El mismo ministro de Educación, José Ignacio Wert, se ha unido a esta corriente de opinión. Desde su primera comparecencia en el Congreso (31.01.2012) declaró que "las reformas que queremos aplicar […] se resumen en dar un mayor protagonismo a las empresas, de acuerdo al modelo de FP Dual alemán, adaptado las condiciones de nuestro país. El hecho de aprender trabajando en las propias empresas aumenta la empleabilidad de los alumnos y convierte la FP en una alternativa atractiva para quienes desean acceder al mundo laboral más tempranamente, promoviendo, al tiempo, el espíritu emprendedor y el autoempleo".
No es mi intención poner en tela de juicio tales beneficios, sino más bien calibrar los nutrientes del nacimiento y desarrollo de este modelo implantado no sólo en Alemania, sino también en Austria, Dinamarca, Holanda, Noruega y Suiza. Todos ellos comparten la ética protestante en la que el ejercicio constante de una profesión -el trabajo- es la mejor forma de adquirir fortuna, presentada más como fin que como medio. Recordemos aquello de que triunfar en la tierra, es señal de estar predestinado para el cielo.
¿Es ésta la cultura imperante en nuestra España de "hidalgos"?. ¿No prima más la mentalidad de las "loterías y apuestas" o del "pelotazo" que la del ahorro?. Si algo triunfa en nuestro país y en los copartícipes del espíritu de la Contrarreforma, son programas como "operación triunfo", "tu si que vales" o "gran hermano", para intentar liberarse de ese castigo divino llamado trabajo. Entre tanto, nuestro porcentaje de desempleo juvenil se acerca al 50%, mientras que en los citados países se sitúa mayoritariamente por debajo del 10%.
Porcentaje de desempleados (15-24 años) en 2011
Fuente: BusinessEurope (2012): Creating opportunities for youth
Fuente: BusinessEurope (2012): Creating opportunities for youth
Si se aspira a importar el sistema dual de FP, y concrétamente el alemán, conviene recordar, por una parte, la vigencia del sistema artesanal de aprendizaje del siglo XII, adoptado por su industria. Es un modelo inspirado en el "principio de oficio" (Berufsprinzip), donde el aprendiz aprende a realizar los trabajos viendo cómo los hace el maestro o el oficial y repitiéndolos.
La otra vertiente de este sistema –la escuela profesional- se remonta a los siglos XVI y XVII, en cuyas escuelas dominicales, religiosas e industriales se enseñaba a leer, escribir y contar, con el fin de satisfacer las exigencias de la naciente producción industrial. En el transcurso del siglo XVIII, el reino prusiano fue uno de los primeros del mundo en introducir la educación primaria obligatoria y gratuita a lo largo de ocho años (Volksschule).
Más tarde, la reglamentación industrial de 1869 contempló la posibilidad de obligar a las empresas a enviar a sus aprendices a una escuela profesional, que fijó en 1938 y está regulada desde 1969 por la Ley de la Formación Profesional (Berufsbildungsgesetz, BBiG), modificada levemente en 2002.
¿Qué parecido tiene este largo recorrido histórico con la evolución de nuestra formación profesional?. ¿No estamos demasiado acostumbrados a los continuos cambios legislativos, cada vez que mudamos de gobierno? ¿Hasta cuándo se seguirá aceptando que las coyunturas políticas prevalezcan sobre las estructuras educativas?.
El desarrollo de este modelo de formación se debe en buena parte a que las compañías germanas asumen la financiación de la formación como una inversión rentable. En más de un escaparate de tiendas o bancos de este país se puede leer: "Formamos aprendices". Quienes responden a esta oferta, envían las solicitudes directamente a las empresas que realizan su propia selección. Éstas deciden por su cuenta, si quieren formar aprendices o no. Casi todas las grandes compañías de la industria pesada y del sector servicios lo hacen y cuentan con talleres bien equipados y organizados. Algunas incluso forman más aprendices que los requeridos para cubrir sus necesidades.
Aproximadamente el 50% del alumnado alemán de FP opta por este sistema de formación práctica durante 3 a 4 días semanales en horario completo de trabajo y 1 o 2 días en la escuela de formación teórica. Son al mismo tiempo aprendices y alumnos. Como aprendices, tienen los derechos y deberes recogidos en el Derecho Laboral. Como alumnos, se rigen por la legislación escolar del Estado Federado.
El contrato de formación profesional establecido entre el aprendiz y la empresa es un contrato de derecho privado. La legislación escolar de los Estados Federados obliga al aprendiz a acudir a la escuela profesional, generalmente hasta los 18 años o bien hasta finalizar la FP. El Estado se limita a fijar mediante la Ley de Formación Profesional las condiciones generales que garanticen la uniformidad a nivel nacional en cuanto a duración, contenidos, mecanismos y procedimientos de exámenes, requisitos para la certificación del título, etc.
La misma Ley estipula las condiciones del contrato de formación, la protección por despido del aprendiz –por cierto, bastante elevada- o la remuneración media del alumnado durante los tres cursos, situada actualmente en torno a un promedio de 650 € mensuales. Además, las empresas están obligadas a cubrir la cuota de seguridad social, desempleo y jubilación de sus aprendices.
¿Cuántas barreras culturales y legislativas se han de demoler en nuestro país, para contar con un perfil de aprendiz similar al descrito? ¿Cuántos recelos mutuos entre empleadores y empleados quedan por superar?
Junto a estos contrastes históricos y culturales entre nuestra sociedad y la germana, queda por evocar finalmente la principal razón de ser del sistema dual, íntimamente ligada a su peculiar sistema productivo.
Alemania vive fundamentalmente de la venta de bienes y servicios de alta calidad y su éxito en los mercados internacionales depende esencialmente de la calidad de la formación de sus trabajadores. Éste es el motivo principal por el que la sociedad en general y los políticos, sindicatos y empresarios en particular asumen que una buena formación profesional es una inversión de futuro y obran en consecuencia. Todos, pero especialmente los últimos, son conscientes de que sólo el personal cualificado está en condiciones de afrontar la aceleración de las constantes transformaciones tecnológicas, económicas y sociales.
No es de extrañar, por tanto, que Alemania sea el máximo referente comunitario de participación privada en los sistemas de formación profesional. Si hacemos caso al reciente informe de BusinessEurope (2012) sobre Creación de oportunidades para los jóvenes, las empresas de este país invierten 28.000 millones de euros anuales –18.000 € por alumno de media- en el funcionamiento y mejora de este modelo formativo. Añádase que la inversión total de Alemania en Educación y Formación Profesional es un 1,5% del PIB superior al de España.
¿Qué similitud existe entre nuestro tejido empresarial, repleto de pymes, y el alemán que cuenta con el mayor número de multinacionales de la UE?. ¿Cuántas de nuestras empresas disponen de los recursos humanos y materiales para poder formar en sus puestos de trabajo?. ¿Cuántas de las que acogen actualmente a alumnos en prácticas están dispuestas a pasar de cultura de subvención a la de la inversión?. ¿Es ésto posible en plena crisis, cuando en alguna Comunidad Autónoma se pretende incluso reducir las horas de dedicación de los tutores a los alumnos de FP en prácticas?
Muchos son los interrogantes abiertos en los párrafos anteriores. Es de esperar que contribuyan a desinflar la euforia de quienes defienden la rápida implantación del sistema dual en nuestro país. Comprendo su enardecimiento, compartido en cierto modo durante los primeros años de mi actividad profesional. Sin embargo, el contacto directo con la realidad me ha enseñado que los sistemas educativos no se pueden importar en camiones TIR. En palabras de Carlos Crespo (El País 06.02.2012), el modelo dual "no es trasplantable a Euskadi y tampoco al resto de España". Lo dice un ex - responsable de la FP en el Gobierno Vasco, donde se intentó implantar el modelo en los años noventa, sin lograr adecuada respuesta a los metas establecidas.
No basta con transportar estrategias y tácticas de los sistemas. Es preciso comprender su esencia y adoptar las prácticas adecuadas, que emanan de procesos interpretativos sobre los factores claves de éxito y del contexto donde se pretende implantar.
Dejemos pasar las modas y seamos realistas. Tanto al menos, como lo fue el ministro de Educación, tras escuchar las preguntas de la oposición en su primera comparecencia en el Congreso. Más vale "prestar apoyo al desarrollo de programas piloto [...] para ser capaces de construir un modelo de formación dual que, no nos engañemos, probablemente no pueda ser generalizado". Esperemos los resultados de las anunciadas experiencias en algunas Comunidades y mientras tanto intentemos lograr la integración de los tres susbsistemas de FP y la mejora de su calidad.