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Alternancia y dual, dos sistemas para una nueva FP
Artículo de opinión
Llegados a este punto, es preciso hacer un especial hincapié en el rol que deben asumir las compañías y los sectores productivos en este proceso de transformación. Históricamente –y todavía hoy- cuando se habla de una nueva FP, la referencia al modelo dual de Alemania es casi automática. Y se dice que esta dualidad se materializa, grosso modo, en la participación activa de las empresas en la formación. Pero siendo esto verdad, pensar que esta implicación empresarial solo conduce a una FP Dual arrojaría una visión demasiado limitada, habida cuenta además de que el modelo germánico es difícilmente importable a España sin introducir ciertas modulaciones. En este sentido, no hay que olvidarse de otra fórmula, la Alternancia, que también posibilita la participación de las empresas en el sistema formativo y se adecua más a las peculiaridades de nuestro tejido productivo.
Pero, ¿en qué se diferencian FP Dual y FP en Alternancia? Básicamente en que mientras la variante dual plantea la combinación de la parte académica y la laboral en el currículum (a través de una fórmula contractual), en la formación en alternancia se mantiene la práctica totalidad de las horas lectivas en los centros académicos (las horas que conforman el programa) mientras se extienden los periodos de prácticas en entornos reales de trabajo, estableciendo algún tipo de beca o ayuda para el estudiante por dichas prácticas. En otras palabras, la compañía que opta por la FP dual contrata al alumno, y la que opta por la FP en alternancia lo acoge durante la Formación en Centros de Trabajo (o FCT) de su plan formativo, ampliando –y esa es la novedad- su estancia en los centros productivos.
Las principales ventajas de la FP en alternancia son dos. En primer lugar, la cuestión más evidente: los alumnos incrementan el tiempo dedicado a prácticas en los entornos reales de trabajo, con lo que mejoran su preparación específica y toman contacto con unos empleadores que en el futuro podrán contratarlos. Y en segundo lugar, que se trata de un sistema que puede ser generalizable para nuestro entramado empresarial, ya que no exige a las compañías el nivel de compromiso de un modelo dual, que en algunos casos quizás no es asumible.
La Formación en Alternancia parte de la premisa de que el volumen de horas lectivas se mantiene, por lo que se necesita más tiempo para compatibilizar estudio y trabajo. Además, la alternancia no es un modelo de inmersión total en el ámbito laboral, porque hasta el segundo año no se acostumbra a ir al entorno real de producción. Por ese motivo se trata de un modelo que, de aplicarse aquí, necesitaría también de ciertas modulaciones adaptadas a nuestros tejido productivo y mercado laboral.
Teniendo en cuenta todo lo dicho hasta el momento, el sistema ideal sería el dual, ya que consigue: la implicación total de las empresas en la formación de los alumnos y la más que probable contratación final de éstos –de hecho establecen ya de entrada una relación contractual con las compañías que los acogen-. Sin embargo, e insistiendo en las peculiaridades de nuestro tejido productivo, la alternancia representa una magnífica oportunidad para dibujar una FP integrada pero al mismo tiempo poliédrica, que dé una respuesta más a medida de todas las necesidades empresariales y de sector en materia de formación e incorporación de personal.
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