"¿Por qué da miedo cambiar? Porque eso supone pasar de una situación cómoda y predecible a otra desconocida. La mayoría de las personas sueñan con emprender cosas nuevas, pero no pasan a la acción, se quedan en el plano intelectual. ¿Cómo podemos realizar estos proyectos si seguimos apegados a lo familiar y convivimos con esta vieja personalidad? Para experimentar algo nuevo tenemos que arriesgar, dejar el territorio de lo predecible y entrar en el terreno de la incertidumbre." Joe Dispenza
Innovar en tiempos revueltos…
En la sociedad de los comienzos del siglo XXI, caracterizada como sociedad del conocimiento, la institución escolar no puede permanecer ajena a los ritmos del cambio actual, por lo que la innovación constituye una de sus principales y prioritarias tareas. Desde distintos ángulos y miradas, se incrementan las necesidades y demandas que requieren la urgente incorporación de innovaciones en su organización y funcionamiento educativo, para responder a las aspiraciones de los ciudadanos. De los recientes cambios sociales, culturales y técnicos se derivan múltiples consecuencias. En este sentido, cabe destacar las mutaciones en la vida familiar, así como los riesgos de un desarrollo económico y técnico incontrolado, además de las aspiraciones a un estado del bienestar creciente, que vierten sobre la institución escolar responsabilidades y problemas nuevos. Por poner algunos ejemplos, el casi 30% de fracaso escolar o el alto abandono, así como los cambios en la adolescencia y juventud afectan muy directamente al clima, cultura y salud de las instituciones escolares, particularmente en la etapa de secundaria.
Estudios recientes y expertos agentes del sector educativo acaban confirmando que las necesidades de cambio en las instituciones escolares y las innovaciones en los procedimientos de enseñanza en el aula provienen del propio entorno y del interior mismo de las escuelas. Del mismo modo, la institución escolar necesita acomodarse a una doble presión: desde el exterior se exige cada vez más y con más fuerza en las escuelas, al tiempo que su interior se hace más problemático y conflictivo. Por otra parte, las escuelas reclaman más autonomía, más recursos y más apoyo a la comunidad. Por su parte, los profesores demandan una mayor preparación inicial y continua, para afrontar con eficacia las nuevas circunstancias y ejercer su rol profesional de una manera más satisfactoria y estimulante, al mismo tiempo que de la forma más solvente posible.
Así mismo, y en el momento actual que nos ha tocado vivir en el que el término "crisis" todo lo inunda y empapa, el papel de la innovación se hace aún más relevante y necesario. En este sentido, interesante es conocer la interpretación que hacen desde oriente del término "crisis".
Uno no puede ya esperar a que pase algo diferente en su vida, si suele tener los mismos pensamientos, hace las mismas cosas y abraza las mismas emociones cada día. Aplicar esto en el ámbito educativo supone repensar y poner en juicio muchas de nuestras prácticas docentes en el aula. Y este es el primer peldaño hacia la innovación. |
En el alfabeto japonés -"kanji"- existe un ideograma para el término "crisis" que es la suma de dos "kanjis" que significan peligro y oportunidad. E insistimos que es interesante dicha reflexión que hacen
en Oriente sobre el término "crisis" dado que nos obliga a Occidente a mirar nuestro entorno de forma diferente y con mente bien abierta. Significa esto que lo que podemos percibir de entrada como algo negativo –un peligro- es a su vez también una oportunidad. Una oportunidad de cambio; una oportunidad de "muda"; una oportunidad para elevarnos y observar otros espacios que no habíamos explorado con anterioridad o que habíamos descartado con cierta facilidad. En definitiva, una posibilidad que este cambio conlleve una transformación muy profunda de actitud ante la vida y todo aquello que nos rodea. Y eso… también es la innovación: el hecho de no dar nada por sentado, experimentar, explorar y cuestionarlo todo, buscar nuevas respuestas y encontrar nuevas soluciones a problemas complejos. Quizás si pensáramos en ello, el concepto de "crisis" que albergamos en nuestra mente y que acostumbramos a darle un significado más negativo sería una verdadera "oportunidad" de transformación.
A partir de aquí, en las instituciones educativas debemos pensar y actuar de forma diferente, de cómo lo habíamos hecho hasta ahora, si queremos obtener resultados diferentes. Tratar pues la innovación desde perspectivas singulares o desde el aislamiento no tiene sentido, ni tampoco tiene sentido, por motivos obvios, emprender procesos de innovación que no acaban produciendo ningún cambio relevante en el centro o en la institución. Todo ello lleva a la necesaria estrategia de pensar de forma sistémica, es decir, pensar y operar hacia un propósito común, en una causa común, produciendo así una unión que resulta más que la suma de sus partes. Significa esto, en nuestro contexto educativo más inmediato, que debemos de ser capaces de detectar posibles flancos abiertos (problemas o conflictos) que habría que resolver y repensar conjuntamente; detectar posiciones muy avanzadas en algunas cuestiones educativas para ser capaces de transferirlas a otros centros o comunidades educativas, así como detectar, más allá de nuestra realidad, otras prácticas innovadoras que arrojan óptimos resultados y que perfectamente los podríamos adoptar.
"La misión de la escuela ya no es enseñar cosas. Eso lo hace mejor la TV o Internet… Debe ser el lugar donde los chicos aprendan a manejar y usar bien las nuevas tecnologías, donde se transmita un método de trabajo e investigación científica, se fomente el conocimiento crítico y se aprenda a cooperar y trabajar en equipo." Francesco Tonucci |
En resumen, las señales de hoy día nos exigen en el mundo educativo pensar en un modelo de innovación abierto, flexible, creativo, real y participativo. Bienvenida sea la "crisis" si podemos llevar a cabo transformaciones educativas que vengan de la mano de proyectos de innovación que sean transversales; proyectos que interpelen a nivel personal y que fomenten el trabajo en equipo y la complicidad con el otro; proyectos que generen sinergias con otros departamentos, áreas, claustros y centros; proyectos de naturaleza comunitaria y participativa donde todos tienen voz y voto para poder cambiar y modificar la realidad educativa, y proyectos que, en el fondo, permiten hacer realidad el sueño de trabajar en red y gestionar mejor el conocimiento en el ámbito educativo.