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La orientación al servicio del desarrollo personal

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María Fabra López. Licenciada en Psicología y especializada en Dificultades de Aprendizaje y Necesidades Educativas Especiales (Valencia)
Actualmente, el Sistema Educativo contempla la orientación como parte integrante del proyecto curricular de los centros educativos. Pero más aún, la orientación educativa debe cumplir el objetivo fundamental de que esta educación sea interiorizada de manera significativa por los alumnos, y les guíe a lo largo de un proceso de maduración personal en todas las facetas de su vida, permitiéndoles un mayor ajuste, aportándoles los recursos que necesitan para adaptarse a las situaciones de la vida cotidiana y poder afrontarlos con éxito. De los recursos con que cuenten dependerá el cómo afronten estas situaciones vitales y los aprendizajes consiguientes que extraerán de ellas.

Para proporcionar estas experiencias de aprendizaje personalizadas a cada alumno, a cada cual la suya, y acompañarle a lo largo de este recorrido en el que irá acumulando un conjunto de aprendizajes significativos en su mochila, repertorio de conocimientos válidos para cada uno, hemos  de partir del nivel inicial del alumno, de sus aptitudes e intereses. Para lo cual hemos de conocerle y adaptar el programa de orientación o intervención, en su caso, a sus necesidades educativas. Nos estamos refiriendo a un programa individualizado que atienda a necesidades del tipo cognitivo, emocional y social. Sin olvidar que el aula es el entorno socializador que va a proporcionarle las primeras experiencias de aprendizaje y su grado de adaptación o ajuste al mismo será el que condicione su manera de afrontar situaciones sociales posteriores. Le acompañaremos en el camino si le proporcionamos los recursos que necesita, herramientas o útiles, el cayado firme en el que se apoyará al principio de su andadura para asegurar sus pasos y verificar la firmeza del terreno que ha empezado a caminar. Pero como buen montañero que no conoce el terreno y ha de anticiparse a posibles desavenencias, ha de salir preparado con su cayado, y anticipar situaciones en las que probablemente lo vaya a necesitar. He aquí la orientación que prevé, que es proactiva, y no espera al momento en que la necesidad se hace tan evidente, que es como levantar al montañero del suelo, curarle de sus heridas y lograr que vuelva a caminar. La dedicación precipitada para atender la urgencia educativa sobrevenida, en términos de esfuerzo en la planificación de metodología y recursos, así como la que implica al alumno, es mayor y la recuperación dependerá de las características y particularidades de cada alumno. Sin embargo, una orientación o intervención proactiva, con las oportunas adaptaciones curriculares y metodológicas, procura evitar estas caídas y dota al alumno de mayores recursos en el tiempo para afrontar con éxito todo tipo de tareas.

Estas experiencias de aprendizaje que comentamos, que son experiencias en la medida en que cada alumno las interioriza, asimila y madura cuando utiliza para lograr mayor ajuste personal, preparan para la vida, son aprendizajes funcionales que cada alumno necesita en un momento dado, dependiendo del período evolutivo y de maduración personal en que se halla y las circunstancias, o exigencias escolares, que ha de atender. Y, ¿cómo preparan para la vida? En la medida en que son favorecedoras de este proceso de maduración personal, en el que partiendo del auto-conocimiento, el alumno va conformando su identidad, así como el conjunto de creencias y valores que dan sentido a la misma, conociendo sus potencialidades y limitaciones en relación a las exigencias escolares, y eligiendo en base a estas aptitudes entre las distintas opciones de vida escolar en un proceso de toma de decisiones fundado y responsable.

Teniendo en cuenta que las opciones de vida, ya en la etapa adulta, que habrá de afrontar, no son más que la prolongación de esas incipientes decisiones en el contexto escolar del aula, salvando las distancias en cuanto a las exigencias personales que plantean, podemos decir que el objetivo último de nuestra labor orientadora, con carácter proactivo, ecológico y sistémico, es el de dotarles de una mayor autonomía personal, que guiará ese proceso de toma de decisiones libre y responsable al que nos referimos. Para lograrlo, son muchos los objetivos que la orientación escolar se plantea en esta etapa del desarrollo, además de atender las necesidades particulares y prevenir las dificultades de aprendizaje, preparar para la vida, educar en el conjunto de valores y normas sociales, así como en las relaciones humanas y la interacción personal.

Con todas estas habilidades y competencias personales consolidadas, sólo cabe esperar un buen ajuste y un modo funcional de afrontar las exigencias de la vida adolescente y adulta. Que el montañero vaya salvando los obstáculos y poco a poco coronando la cima de la maduración personal y el éxito. Pero nuestra labor no acaba aquí, hemos de acompañarle en el camino del crecimiento personal, puesto que, posibles contratiempos vitales o del contexto pueden influirle y afectarle, necesitando de nuestra ayuda. En este punto, cobra sentido la orientación profesional, cuando a lo largo de su trayectoria la persona se enfrenta a un mercado laboral exigente, y más aún, en el momento actual en que vivimos y la situación económica que nos afecta.

Como apunta la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), que entiende la orientación en los mismos términos que nosotros la venimos planteando, se trata del conjunto de servicios y actividades dirigidas a ayudar a las personas de todas las edades, en todos los momentos de su vida, a tomar una decisión sobre educación, formación y profesión, así como a gestionar su trayectoria profesional. El desafío, desde la perspectiva de la orientación profesional, en el momento económico actual, consiste en evolucionar desde un enfoque que apoya la toma de decisiones educativa y ocupacional a corto plazo, a un enfoque más amplio que además desarrolle las capacidades de gestionar su propio futuro profesional, desarrollando capacidades de planificación profesional y empleabilidad, en definitiva, un conjunto de competencias personales y profesionales que se ajusten en mayor medida a las demandas del mercado laboral actual. Para conocer estas competencias que deberemos adquirir si andamos en busca del éxito profesional, tendremos en primer lugar, que conocer cuáles son las características del mercado laboral, para posteriormente, adaptarnos a ellas, esto es, conocer el terreno. El mercado laboral está experimentando en los últimos años, un cambio tecnológico constante, que implica una necesidad del trabajador de adaptarse a él al mismo ritmo, además de estar en todo momento informado, dada la gran cantidad de información y la facilidad de acceso a la misma; la globalización de la economía, el ritmo acelerado de producción y la corta vida de los productos, hace necesaria la adaptación, de nuevo,  a un ritmo más que vertiginoso; en busca de la funcionalidad y la orientación al cliente como estrategia diferenciadora, las organizaciones buscan a personas que se desarrollen en sus puestos de trabajo, flexibles, con gran capacidad para la versatilidad, y autónomas. De no ser la orientación un proceso continuo que bien podría decirse, abarca toda la vida de la persona, llegados a este punto no conoceríamos qué es la autonomía ni tampoco por qué se valora, y mucho menos la tendríamos adquirida como competencia fundamental que se trabaja  desde la orientación escolar en los primeros años de vida. Pero como lo es, un puesto de trabajo que requiera autonomía no debe ser obstáculo en el camino; ésta debe ser una competencia consolidada y constituida como recurso personal para alcanzar los objetivos propuestos.

No debemos pasar por alto una cuestión y es que el momento económico actual también está influyendo en nuestra situación laboral como profesionales y en la orientación como disciplina; más aún, en determinados ámbitos de aplicación de la misma, centrados en colectivos con necesidades educativas especiales; necesidades que requieren no sólo la labor del profesional, la atención e intervención psicopedagógica pertinente, sino también, para que esto pueda concretarse, de una serie de recursos, dotaciones económicas y materiales necesarias.  Cuando hablamos de Necesidades Educativas Especiales (NEE) es fundamental destacar el concepto de integración escolar cuya principal implicación es acercar al alumno a un estilo de vida "normalizado". La escolarización integrada es un proceso que implica a todos, que supone reflexión continua, creatividad para diseñar herramientas, recursos, actividades, que le permitan, al tiempo que sus compañeros y junto con ellos, trabajar, participar, divertirse, desarrollarse plenamente y ser feliz. Trascenderíamos al diseñar actitudes, valores como el bienestar, la autonomía, la felicidad, que pudieran concretarse en un material; como la tolerancia, que pudiéramos construir un entorno funcional donde sus necesidades estuvieran atendidas. De eso se trata, de trascender para lograr su felicidad, adaptándonos todos. De tomar ese medio hostil y rígido y cambiarlo para ellos, dadas sus dificultades para ajustarse a él.  De respetar y asumir esa "diferencia" y de creer que todos tenemos nuestra oportunidad.

Y como de trascender se trata, no zanjemos el tema, y sigamos subiendo la cima. Que este artículo sirva a cada uno para reflexionar y que reflexionemos continuamente sobre ello, que no dejemos de hacerlo, porque con una reflexión sincera de fondo, avanzaremos con paso firme, con actitudes y convicciones certeras, convirtiéndonos en excelentes guías, orientadores de aquellos que nos necesitan
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