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La selección natural aplicada al mercado laboral
Artículo de opinión
Desde el punto de vista del mercado laboral, entendido como el medio ambiente en este contexto, y con multitud de variables que lo convierten en un sistema complejo, la evolución de la demanda de ocupaciones es la que condiciona fundamentalmente la demanda de los estudios.
La variación ciega (no aleatoria), no determinista y en parte heredable, fue establecida por Darwin como una de las dos variables fundamentales del mecanismo selectivo. En el contexto laboral, podría entenderse como el conjunto de las variables internas de cada mercado que vienen dadas por la cultura, las tradiciones y la formación de la población activa de una sociedad.
La segunda variable mantiene que esta variabilidad puede ser la responsable de posibles diferencias en el éxito de la supervivencia, contribuyendo a que algunas características de nueva aparición se puedan extender al resto de la población.
La clave en este sentido, estaría en que la acumulación de estos cambios a lo largo de las generaciones produciría todos los fenómenos evolutivos.
En su aplicación al mercado laboral, esta última premisa constituiría la construcción del tejido empresarial y las peculiaridades socioeconómicas de un mercado, evidentemente, condicionado por variables externas presentes en el medio (en el caso del medio ambiente se podrían asemejar a las condiciones climatológicas, en nuestro caso, vendrían representadas por la economía internacional y la oferta y la demanda de los mercados en un contexto cada vez más globalizado).
Desde este punto de vista, el mercado laboral demanda competencias para ejercer ocupaciones. Ocupaciones que vienen dadas por las "variables de variación ciega" y los elementos que introduce la "variabilidad", que supone la existencia de submercados laborales incluidos en un gran mercado laboral internacional guiado por conceptos más ligados a la macroeconomía.
Pero, en ocasiones, un acontecimiento externo, como el sucedido en la era glaciar (o la actual crisis económica), puede suponer una ruptura en la cultura, tradiciones y estructura del mercado laboral, generando nuevas necesidades.
En el mercado laboral español, por ejemplo, ha surgido una importante demanda de profesionales con competencias específicas para la optimización de las estrategias de reducción de costes, la orientación laboral y la reconversión de cualificaciones, además de instaladores de equipos relacionados con el medio ambiente y la eficiencia energética, las nuevas tecnologías (especialmente comercio electrónico), expertos en relaciones laborales y procesos concursales y especialistas en ventas.
Como podemos observar, estas ocupaciones se encuentran estrechamente relacionadas con la situación socioeconómica actual, marcada por una elevada tasa de paro, un alto índice de cierre y reestructuración de empresas y la búsqueda de nuevos nichos de mercado para afrontar esta situación.
Además, existen actividades especialmente relacionadas con los servicios empresariales y sociales, que cuentan con mayores posibilidades de crecimiento, como las nuevas tecnologías, la atención a mayores, etc.
En este sentido, los estudios más demandados en formación superior se desvían ligeramente de dicha demanda, centrándose en las ingenierías, medicina, enfermería, y todos aquellos estudios vinculados a la economía como empresariales, ADE o derecho.
Teniendo en cuenta que, según los pronósticos realizados por CEDEFOP (Informe "Future Skill needs in Europe") para 2015, las ocupaciones de más baja cualificación tienden a disminuir y que, en España, cerca del 22% de los desempleados son de baja cualificación1, quizá el problema no sólo se encuentre en la concordancia entre oferta y demanda de formación, sino en el sistema de evaluación de las competencias y en la necesidad de interiorizar de una vez por todas la trascendencia de invertir en capacitación (un concepto más amplio que la formación), y en la actualización profesional.
Es una cuestión de supervivencia… profesional y empresarial.
Notas al pie:
1.- Datos procedentes de la Encuesta de Población Activa (EPA, tercer trimestre de 2011), relativos a perfiles sin formación o con educación primaria.
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