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Prevenir el estrés laboral en el profesorado... un modo de proteger la vocación docente

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Silvia Gabriela Vázquez. Psicopedagoga. Directora de la Diplomatura Interdisciplinaria en Responsabilidad Social y Resiliencia en la Universidad de la Marina Mercante (Udemm) (Argentina)
Algunas evidencias…

"Sólo hay dos sectores cuyos profesionales influyen de una manera decisiva en cada uno de nosotros y éstos son los médicos y los maestros." (Andrel Maximov, 2010).

En el documento METAS EDUCATIVAS 2021 (firmado por los Ministros de Educación integrantes de la OEI) para el fortalecimiento de la profesión docente -entre otros importantes objetivos-  se lee un párrafo que nos hace reflexionar acerca de las múltiples demandas a las que se ven expuestos los educadores:

"La principal contradicción con la que se enfrentan los docentes es la que deriva del nuevo rol que se les exige pero sin que se altere su estatus profesional. Se les pide que sean competentes para dar una respuesta eficaz a la diversidad de los alumnos, que integren su enseñanza en los parámetros de la sociedad de la información, que sean capaces de interesar a sus alumnos, de orientarlos y de colaborar con las familias para que se impliquen en la acción educadora. Sin embargo, su formación, sus condiciones de trabajo, su valoración social y su desarrollo profesional se mantienen invariables en la mayoría de los casos."

Si tenemos en cuenta que el estrés laboral -al que aquí nos referiremos también como  "burnout" (Freudenberger, 1974)- surge a partir de las discrepancias entre las expectativas ideales del trabajador y los excesivos niveles de exigencia que encuentran en su trabajo cotidiano, comprenderemos por qué año a año aumenta el número de maestros con esta sintomatología.

A pesar de la imagen idealizada que se suele tener acerca de la labor en el aula, algunos especialistas coinciden en considerar a la docencia como "profesión de riesgo".

En los últimos 30 años, numerosos estudios han demostrado la relación entre el trabajo en instituciones educativas y diversos problemas de salud, abarcando afecciones tan diferentes como disfonías, úlceras estomacales, problemas de piel o trastornos de ansiedad.

El burnout conlleva fenómenos psicosomáticos, conductuales y emocionales que afectan negativamente la comunicación con los demás, así como la calidad del trabajo de quien lo padece.

Los principales síntomas son: el agotamiento ("Ya no doy más" es una de las frases que más se escucha en la sala de profesores), el escepticismo hacia la posibilidad de alcanzar resultados positivos en el trabajo y - junto con ello- la sensación de ineficacia.

Quienes nos dedicamos a la docencia, nos enfrentamos con innumerables retos: atender a la diversidad, hacer respetar las normas de disciplina, encontrar estrategias para ayudar a quienes presentan dificultades de aprendizaje, enseñar el valor del esfuerzo,  conquistar una convivencia saludable y seguir adelante a pesar de las frustraciones.

Las dificultades para dormir o los déficits en la atención suelen ser signos comunes de estrés.  Sin embargo, a medida que éste se agrava, puede aparecer desde cierto aislamiento, hasta tendencia a la automedicación y depresión.

Suficientes sospechas…

"Cada disco les recordaba (…) algo que debían hacer al día siguiente, muchos años antes, y que nunca hicieron por olvido" (Gabriel García Márquez, "El mar del tiempo perdido", 1961).

Teniendo en cuenta lo anterior, resulta indispensable detectar indicios como aburrimiento, dificultades para tomar decisiones, sentimientos de frustración, insatisfacción, irritabilidad, falta de concentración o de motivación -siempre que no formen parte de las características previas de personalidad- olvidos frecuentes y fatiga crónica.

Según Torres Santomé (1991), algunas de las características que aumentan la complejidad del trabajo áulico son: simultaneidad de acciones, inmediatez, multidimensionalidad de tareas  e imprevisibilidad; a esto se agrega la acumulación de labores rutinarias y el hecho de que todo lo que ocurre en el aula es –de algún modo- público.

Por otra parte, pueden surgir actitudes conflictivas entre los alumnos que –combinadas- contribuyan a elevar el nivel de estrés en el docente: Desde el desinterés, la falta de una escucha auténtica y la autocrítica insuficiente, hasta el negativismo, el autocontrol pobre, los comentarios francamente discriminatorios o las reacciones agresivas.

La principal causa de malestar, ausentismo (o, en casos extremos, el abandono de la profesión) parece ser el estrés laboral –también conocido como "Síndrome del Quemado" o "SQT"-  que padece aproximadamente un 35 % de los educadores.

Graciela Caprio (2011) establece una diferenciación entre el distrés y el burnout, definiendo a este último como "un déficit en el sentido" que requiere tratamiento profesional.

Los docentes afectados coinciden en describir su sintomatología como un estado de "cansancio permanente" que, poco a poco, va influyendo en todas  las experiencias subjetivas, como decisiones, actitudes y acciones.  Señalan además una "marcada pérdida de energía" (nivel somático), "desgano y amargura" (nivel psíquico) y, finalmente, "retraimiento, distancia emocional y sentimiento de vacío" (nivel existencial).

Es importante prestar la debida atención a ciertas señales de burnout que suelen pasar desapercibidas.

Una de ellas es la tendencia a asociar todo lo que se ve o escucha con alguna tarea que se debería estar haciendo en ese preciso momento.

A quienes lo padecen, el epígrafe de G.G. Márquez que encabeza este apartado,  les resultaría familiar, ya que todo les hace recordar "algo que debían hacer al día siguiente, muchos años antes, y que nunca hicieron por olvido".

Al estado de alerta constante se suma la molesta sensación de estar "perdiendo el tiempo" que tiende a hacerse presente en los necesarios momentos de descanso.

De más está decir que ambas manifestaciones generan una sensación de culpabilidad que impide disfrutar de la tarea que se está llevando a cabo en el "aquí y ahora".  Por ello, prevenir el estrés laboral en el profesorado es un modo de proteger la vocación docente.

Numerosas acciones preventivas

"La existencia del hombre se caracteriza por la búsqueda de sentido, por hallar valores (…) en nuestra vida personal y profesional. Es una búsqueda con aciertos y equivocaciones (…) En el trayecto de ese devenir profesional se va trazando una línea -que puede sufrir una serie de vicisitudes y riesgos- que hace deteriorar o perder la vocación." (Isabel Perez Jauregui, 2000).

Para acercarnos al cumplimiento de las metas educativas anteriormente citadas necesitamos profesores libres de burnout.

Para  prevenirlo, los programas de formación docente podrían incluir técnicas destinadas a afrontar el estrés, entrenamiento en autocontrol, estrategias de asertividad y de resolución creativa de conflictos.

Sería deseable que, por su lado, las Asociaciones Profesionales, los Sindicatos y la Administración, informaran acerca del SQT a través de campañas preventivas, o que las autoridades de los centros educativos acompañaran a sus profesores en el manejo de habilidades relacionadas con el afrontamiento de situaciones estresantes -tanto las típicas como las inesperadas- en el aula.

Por otro lado, es fundamental que los mismos afectados adopten actitudes para preservar su salud:
  • Registrando por escrito el modo en que el estrés interfiere en su bienestar, de acuerdo a diversos niveles: emocional, corporal, cognitivo y relacional.
  • Buscando asesoramiento profesional para planificar el tiempo y organizarse en el trabajo en función de objetivos factibles, según un listado de prioridades criteriosamente establecidas.
  • Afianzando las redes de contactos con otros colegas y construyendo con ellos un espacio de sostén emocional recíproco.
  • Aprendiendo a decir "no" con claridad, firmeza y cordialidad -sin dubitaciones, sensación de culpa ni reacciones impulsivas o agresivas- es decir, asertivamente. Andrea López Mato (2000) define al burnout como "resultado de la pérdida de asertividad por fallas de mecanismos adaptativos".
  • Generando espacios que favorezcan la puesta en práctica del pensamiento creativo.
Un deseo:

"(…) si el trabajo constituye un acto de transformación creativo (…) puede tener el efecto contrario; esto es, ayudarlo a salir del burnout en lugar de producirlo." (Foladori, 2007).

Las nuevas políticas educativas,  el contexto socio-económico y el escenario familiar o personal del docente exigen que los modos de afrontar las situaciones estresantes cotidianas vayan cambiando a lo largo del tiempo.

La creatividad, el sentido del humor, la introspección, la empatía, un nivel adecuado de autoestima y el compromiso moral -todos pilares de resiliencia- pueden resultar factores protectores sumamente valiosos frente a este síndrome.

La buena noticia es que el trabajo por sí mismo no genera burnout, sino las condiciones en las que éste se desarrolla y el modo en que cada docente percibe su rol.

Por lo tanto, el deseo es que todos los docentes logren resguardar su vocación de las amenazas del estrés laboral, poniendo en juego su capacidad de resiliencia para transformar creativamente cada riesgo y convertirlo en un nuevo desafío.
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