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Libre para saber elegir
Artículo de opinión
No me toca a mi enjuiciar los datos del desempleo juvenil y sus consecuencias sociales, aunque creo que son más importantes aquellas que afectan directamente al proyecto de vida de nuestros jóvenes recién graduados, por que romper sueños, siempre duele más que construirlos. La verdad es que hasta hace unos años, se les vendió la idea de que una titulación, con un máster, era el pasaporte al mundo laboral y eso ha sido una patraña más, propia de la inmensa demagogia política que sufrimos y, a menudo, también aireada por docentes, que confunden conocimiento, con educación o competencias y que no hacen otra cosa que confundir al personal.
Por eso me gustaría invitar a través de estas líneas, a caminar por el sendero de la reflexión libre en este tema y más con el ánimo de romper tabúes, que aspirar a la presunción de dar soluciones.
La primera verdad que debemos aceptar, es que el mundo empresarial no quiere gente que sólo sepa cosas (internet sabe más), tampoco quiere títulos ni másters esencialmente. Lo que necesita el mundo socio-económico es gente con ganas de "hacer cosas" capaz de ser "proactiva" y si es posible capacitada para resolver problemas y dar soluciones, para eso nos pagan y como es obvio, en la medida de que estas soluciones, aporte más valor añadido y por tanto sean más necesarios para un público concreto, existen más posibilidades de emplearse y trabajar.
Otra gran verdad, es que no todo el mundo puede mandar, ni dirigir, por el mero hecho de haberlo "estudiado". Se requiere sentirlo. El liderazgo, que no siempre es deseado, funciona por la afinidad, por tanto, son los demás los que te eligen, aunque seas nombrado por determinada cúpula jerárquica, o sea que hay que merecerlo y un MBA, por bueno que sea, no te hace mejor, sino más adecuado, a determinada corporación.
Y una más, relacionada con lo que nos ocupa, para mí y supongo que para Tucídides, que inventó la frase, hay una elección vital, "o descansas, o eres libre". Obviamente la primera opción, es para esta enorme pasividad que impera en una sociedad sobreprotegida, que teme el fracaso y que espera siempre que algo pase, para resolverle la vida, la otra posibilidad, más calvinista, es la felicidad y ello supone esfuerzo, perseverancia y actitud, por ello, tiene que ver, con la elección del tipo de estudios y carrera que más nos guste y si es posible que se corresponda con alguna habilidad natural, no puede imponerse a todo el mundo que se dedique a las nuevas tecnologías, la cirugía plástica, la logística, energías medioambientales, turismo etc. que son campos que generan empleo. Pero, en el momento en que vivimos, aspirar a vivir con dignidad del trabajo personal, tiene que ver con una visión objetiva de algunas profesiones, que funcionan más que otras, desde las más básicas, como alimentación, hostelería, la industria del ocio y residencial etc. sin perder de vista aquellos sectores emergentes vinculados a informática o I+D, pero esto sí, pensando a nivel global, el gran bazar es Internet y no hay fronteras.
La carrera debe dirigirnos hacia una profesión que nos haga más felices. Se supone que nuestro paso por la escuela o la universidad, debe servir para descubrirnos como podemos contribuir a mejorar nuestra vida y de paso la sociedad, haciendo algo útil, aprendemos a pensar, a organizarnos, a comunicarnos y si es posible a tomar decisiones. Naturalmente cuenta el talento personal, pero la base de conocimientos es circunstancial, porque al final, el carácter y el oficio, se modela por la experiencia y los errores, sólo se aprende practicando, en consecuencia deberíamos actuar como gente libre y al mismo tiempo abierta, pero sobre todo siendo flexibles y resilentes, vivimos tiempos líquidos y sobreviven mejor aquellos que saben adaptarse.
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