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La formación en alternancia: un nuevo reto para la FP

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Elías Amor. Director de la Fundación Servicio Valenciano de Empleo
A nadie se le escapa que la FP se ha convertido en una de las alternativas más exitosas para los alumnos en los últimos años como consecuencia de un nivel de inserción laboral superior a otras enseñanzas y una relativa capacidad para adaptarse a las exigencias, cambiantes, del tejido productivo. Este hecho diferencial, que está directamente asociado al éxito de la FP, se pretende potenciar y ordenar por medio de la FP en alternancia.

El nuevo modelo de FP en alternancia supone una evolución del actual sistema de FP hacia el modelo dual alemán, con el objetivo de conseguir una Formación Profesional conectada al tejido productivo que proporcione una respuesta adecuada a las exigencias del mercado laboral, para conseguir una plena integración entre la FP y el empleo.

Esta conexión entre formación y mundo del trabajo viene avalada por la elaboración de títulos de la FP en base a las cualificaciones del Catálogo, que se han elaborado precisamente a partir de un proceso de observación del tejido productivo, en base a criterios de desempeño. La aplicación de las cualificaciones de la Ley 5/2002 de las Cualificaciones y la Formación Profesional, permite esta conexión dinámica del mundo educativo formativo y el laboral por medio de la correspondencia de las Unidades de competencia con los Módulos formativos.

En esencia la FP en alternancia supone que la formación de los alumnos que participan en un curso académico dirigido a la obtención de un ciclo formativo de grado medio o superior se puede realizar, de forma compartida, en las empresas participantes en el programa por medio de una relación laboral específica que se desarrolla durante los tiempos de las vacaciones del alumnado, ya sea en fiestas de una cierta extensión temporal como la semana santa, pascua o navidad, o en las más extensas, como el verano.

El modelo convierte las 400 horas de formación en el centro de trabajo (FCT) no remuneradas, que se establecen en los programas de la actual FP y que, generalmente, se suelen realizar durante el último trimestre del segundo curso, en una primera experiencia laboral del alumno, lo que se consigue aumentando el número de horas prácticas al doble, y con un mayor vínculo a una empresa por medio de un contrato laboral remunerado según convenio.

Una mayor duración de la práctica laboral, prácticamente durante medio año, y la existencia de una relación contractual, conceden al nuevo modelo una relevancia que supone un mayor interés tanto para el alumno participante en el programa como para la empresa.

El alumno puede disponer de más tiempo para comprobar la adecuación de sus conocimientos teóricos al entorno real de trabajo, lo que supone un esfuerzo de adaptación, de aprendizaje in situ y de responsabilidad, competencias muy valoradas por los empleadores. Los nuevos Títulos, y también los certificados, incorporan unas realizaciones profesionales y criterios  específicos para los Módulos de FCT y PNL que se basan en las cualificaciones, de ahí su posible conversión en formación reconocida académicamente una vez superada.

Por su parte, la empresa participante en el programa desempeña un papel fundamental, por cuanto le corresponde el seguimiento de la formación teórica del alumno procurando que esté en sintonía con sus necesidades laborales. Para muchas empresas, sobre todo las Pymes, la participación en este tipo de programa puede resultar un estímulo relevante para la innovación y la modernización, impulsando inversiones dirigidas a mejorar su competitividad a partir de la formación obtenida por los alumnos en el Centro, durante la etapa teórica. Las empresas que se han acercado al modelo de Cualificaciones profesionales y observan su composición en términos de realizaciones y criterios se convencen de la utilidad que poseen para definir procesos de trabajo y mejoras organizativas internas que contribuyen al crecimiento de la productividad y la eficiencia en la gestión.

Además, al finalizar el período de estancia en la empresa y superadas las pruebas, el alumnado sale beneficiado de la participación en el programa por partida doble. De un lado, obtiene un reconocimiento académico, el título correspondiente que puede ser de Grado superior o medio, y de otro, adquiere una experiencia laboral, también reconocible a nivel académico, que podrá rentabilizar con un currículum más atractivo en los procesos de selección que tuviera que participar.

Buena parte de las dificultades de los más jóvenes para acceder a los empleos se debe a la falta de experiencia laboral en un entorno real de trabajo. Los seis meses de la formación en alternancia deben servir para superar este obstáculo, a la vez que permiten a los seleccionadores de personal enriquecer sus bases de datos con unas competencias cada vez más demandadas por las empresas clientes.

En suma, la FP en alternancia combina el efecto positivo del acercamiento de la formación impartida al modelo productivo, con la ventaja para las empresas de disponer de un personal altamente cualificado y una formación adaptada a sus necesidades.

El mayor acercamiento y la colaboración entre los centros de FP y las empresas debe contribuir a favorecer una mejor prospección de nuevos perfiles y cualificaciones por medio de un sistema de intercambio de información continua de los contenidos de la FP a las empresas, y de éstas a la FP, lo que permitirá conseguir un equilibrio entre la oferta y demanda de formación y cualificación.

De igual modo, los servicios de orientación e información de los Centros de FP tendrán que desarrollar puentes de relación con las empresas, facilitando los intercambios actuales a una más estrecha colaboración que permita a los docentes participar en los procesos productivos, y a la inversa, a los profesionales de las empresas, colaborar con la formación impartida en los centros.

A resultas de este proceso de colaboración, cabe esperar que el capital humano transferido directamente a las empresas contribuya a crear un tejido productivo más dinámico y sólido, con una mayor diversificación y más capacidad de crecimiento. El desarrollo de una FP, que defina sus acciones a partir de las necesidades detectadas en el mercado de trabajo en cada momento, especialmente de las pequeñas y medianas empresas (PYME) y de las microempresas, de forma que los trabajadores puedan adquirir los conocimientos adecuados para un puesto de trabajo, no sólo facilita la inserción laboral de los alumnos, sino que supone una gestión más eficiente de los recursos económicos disponibles.

Tan sólo sería deseable que se estudiaran las vías para la extensión de la formación en alternancia a los programas de la Formación para el empleo, dependiente de la Administración laboral y que se dirige principalmente a desempleados adultos que ya han tenido una experiencia anterior. Es cierto que los certificados de profesionalidad tienen una duración inferior, pero van dirigidos a personas que ya han tenido experiencia laboral y por tanto, conocen el mundo del trabajo, pero que poseen competencias que una permanencia prolongada en el desempleo puede haber dejado obsoletas. Por ello, sería conveniente atender a la participación de los desempleados en los cursos conducentes a certificados con base a cualificaciones en los programas de alternancia, superando los obstáculos para ello. Sería igualmente una estrategia adecuada para facilitar su inserción en el mercado laboral.
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