extensible a otras áreas- formación se ajusta mejor a la idea de "dar forma", de proporcionar una perspectiva, de dotar de herramientas que posibiliten un análisis más adecuado de la realidad circundante. Todo ello -al menos en ciencias de la salud- con el fin de poder interactuar con esa realidad, de tratar (en ambos sentidos del término) a nuestros pacientes.

La razón de ser de toda actividad formativa es el aprendizaje de aquellas personas a las que ésta se dirige. Sin aprendizaje, no hay formación. Dado que todo aprendizaje es personal, la metodología docente está encaminada a facilitar ese aprendizaje personal. Esto hace que conocer y afrontar los obstáculos concretos que dificultan el aprendizaje es tan clave como clarificar los contenidos a transmitir o a evaluar.

La dicotomía "presencial/on-line" no es real. El estudio y la profundización, siempre imprescindibles, son personales. A la hora de aprender las personas siempre han utilizado las tecnologías disponibles en su momento. Es indudable que gran parte de lo que hasta hace poco era presencial puede reconducirse, de manera que posibilite un empleo más eficiente del tiempo y de los esfuerzos personales. Más que una dicotomía, las diferencias fundamentales residirían en según la mayor o menor interacción personal -entre docentes y discentes y entre discentes entre sí- en las diversas modalidades formativas.

Frente a los sistemas presenciales, la estructuración on-line de la enseñanza permite personalizar el ritmo del aprendizaje, ya que no establece unos horarios marcados ni unos periodos de estudio, y supone un ahorro de costes personales y económicos, ya que limita los desplazamientos de todas las personas implicadas en el proceso de aprendizaje.

Las limitaciones más relevantes de la enseñanza on-line derivan fundamentalmente de la menor interacción personal (poca con los docentes y prácticamente nula con el resto del alumnado), del hecho de que la comunicación habitualmente se reduzca a la verbal escrita y de la relativa ausencia de feed-back de los procesos de aprendizaje, problemas que también pueden aparecer -de hecho, aparecen- en la enseñanza presencial.

Estas circunstancias dificultan el entrenamiento en bastantes de las cualidades que se necesitan para la atención clínica. Además de facilitar la adquisición de aptitudes, la interacción directa con otros profesionales -docentes o discentes- posibilita y potencia la tarea mucho más individual (personal) e importante de conseguir un cambio de actitudes. Para ello suele ser necesaria una ayuda crítica que permita reconocer y eliminar errores y obstáculos, algo para lo que se requiere un clima afectivo o emocional con cierta empatía.

La interacción personal aumenta también las posibilidades de discutir en profundidad los dilemas y dificultades de la práctica habitual, enriqueciéndola con experiencias diferenciadas y pluralidad de perspectivas, permitiendo por ello un ejercicio más crítico de cómo se desarrolla la tarea docente. Adicionalmente, una menor retro-alimentación puede facilitar la perpetuación de los diversos sesgos de percepción y de intereses.

Independientemente del formato, no debe olvidarse nunca que todo aprendizaje es un proceso de asimilación que conlleva coste y esfuerzo. No todos los factores que ahorran éstos facilitan necesariamente el aprendizaje. Eficiencia no es meramente ahorro de recursos (personas, tiempo o dinero), sino rendimiento obtenido con los recursos empleados; determinados ahorros de recursos conllevan un malgasto de los mismos.

Hace 20 siglos el poeta latino Juvenal afirmó algo que sigue vigente hoy en día: "todo el mundo desea saber, pero son muy pocos los que están dispuestos a pagar el precio" (Nosse velint omnes, mercedem solvere nemo). En una sociedad como la nuestra, que tiende a sobrevalorar las soluciones rápidas, no todo el mundo se manifiesta dispuesto a pagar el coste personal que conlleva un proceso de aprendizaje: formación implica tiempo y dedicación, ya que ser un profesional -y no un amateur o un dilettante- requiere profundizar. Esto, aplicable a casi todos los campos, es paradigmático en el aprendizaje de idiomas por parte de la población adulta:

¿Quiere usted clases de inglés o aprender inglés? Si lo que quiere son clases, busque siempre lo más barato. Si lo que quiere es aprender de verdad mi idioma, entonces no mire nunca el precio. Busque la máxima calidad existente y, después, haga un examen de conciencia a fondo si está dispuesto a hacer el gran esfuerzo que encierra hacerse realmente con un idioma (Richard Vaughan, Si quieres, puedes, 2008).

Dos apuntes adicionales.

Al igual que en la atención clínica, en todo proceso formativo, tan importante como la comunicación verbal es la comunicación no verbal. Quienes son conscientes de esto, consideran imprescindible una cierta presencialidad para que pueda existir algo más que instrucción. Nuestra experiencia nos enseña que quienes tienden a minusvalorar la importancia de la comunicación no verbal en nuestras vidas tienden más también a identificar formación e instrucción y lógicamente a infravalorar la potencial relevancia del factor presencialidad.

Aunque pueda parecer paradójico la actualización de los contenidos suele ser menor en la formación on-line de posgrado que en la presencial, especialmente cuando existe un amplio cuerpo docente. Te piden un tema, te lo pagan y cinco años después ahí sigue sin que sepas más de él. Consideras que deberías actualizarlo -no ya por un nuevo pago (que también), sino más que nada por tu prestigio y por quienes han de ser formados-, pero nadie se pone en contacto contigo.

Nuestra experiencia nos lleva a concluir que, al igual que en otros campos profesionales, el contenido y la estructura de una actividad formativa -en tabaquismo en nuestro caso- es algo flexible que dependerá de los objetivos y/o expectativas marcados por ambas partes, docente y discente, algo que habrá que procurar hacer coincidir, y que a su vez dependen de:

1) las necesidades de aprendizaje de las personas -o las sociedades o instituciones en las que trabajan- a las que se dirige esa actividad; es decir, conocer las "realidades profesionales" del alumnado para poder adaptarse a ellas.

2) los conocimientos, habilidades y actitudes que previamente han desarrollado o adquirido previamente las personas que desean ser formadas. En tabaco, al igual que en otras realidades sociales o culturales, en posgrado nunca se parte de cero.

Por otro lado consideramos que en nuestro campo es absolutamente necesario un cierto grado –y no exiguo- de presencialidad.
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