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El gran dilema del emprendedor: ¿se hace o se nace?

Artículo de opinión


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Manuel Platero Jaime. Profesor de la Facultad de Ciencias Sociales y Director del Máster en Innovación de Negocio y Creación de Empresas en la Universidad Europea de Madrid
Definitivamente se puede afirmar que emprender es algo que se puede practicar, aprender y depurar. La edad en la que se practique es determinante para que su aprendizaje sea más o menos efectivo. El espíritu emprendedor es algo que se debiera fomentar desde que nacemos. Como casi todo en esta vida, a menor edad mayor facilidad para adquirir conocimientos y habilidades, por lo que fomentar el espíritu emprendedor en edades tempranas es esencial para que seamos más emprendedores cuando alcancemos la mayoría de edad. El colegio es el punto de partida para comenzar a moldear el ADN del emprendedor. Una práctica progresiva de las habilidades que rodean al emprendimiento a lo largo de la vida académica de los niños hará que cuando estos lleguen a la adolescencia hayan alcanzado ciertos valores que les permitirán enfrentarse de forma adecuada a la aventura de emprender. Esta es la base para contar con jóvenes universitarios dispuestos a embarcarse en dicha aventura. Una vez llegado a este punto la Universidad tiene mucho que decir, ya que consolidará el ADN del emprendedor de forma definitiva, y preparará al estudiante para la práctica efectiva del emprendimiento en su desarrollo personal y profesional.

La base educativa alimenta al perfil de las generaciones futuras. En culturas muy emprendedoras como la americana, los niños son los grandes protagonistas del espíritu emprendedor, aunque cualquier persona de cualquier edad tiene su papel en el ecosistema del emprendimiento. En mi última estancia de investigación en California pude observar que lo que vemos en las películas se cumple en la realidad. Niños vendiendo limonada en la puerta de sus casas, jóvenes creando empresas en plena adolescencia, mamás que deciden hacer una limpieza de "trastos" y organizan "garage sales" los sábados por la mañana, o pequeños que van vendiendo muérdago puerta por puerta los días previos a la Navidad, son parte de la realidad americana que he vivido a título personal.

Si a todo lo anterior le añadimos un contexto favorable en donde el error está conceptualizado como la antesala del acierto, obtendremos la fórmula mágica del espíritu emprendedor. En este sentido hay que destacar que no sólo educan los colegios y las universidades, sino que el entorno cultural es otro de los agentes que juegan un papel vital en la adopción de los valores necesarios para emprender, y en este sentido la sociedad debe aplaudir los fracasos como preludio de grandes éxitos. Sólo así estos últimos llegarán.

Dentro del sistema educativo, en España, cada vez son más los colegios que comienzan a llevar a cabo actividades que fomentan las habilidades necesarias para emprender. Las universidades han despertado del eterno letargo en el que vivían, para darse cuenta de que hay que apostar por fomentar el espíritu emprendedor entre sus estudiantes. Las nuevas generaciones de estudiantes universitarios optarán por desarrollar sus carreras en la empresa privada, y como alternativa a esta primera vía, están remplazando el perenne sueño de "ser funcionario" por la presente ilusión de "ser emprendedor". Cada vez son más los alumnos que al finalizar la clase se acercan al despacho y en lugar de pedirme consejo para ver qué oposiciones se pueden preparar, vienen a compartir conmigo una idea de negocio con una pasión digna de los genios del mañana. La preparación de unas oposiciones, cuando aún las había, significaba tener que realizar un sacrificio enorme en cuanto a tiempo y calidad de vida se refiere que por lo general suponía unos años de oscuridad que todo opositor quería borrar de su recuerdo a posteriori. Por el contrario, la creación de una empresa, el desarrollo de una idea se traduce en un éxtasis de pasión y emociones que colman el corazón y la mente del emprendedor. Poco a poco empezamos a asumir que deberíamos cambiar funcionarios ineficientes por emprendedores que mejoren el mundo en el que vivimos. Las nuevas generaciones están asumiendo este cambio y la Universidad está resultando vital para una digestión apropiada de esta transición. Así pues, cabe preguntarse cómo estas instituciones de educación superior pueden fomentar el espíritu emprendedor entre los jóvenes.

La Universidad lleva varios años trabajando en el fomento del emprendimiento y son diversos los planes de acción y diferentes las áreas desde donde se implementan dichos planes. Pero para que esta labor sea efectiva, resulta fundamental que el claustro disponga de formación específica para asimilar este nuevo concepto y saber cómo transmitirlo a los alumnos de forma óptima. Y facilitar al estudiante la posibilidad de conocer la opinión y experiencias de expertos internacionales en distintas áreas, a través de clases magistrales o píldoras de emprendimiento que llevan al alumno a adquirir ciertas habilidades y competencias que se requieren a la hora de emprender.

Por otro lado, las prácticas en empresas se complementan cada vez más con una amplia oferta en asesoramiento y formación sobre el desarrollo de ideas de negocio, creatividad y creación de empresas. La labor universitaria debe completarse con la organización de premios internos, becas y ayudas, charlas informales, mesas redondas y jornadas específicas en las que disfrutar de la pasión que significa ser emprendedor. Sin lugar a dudas, el espíritu emprendedor debe convertirse en uno de los pilares básicos de la Universidad y formar parte del nuevo ADN de sus estudiantes. Así es como la universidad del presente debe de preparar a las personas del futuro.

La educación es la base del mañana y en este sentido colegios y universidades deben ser los catalizadores del emprendimiento en las generaciones del futuro. Así pues el fomento del emprendimiento en los jóvenes pasa por cada una de las diferentes fases del proceso educativo, donde la universidad representa la fase de consolidación de las capacidades y habilidades que un emprendedor debe tener para llevar a cabo aportaciones que enriquezcan a nuestros semejantes y den lugar a una sociedad que vuelva a ilusionar a jóvenes y mayores. En emprender está la clave. Emprendamos esta aventura juntos y sentemos las bases de un futuro mejor.
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