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Nuevas claves en la formación de directivos

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Jesús Alcoba González. Director de La Salle International Graduate School of Business (Madrid)
Los cambios sociales y económicos que han acontecido recientemente han alterado de forma significativa la manera en que hoy día se debe considerar la formación de directivos. A lo largo de la última década se han consolidado claves como la globalización, la utilización extensiva de la tecnología y los medios sociales, la innovación y la importancia de las personas en la generación de valor. Todo ello ha impactado de manera sustantiva en el tejido empresarial, fundamentalmente porque estamos ante mercados y clientes diferentes que requieren formas de hacer negocios también distintas. Consecuentemente la formación directiva tiene que evolucionar. Las escuelas de negocios deben reaccionar y reorientar sus planes a fin de responder al reto de formar personas en el nuevo contexto que estas claves han dibujado.

La globalización nos enfrenta a la dificultad de formar a profesionales con mentalidad global que comprendan el efecto sistémico de las acciones que suceden en el entramado económico, y que además sean capaces de imaginar productos y servicios que puedan comercializarse en cualquier punto del planeta. Se trata de formar directivos que sean capaces de articular procesos de crecimiento a largo plazo en un mercado cada vez más complejo.

La ubicuidad tecnológica y la velocidad con que evoluciona este sector hacen que los profesionales del presente inmediato se deban formar con la conciencia de que ningún avance permanece realmente, sino que cualquier progreso es provisional. Deben encontrarse cómodos con la innovación constante, pues solo así serán capaces de engranar sus propuestas de valor en este vertiginoso ritmo.

Aunque sean hijos de una formación básica que fomenta la individualidad, la interconectividad global contemporánea implica que debemos enseñar a los nuevos directivos a generar valor formando parte de equipos y redes profesionales, bajo la perspectiva de que el grupo es siempre más que la suma de sus partes y de que la diversidad es un multiplicador de la creación de valor.

La necesidad de innovación nos sitúa ante la necesidad de formar para engendrar novedades. Puede resultar comprensible la crónica aversión al riesgo de las empresas y su lentitud en producir nuevas soluciones, pero es muy cierto que ambas cosas las hace más vulnerables. Por eso es fundamental que los nuevos profesionales comprendan el valor que tiene investigar y diseñar entornos empresariales que favorezcan la creatividad y la innovación.

Se trata también de formar directivos que realmente estén persuadidos de que las personas, como trabajadores y como clientes, son la base de todo. De que las empresas no crecen si no crecen las personas que trabajan para ellas, y de que no hay generación de valor si el cliente no lo percibe claramente. Las personas tienen la primera y la última palabra, y contar con ellas significa futuro. 

En suma, se trata de formar profesionales con conciencia global, adaptados a los rápidos cambios tecnológicos, capaces de trabajar en red, creativos y con fe en las personas. 

Los sucesos ocurridos a lo largo de los últimos años han evidenciado de forma rotunda la incapacidad que el ser humano tiene todavía para predecir el futuro, siquiera el inmediato. A diario siguen ocurriendo acontecimientos que nadie se espera, y los hechos ocurren a su manera a pesar de nuestras cada vez más complejas y perfectas formas de planificar. Este solo hecho debería hacernos pensar que la prudencia y la responsabilidad son también ineludibles en la formación de directivos, sea cual sea la duración y dirección del ciclo económico que atravesemos.
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