Por un lado, el proceso de Bolonia introduce en el Espacio Europeo de Educación Superior (EEES) una línea de normalización de los sistemas de evaluación y acreditación de la mano de una red de agencias de calidad.
Por otro, un conjunto de factores derivados de la presión de los nuevos países emergentes, los efectos de la crisis económica internacional, las transformaciones derivadas de los cambios tecnológicos, así como la entrada en escena de elementos innovadores, motivan nuevos enfoques en las regiones más asentadas en el ámbito educativo.
En todo el sector educativo los distintos agentes juegan un papel diferente:
- Las administraciones diseñan políticas educativas y generan el marco regulatorio necesario.
- Las instituciones universitarias desempeñan su actividad docente e investigadora en función de las necesidades y expectativas de los distintos grupos de interés bajo un exigente requisito de rendición de cuentas y un entorno competitivo, globalizado y cambiante.
- Las agencias de calidad velan para que esa rendición de cuentas se realice bajo unas condiciones confiables, comparables y transparentes, guiando el proceso de transformación. Al mismo tiempo diseñan políticas de normalización compatibles que permitan asimilar criterios consensuados en distintos escenarios regulatorios y regiones de distinto nivel de desarrollo.
- La sociedad, en sus distintos segmentos (estudiantes, contribuyentes, mercados laborales y económicos) exige una mayor rendición de cuentas en el desempeño de los procesos de capacitación, de empleabilidad, de transferencia de resultados, de retorno de la inversión y de sostenibilidad de las universidades.
Un primer grupo de herramientas estarían generadas desde un marco normativo y tendrían una vocación verificadora que garantice y asegure los elementos de calidad suficientes para validar el desempeño de las universidades. En ese marco normativo identificamos a las administraciones que autorizan la actividad y a las instancias administrativas y agencias evaluadoras que constatan el cumplimiento de los requisitos descritos, mediante la actividad de evaluación y acreditación.
Este grupo de herramientas desempeñan una función certificadora en una segunda fase. Por ejemplo, en la actualidad el sistema universitario español se encuentra en transición, de un momento inicial de verificación de planes de estudio, a un período de seguimiento que debe culminar en la certificación de los títulos. Aquellos planes de estudio que sean implantados según los requisitos para los que fueron autorizados y sostengan unos resultados coherentes y justificados con las expectativas de sus grupos de interés, obtendrán una certificación de carácter oficial.
Las agencias de evaluación y acreditación juegan un papel central acompañando y guiando a las instituciones universitarias en este proceso. La actividad de las agencias introduce elementos garantistas adoptando estándares alineados con las directrices de la ENQA (European Association for Quality Assurance in Higher Education) e introduciendo en todo el proceso una cultura de calidad. Sin embargo hay limitaciones en el proceso de evaluación en la educación superior que tienen que ver con la diversidad de las instituciones y su autonomía. En este sentido, el reto por parte de las políticas de evaluación y acreditación, es lograr una mayor compatibilidad gestionando al mismo tiempo la diversidad de los procedimientos de evaluación de la calidad y acreditación, lograr la confianza de los grupos de interés, mantener la autonomía de las instituciones al tiempo que se les exige la rendición de cuentas, y hacer que los procesos de evaluación y acreditación sean sostenibles.
Un segundo grupo de herramientas que podemos identificar son aquellas que tienen un carácter voluntario y no oficial. La institución somete sus programas, sus sistemas de gestión y su estructura organizativa al escrutinio de una entidad reconocida con el objetivo de lograr una acreditación. El fin de todo este proceso es, en última instancia, aumentar la confianza de sus grupos de interés. Estas herramientas aplican esquemas de certificación establecidos y evalúan el grado de ajuste que muestran los programas y las instituciones a unos estándares establecidos. El organismo certificador acredita a la institución o el programa durante un tiempo determinado mediante certificado. Algunas agencias de evaluación y acreditación están certificando determinados procesos con este enfoque. Hay una gran diversidad de agencias y organismos certificadores desempeñando esta función de ofrecer procesos de acreditación de programas e instituciones.
Otro grupo de identificadores para discriminar unas universidades de otras son los derivados de programas impulsados desde la administración como es el caso del programa Campus de Excelencia Internacional.
Los Campus de Excelencia Internacional (CEI) se configuran como agregaciones estratégicas entre universidades y otros organismos de investigación y desarrollo para llevar a cabo un proceso de optimización del mapa universitario. Su objetivo es mejorar la eficiencia, eficacia y competitividad internacional de las universidades con el horizonte puesto en el año 2015. El programa de Campus de Excelencia Internacional promueve tres tipos de agregaciones: entre Universidades, entre Universidades y Organismos Públicos de Investigación o Institutos de Investigación Autonómicos, y las agregaciones entre sector público y sector privado. Los proyectos que se presentan en las convocatorias se clasifican en Proyectos CEI y Proyectos CEI de ámbito regional, formando la red de Campus de Excelencia Internacional. Las Universidades vinculadas a esta red establecen sinergias entre ellas, comparten, influyen en las políticas universitarias y de I+D, establecen acuerdos con los campus de excelencia de otros países y promueven una red de CEI-Europeos. Todo ello hace esperable una mejor financiación y una oferta de oportunidades de mayor calidad frente a Universidades que no se benefician de las sinergias planteadas. En cualquier caso al ser un programa que está en curso habrá que esperar un tiempo prudencial para apreciar resultados.
Otro grupo de herramientas que compiten por establecer elementos para la discriminación cualitativa son las clasificaciones estructuradas en ranking. Los ranking han tenido un gran crecimiento en los últimos años, y se prevé que aún seguirán surgiendo nuevos modelos. Si bien ya tenían una cierta tradición en el mundo anglosajón, la escena global de los ranking se ha visto condicionada con la aparición del Academic Ranking of World Universities (ARWU) de la Shanghai Jiao Tong University estableciendo la comparación de instituciones a nivel internacional. Las distintas organizaciones y regiones se han apresurado a diseñar sus propuestas, de entre la cuales podemos citar en Europa el European Multidimensional University Ranking System (U-Multirank), o la clasificación que la OECD está desarrollando en el Assessment of Higher Education Learning Outcomes Project (AHELO), basada en los resultados de aprendizaje. Estas clasificaciones se han convertido en un factor influyente que puede modelar determinadas políticas educativas. Un caso concreto de esa capacidad de influencia es el programa de Campus de Excelencia Internacional como estrategia para dar mayor visibilidad al sistema universitario español en estas clasificaciones.
Pero el hecho, es que las puntuaciones de los rankings provocan grandes controversias sobre sus metodologías y su aplicabilidad, mostrando unas limitaciones considerables para hacer comparaciones entre instituciones en condiciones objetivas. Dependiendo de los indicadores que se valoren y el peso que se les asigne darán un resultado u otro. En el caso de algunos rankings se les reprocha el esquema elitista que aplica dirigiendo el foco de la evaluación a factores que sólo pueden cumplir un mínimo porcentaje de universidades en el mundo, despreciando a otras que también desempeñan de forma excelente su actividad y obtienen buenos resultados. A otros sistemas se les limita a su especificidad en el aspecto de la investigación. Por otro lado, el sistema de indicadores que manejan estas clasificaciones no es homogéneo, utilizando cada clasificación un conjunto específico o poniendo el acento en determinados indicadores: indicadores bibliométricos, tasas de graduación, tasas de abandono, ratios de personal docente por estudiante, encuestas de satisfacción de los estudiantes, salarios de los profesores, datos de la inserción laboral, número de premios Nóbel entre los graduados, número de publicaciones, número de citas de artículos, número de patentes, etc.
La forma en que se utilicen los datos también puede producir un sesgo. Por ejemplo, en determinados casos el empleo de valores absolutos beneficia a instituciones de gran tamaño, mientras que el de valores relativos permite ajustar el valor a Universidades pequeñas pero eficientes. También en el caso de los indicadores bibliométricos las ciencias sociales se pueden ver perjudicadas en comparación con las materias de ciencias. Los sesgos derivados de la selección y explotación de los indicadores se pueden interpretar en determinados contextos como usos tendenciosos en el marco de una estrategia de marketing.
Por otro lado, la introducción de listas de clasificación en el sector educativo, ha fomentado la competitividad entre las instituciones, implicando a todos los agentes y motivando políticas de mejora. En este sentido, las instituciones educativas deberán jugar un papel más activo en el diseño y sostenibilidad de estas clasificaciones ya que los grupos de interés, cada vez más, vinculan la reputación institucional a los resultados expuestos.
En cualquier caso, las tendencias en los últimos años indican que el número de ranking seguirá creciendo, si bien de una forma más especializada.