Seguimos partiendo, en el enunciado mismo de la pregunta, de un tópico y prejuicio en el que situamos las artes en un plano diferente con respecto a otras disciplinas de la formación de la persona desde los inicios del proceso de aprendizaje. Si reconocemos que el juego, en la etapa infantil, es una actividad donde se desarrolla procesos de descubrimiento, conocimiento e integración de la persona en la sociedad y en el mundo, tendríamos que ver porqué no consideramos los juegos relacionados con la experiencia estética como principio para que pueden llegar a configurarse como una futura profesión. Es fácilmente reconocible que se dan juegos relacionados con profesiones donde el proceso de desarrollo de la persona integra conocimientos, roles y estructuras sociales; así identificamos, sin necesidad de justificación añadida, el que se reconozcan juegos relacionados con profesiones como maestro, médicos, policías, bomberos, enfermeras, etc. Pero en el caso de las artes todo parece tener que desarrollar una justificación que avale y legitime la decisión de dedicarse vocacionalmente y profesionalmente a una disciplina artística. Este tópico, no exento de prejuicio, viene de la situación de las artes en el panorama de las enseñanzas y en consecuencia del lugar que ocupa en el mundo profesional, donde no se hace fácilmente visible su aplicabilidad inmediata, lo que no debería presuponer una falta de valor.
Si bien es cierto que en la formación artística hay mucho de vocación, entendiendo esta vocación como el afecto que uno puede sentir hacia aquello que hace, produciéndole además de un determinado placer, un conocimiento del mundo en su generalidad y una expansión de sí mismo que posibilita una interrelación con su contexto, cabría preguntarse porqué queda relegado el punto de partida al hobby.
Hemos de iniciar esta reflexión partiendo de entender el arte, en su generalidad, como un modo de conocimiento que transversalmente interrelaciona y desarrolla muchas competencias, capacidades y habilidades de la persona. En ese sentido, es un proceso muy abierto capaz de integrar e interrelacionar factores y elementos cognitivos, sensoriales, emocionales, intelectuales, expresivos y comunicativos.
En la sociedad actual, de gran complejidad, y en lo que denominamos la tercera cultura dada por la transformación que las TIC (tecnologías de la información y la comunicación) están operando en los componentes y procesos sociales, vemos que hay una interrelación entre arte y tecnología que resulta fundamental comprender para adentrarnos en la realidad del momento y alejarnos, así, de un mito romántico aún imperante en nuestra sociedad. El arte tiene la particularidad de operar desde un saber que no es lineal, que no es directamente aplicable, que tiene que ver con lo emocional, con lo impreciso y la incertidumbre.
2.- Del hobby a la profesión
En el proceso, partiendo de esa primera atracción afectiva por descubrir el mundo, en el caso que me compete a través de las artes plásticas en sus muchas modalidades, se van incorporando otros elementos que el desarrollo y la formación de la persona requieren. Hay que posibilitar que las artes sean también un pilar esencial en la formación de la persona, tanto como lo pueda ser el lenguaje, las matemáticas o el conocimiento del medio. Así, a los primeros experimentos sensoriales, importantísimos en la niñez, hay que tener en cuenta que se va a ir sumando y complejizando con elementos nuevos de carácter cognitivos, emocionales, intelectuales, expresivos y comunicativos. Hay que entender que las artes tienen sus códigos como cualquier lenguaje y la información acumulada se estratifica en la obra artística; información que hay que saber ordenar para transmitir y hay que saber leer para recepcionarla y que se incorpore a nuestro proceso formativo-cultural como personas.
En consecuencia, la vocación primera de corte más afectiva, hay que alimentarla desde:
- el conocimiento de los lenguajes expresivos,
- el dominio de las técnicas constructivas del arte,
- la interrelación con el contexto y disciplinas de las que se nutre también el arte (historia, antropología, psicología, sociología, etc,) de ahí su carácter transversal;
- así como con el reto de intervenir en el mundo a través de la creación de proyectos, es decir, de la capacidad de proyectar, que no es otra cosa que arrojarse hacia delante en un intento de dar una visión y realizar una participación en el mundo desde la posición y el contexto en el que se encuentra cada uno. Esta sería la dimensión constructiva del arte y que incide directamente en la creación de patrimonio y la integración en los sistemas culturales.
Pasar de lo vocacional (hobby) a lo profesional, es decir, a aquello que uno es capaz de profesar, en el más amplio sentido de la palabra, supone la incorporación de una estructura de conocimiento, elaboración y comportamiento que tiene como consecuencia el desarrollo de una forma de mirar y ver el mundo, lo que conlleva también una forma de estar y construir imágenes y objetos con una información. La educación artística forma personas capaces de crear y generar contenidos mediante imágenes y objetos o eventos dentro del campo de las artes plásticas y visuales, pero no podemos olvidar que también se educa una sensibilidad como espectadores de la oferta cultural visual de nuestra cultura más contemporánea. En este sentido la pasión por una afición se va transformando, a medida que profundizamos en ella, en una profesión; de manera que a medida que conocemos una cosa la amamos y nos apasionamos más por ella.
En este sentido si reconocemos que el arte atiende a tres niveles desde el sujeto a su contexto, tenemos las claves para apuntar en la dirección adecuada de cara a la organización y estructuración de un proceso formativo que nos lleve del hobby a la profesión. Así los niveles serían:
- Subjetividad como afirmación de una singularidad capaz de intervenir y aportar nuevos significados al plano social.
- Patrimonial como afirmación de una identidad social que conlleva una gran carga de información y valores sociales.
- Cultural como transmisión de la manera simbólica de ver el mundo en las coordenadas de espacio-tiempo, que determinan y legan la manera de sentir y de pensar.
- La percepción y la sensibilidad, en el sentido de perfilar, seleccionar y organizar de manera autónoma y autodirigida la experiencia artística permitiendo agudizar e intensificar la percepción, lo emocional y la sensibilidad, así como la parte expresiva y comunicativa que tiene el arte e inherente a un sujeto sano psiquicamente. Educar la sensibilidad y el plano emocional sabiendo ver y sentir.
- Conocimiento y dominio técnico, encaminado a la organización material y estructural de la información, donde se hace posible aquello que se desea y donde el taller es el centro de la experimentación. El dominio y la práctica técnica son indispensables para una eficacia en la expresión, la comunicación y la transmisión del conocimiento. Educar la habilidad técnica y constructiva sabiendo hacer.
- Formación conceptual y sociocultural, encaminada a conocer el contexto, los valores culturales, las disciplinas afines con la que el arte ha de enfrentarse y dialogar continuamente, configurando una determinada manera de pensar y sentir epocal. Es un saber pensar y hacer pensar.
La dificultad para su definición y acotación, así como su no aplicabilidad inmediata, no pueden convertir el arte en una disciplina secundaria relegada al mero entretenimiento o a la expresividad del sujeto. La formación ha de ser integral para que el proceso formativo profesional llegue a culminar los objetivos de hacer con el arte sujetos creativos, críticos, integrados, responsables y participativos.