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Participación de las familias a través de las APAs en los centros escolares

Artículo de opinión


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Juan Ballarín Forcada. Presidente de FAPAR (Federación de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos de Aragón)
El marco familiar, sea cual sea su composición, es el primer lugar socializador para un niño, lo que hace que las familias seamos las primeras y principales interesadas en que nuestros hijos e hijas reciban una formación integral que les capacite para desenvolverse en su vida con éxito, tanto a nivel laboral como personal. Y nunca, como en estos momentos, había sido más complejo educar, pues la cantidad de estímulos y alternativas que nuestros hijos reciben es hoy muy grande, lo que hace que esa formación integral no dependa en exclusiva de nosotros. Por otra parte, todos los informes y estudios nacionales e internacionales sobre educación, afirman la importancia que tiene que las familias participemos activamente en la vida escolar de nuestros hijos (nuestra implicación en el ámbito familiar no debe ser cuestionada) para que los resultados del proceso de aprendizaje sean positivos.

La educación del siglo XXI no se basa únicamente en el aprendizaje de contenidos, pues el acceso al conocimiento es diverso y ya no se encuentra de forma exclusiva en el aula de una escuela. Eso hace que la separación tradicional entre educar y enseñar, no sirva en esta sociedad y que la escuela y la familia puedan y deban  enseñar y educar. Por esta razón, se hace más necesaria que nunca una estrecha colaboración entre el profesorado y la familia, para lo que es recomendable una formación conjunta que marque pautas comunes, que genere confianza, que  responda a los mismos intereses (los alumnos y nuestros hijos) y que persiga los mismo objetivos, una educación de calidad. No podemos, tampoco, ser ajenos a una realidad y es que esta generación de padres y madres, somos, sin ninguna duda, la mejor formada de todas, y eso implica que tenemos a nuestro alcance más herramientas para ayudar a nuestros hijos y también  que podemos ser más críticos con los procesos de enseñanza-aprendizaje, ejerciendo nuestro papel de usuarios de un servicio público, el educativo, con responsabilidad y compromiso. Es necesario desterrar los recelos con los que una parte del profesorado mira a las familias, a quienes, por una parte, acusa de delegar nuestras funciones en la escuela, y, por otra, nos perciben como fiscalizadores de su labor más que colaboradores cuando manifestamos nuestro interés en participar de la vida del centro educativo, incluso a veces, nos hacen únicas responsables del fracaso escolar. E igualmente las familias debemos ser respetuosas con los profesionales de la docencia, transmitiendo a nuestros hijos la importancia que su figura tiene en la sociedad. En definitiva, ambos, docentes y familias, debemos trabajar en la misma dirección.

Con todas estas premisas, las Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos adquieren un valor relevante en los centros educativos como canalizadoras de la necesaria participación colectiva de las familias. La participación es democracia y en nuestro País tenemos una historia en libertad reciente, por lo tanto no es de extrañar que aún nos quede un largo camino por recorrer en este terreno. No podemos participar si no tenemos una clara conciencia de la importancia que tiene hacerlo. No podemos participar si no tenemos cauces para ello. No podemos participar si no vemos que nuestra implicación tiene alguna repercusión. Las leyes educativas nos reconocen el derecho legal a participar, pero la realidad cotidiana que vivimos es otra muy diferente. Y unido al individualismo, que nos asola, no sólo en el mundo educativo, sino en general en toda la sociedad, se encuentran, las escasas herramientas que las Administraciones ponen al alcance de las APAs para que estas puedan ejercer su trabajo con éxito y el bajo reconocimiento social que nuestra participación tiene.

Debemos desterrar el papel, tradicionalmente atribuido a las APAS como meras organizadoras o gestoras de actividades extraescolares y, muchas veces también, de compensadoras de los recursos e infraestructuras educativas que las administraciones no satisfacen, para centrarnos más en nuestra labor como copartícipes del proceso global de formación de nuestros hijos en los centros escolares.

El principal órgano en el que tenemos un papel relevante las familias es el consejo escolar, que es el que gestiona el funcionamiento de los centros y en el que nos encontramos representados todos los sectores que participamos en la vida del centro, formando así la comunidad educativa. Sin embargo, las familias, tenemos muchas lagunas aún que cubrir en el funcionamiento y estructura del consejo escolar, entre las que destacamos: la paridad en la representación entre el profesorado y las familias, para facilitar que la toma de decisiones se haga por consenso y no por imposición; trasparencia  en su organización facilitando con tiempo suficiente documentación de las reuniones, así como las actas resultado de las mismas; facilidad en la asistencia a los mismos, fijando la celebración de las sesiones en horario que permita la presencia de las familias, a quienes habría que reconocer el derecho laboral para asistir a estas reuniones; difusión de la importancia de este órgano, sus funciones y sus decisiones; impulso en los procesos electorales de la participación de las familias, facilitando el voto a través de los hijos, por ejemplo.

El reto que las Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos tenemos por delante es tan complejo como apasionante. Ser un movimiento en constante cambio y renovación, no nos ayuda mucho en la consecución de nuestros objetivos, pero a la vez, nos convierte en un movimiento dinámico y en permanente reciclaje, donde el objetivo de impulsar la participación activa y colectiva de las familias, debe ser prioritario. Para ello la figura de los padres y madres representantes de clase es fundamental. Las claves del éxito están en que dispongamos de información y de formación.
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