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Orientadores para una nueva realidad

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Alfredo Muñoz. Responsable de Bolsa de Empleo y Programa de Prácticas en Empresas de Fundesem (Alicante)
La figura y funciones del orientador han venido desarrollándose ininterrumpidamente desde su irrupción hace sólo unos años. Su formación multidisplinar, su creciente importancia y la coyuntura actual han devenido en que, hoy en día, distinguir entre el orientador académico y el orientador profesional es un error: ¿para qué orientar académicamente a un estudiante sino para que desarrolle una carrera profesional en la que aplicar sus talentos y habilidades? De hecho, hoy en día, la función del orientador es reclamada en ámbitos escolares, familiares,  personales y profesionales: de una manera holística.

El asesoramiento y apoyo técnico del orientador ya va más allá de la pura necesidad de ajuste entre la actividad educativa y las necesidades del alumnado.

Es cierto que la actuación de un orientador se produce en tres (o más) planos: centro de estudios, docentes y alumnos, pero no podemos olvidar que éstos últimos constituyen el centro de toda la labor de un orientador. Desde mi punto de vista y respecto del alumnado, las funciones principales del orientador profesional serían las siguientes:
  • Definir la "fotografía"del alumno: en qué situación docente, personal y profesional se encuentra en un momento dado para, desde ese punto de partida, buscar posibles alternativas de actuación partiendo de la realidad.
  • Facilitar al orientado la toma de sus propias decisiones para que pueda conseguir sus propias metas
  • Ayudar a los individuos a aprender a marcar sus objetivos, identificando las estrategias que van a seguir para alcanzarlos en función de susintereses, sus creencias, sus valores, sus fortalezas y sus limitaciones.
  • Facilitar a la persona la capacidad de hacerse las preguntas adecuadas que le permitan descubrir sus rasgos personales, sus aptitudes, sus verdaderos intereses, sus valores, etc.
  • Asesorar sobre los distintos itinerarios formativos y ocupacionales que tienen a su alcance para conseguir sus objetivos vitales.
Y, ¿qué habilidades debe tener un orientador para el desempeño óptimo de sus funciones? Desde mi punto de vista, básicamente dos:

1. La capacidad de gestionar documentos que contienen informaciones culturales, científicas y técnicas–cognitivas, al fin y al cabo- para explotar el conocimiento que contienen esta clase de publicaciones con el objetivo último de informar de todas las posibilidades de desarrollo académico y profesional que se ofrecen ante el orientado.

Para un orientador, que necesita descubrir, estudiar, aprender o investigar,la capacidad de obtener, seleccionar (relevancia) y ordenar esta información es una cuestión crítica: tal como otros profesionales embarcados, por ejemplo, en un proyecto de I+D; o unos médicos de un hospital obteniendo información sobre nuevas terapias. Ello le permitirá dominar el entorno general, académico y profesional.

2. La capacidad de "liberar el potencial de las personas, para que puedan llevar su rendimiento al máximo". Es decir, la capacidad de ejercer de coach del orientado (coachee, en el argot). La Escuela Europea de Coaching define esta disciplina de la siguiente manera: "Coaching esel arte de hacer preguntas para ayudar aotras personas, a través del aprendizaje,en la exploración y el descubrimiento denuevas creencias que tienen como resultadoel logro de los objetivos".Personales y profesionales, añadiría yo.

Ya es curioso –o quizá, no tanto- que los rasgos de personalidad, aptitudes y actitudes que, según los expertos en la materia, caracterizan a un orientador coincidan con los que predisponen a una persona para ser un buen coach:
  • Aceptarse a sí mismo y a los demás como individuos independientes.
  • Congruencia entre lo que experimenta, siente y piensa.
  • Convicción y confianza en las capacidades de los demás.
  • Vocación de servicio, disponibilidad, capacidad de acogida, apertura.
  • Equilibrio, flexibilidad y madurez: psíquica y emocional.
  • Inteligencia emocional interpersonal: tolerancia, empatía, amabilidad, simpatía, buen humor, habilidades sociales, facilidad de comunicación.
  • Liderazgo y habilidad para motivar con entusiasmo y optimismo.
  • Resistencia física y mental para vencer las dificultades con fortaleza, tenacidad y perseverancia.
  • Capacidad de análisis y síntesis.
  • Creatividad.
Así pues, alcanzar las elevadas cotas personales y profesionales de un buen orientador puede parecer un reto excesivamente ambicioso: pero la recompensa es grande: facilitar a los demás su futura felicidad.
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