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Trabajo, vocación y compromiso

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Silvia Gabriela Vázquez. Psicopedagoga y docente de la Universidad de la Marina Mercante (Argentina). Miembro de la Junta Directiva de la Red Latinoamericana de Profesionales de la Orientación
"Un hombre que cultiva su jardín, como quería Voltaire. (…)/ El ceramista que premedita un color y una forma/ El tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada (…)/ Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo. (Jorge Luis Borges, "Los Justos", 1981)

Hemos escuchado más de una vez la parábola de los tres picapedreros. Tal como ellos, algunos vivencian su actividad laboral como un esfuerzo rutinario -o la toleran sin encontrarle demasiado sentido- mientras que otros la valoran como una tarea que luego de integrarse con la de sus pares permitirá construir algo realmente importante.

Una gran parte de los adultos que solicitan Reorientación vocacional/ ocupacional (ROV/O) trabajan para sobrevivir; sienten que están atados a un empleo –más o menos "seguro"- que no los satisface y deciden hacer algo para cambiar esa situación.

Afortunadamente, en el seguimiento de quienes han llevado a cabo estos procesos de ROV/O pude encontrarme con personas que han logrado dignificar su vida a partir de la ocupación -llevándola a cabo con responsabilidad y entusiasmo- como el jardinero, el ceramista o el tipógrafo a los que alude Borges en el poema citado.

Dado que el empleo cumple un irremplazable papel de "sostén", independientemente del pago percibido, algunos estudiosos del tema han comenzado a hablar de "salario emocional".

A través del trabajo obtenemos gratificaciones que le dan sentido a nuestras vidas: pertenencia, identidad, organización, autoconfianza, reconocimiento y autoestima…

El trabajo como pasaje a la adultez

"La actividad profesional brinda una satisfacción particular cuando ha sido elegida libremente"
(Freud, 1830)

Según Rodulfo (1992) la tarea simbólica fundamental de la adolescencia es "la metamorfosis de lo esencial del jugar infantil en trabajar adulto" y cuando ese pasaje no se lleva a cabo adecuadamente, se generan consecuencias indeseables como la seudo-adaptación o la indefinición en la "moratoria psicosocial".

Una persona que se ha visto obligado a mostrarse "madura" desde su adolescencia, apartando lo lúdico de sus precoces obligaciones laborales, vivirá  su labor como alienante. Llevada al extremo, esta actitud de pasividad o esfuerzo angustiante por sostener lo insostenible –cual piedra de Sísifo- puede desencadenar diferentes trastornos psicosomáticos.

Una consolidación parcialmente exitosa,  da lugar a progresivas pérdidas de interés en las actividades, mientras que quedarse en el hogar paterno, retrasando el ingreso al mundo laboral, suele ser otra consecuencia de un pasaje inadecuado del juego al trabajo.

Sólo quien ha comprendido la importancia de trabajar, sin perder la libertad de lo lúdico, disfrutará su empleo.

Acompañar a los adultos con procesos de ROV/O que no sólo recurran a los test, sino que se basen en el diálogo, la reflexión y el autoconocimiento, es un modo de prevenir una inserción laboral insatisfactoria.

Erikson (1950) le atribuyó a Freud la idea de tomar la capacidad de amar y trabajar como indicadores de salud mental. 

Mis consultantes me han demostrado que si además ese trabajo cotidiano responde a la propia vocación, es posible establecer con él un vínculo de compromiso saludable que redunda en una mejor calidad de vida personal y familiar.

Acerca de la plenitud en la tarea
"El hombre maduro necesita (…) la guía y el aliento de aquello que ha producido y que debe cuidar. La generatividad, entonces, es en esencia la preocupación por establecer y guiar a la nueva generación." (Erikson, 1963)
 
En mi tarea como orientadora vocacional/ocupacional suelo invitar a los consultantes a hacerse dos o tres preguntas, que considero esenciales:

¿Qué quiero lograr? Esto que estoy haciendo actualmente ¿me acerca en alguna medida a mi sueño? ¿Qué valor agrega lo que hago a la vida de los demás?

Las respuestas que cada uno pueda ir encontrando será el primer paso para reflexionar, establecer objetivos a corto o mediano plazo, evaluar e ir tomando decisiones.  Se trata de armar un proyecto de vida propio, conjugando estrategia, necesidad y pasión, sin perder de vista el sueño inicial.

Todos sabemos que no existen trabajos menos importantes que otros. Algunos son más silenciosos, pero si no fuera por ellos sería imposible que los más visibles relucieran. ¿Podría lucirse un cantante o un actor si quienes se encargan del sonido, la refrigeración, el vestuario y la limpieza no realizaran bien su labor?

Tal vez el gran secreto sea hallarle un sentido al trabajo que se tiene: ¿Qué valor agrega a mi vida y a la de los demás? Y si notamos que ese sentido es débil, que no nos alcanza o que no conseguimos apropiarnos del rol laboral que nos piden, comprometernos en la búsqueda (¿por qué no "la creación"?) de una ocupación más acorde con ese "fueguito", que algunos llamamos "entusiasmo" y otros VOCACIÓN…


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