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Implicaciones éticas de la orientación educativa

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Rosa M. Balsells Font. Maestra de la Federación de Movimientos de Renovación Pedagógica de Cataluña
La orientación educativa implica necesariamente la transmisión de unos valores. Difícilmente se puede educar sin contenido. Los valores que transmite el orientador en su labor generan conflictos si implican un enfrentamiento con el sistema de valores del individuo, del grupo social del que forma parte, del sistema político y económico que impera, y del propio sistema educativo.

A través de la orientación profesional se puede promover la autorregulación o bien la domesticación según Ulla Kann (1988). La transformación significa liberar al individuo de las opciones profesionales tradicionales, no solo por lo que se refiere a capacidad, sino también por lo que se refiere a la clase social, a la raza, a la religión, sexo, etc. La orientación como domesticación trata de hacer creer a los estudiantes que la mejor opción es conformarse o mejor no animarles a apartarse de la tradición. La orientación se puede utilizar para perpetuar unas desigualdades sociales o para contribuir a la igualdad de oportunidades.

Aún hoy se plantea esta problemática y se planteará mientras haya grupos sociales discriminados por distintas razones. Siempre que en nuestra sociedad se siga creyendo que algunos grupos de personas son inferiores a otros o con unas características que les hacen más aptos para unos trabajos que para otros, será muy necesario hacer una orientación vocacional dirigida a la democratización y hacia  la cultura de la igualdad de oportunidades, hasta que las únicas limitaciones que tenga una persona para realizar un trabajo sean únicamente sus aptitudes y sus actitudes hacia éste. ¿Cuándo se dará? Cuando al subir en un autobús conducido por una mujer, no reparemos en el sexo del conductor o cuando vayamos al médico, no reparemos en quién nos está visitando (su raza, su sexo). Cuando esto pase, podremos pensar que no hace falta que la orientación vocacional vaya en esta dirección.

Los orientadores vocacionales ejercen un gran poder. Tienen la posibilidad de liberar el individuo de las restricciones impulsadas por las ideas tradicionales sobre las carreras adecuadas, basadas en criterios de sexo, raza, clase o capacidades. Asimismo, pueden impulsar el cambio social induciendo al individuo a no aceptar la manipulación de su elección profesional por razones de control social, económico y político.

El problema del paro y la variabilidad del mercado laboral hacen que se vaya ampliando el ámbito de la orientación vocacional, de manera que cada vez aparezcan más indicadores sobre el paro, el tiempo libre y la importancia de los servicios en la sociedad actual. Ésta es la causa de que los orientadores centren más su atención en satisfacer las demandas laborales de la sociedad que no en preservar las libertades de elección del individuo.

En determinadas sociedades, el orientador se enfrenta al problema de elevar las aspiraciones de los estudiantes con pocas pretensiones  mientras que en otras sociedades, se trata de adaptar estas aspiraciones a la realidad del mercado laboral.

El orientador ha de tener en cuenta  su doble responsabilidad hacia el individuo y hacia la sociedad y el conflicto entre estos dos objetivos: tener en cuenta  las necesidades y al mismo tiempo garantizar la libertad de elección del individuo.

La finalidad última del orientador es la autorregulación de las personas, que puedan desarrollar al máximo sus capacidades, sin otras limitaciones que las que se impone cada persona desde un punto de vista crítico, comprensivo y emancipador. La orientación ha de permitir que cada persona aprenda a adaptarse a cada nueva circunstancia para que pueda abordar nuevas situaciones sociales, laborales y personales dentro de un marco de creatividad flexible.

El proceso de orientación ha de recoger todos los aspectos de la persona, en este sentido Isus (1995) dice: "cada parte esencial de la totalidad del ser humano se manifiesta en cada respuesta bien sea física, laboral, educativa." Es la persona la que constituye el centro del proceso orientador y está delimitada tanto en función de su interior (aspectos personales) como de su exterior (aspectos sociales). El proceso orientador ha de abarcar estas dos dimensiones: tiene que desarrollar las habilidades sociales y de relación frente al entorno, y, a su vez, contribuir a fortalecer la personalidad. La orientación, entendida  desde un punto de vista fenomenológico, sólo se podrá definir desde un enfoque holístico.
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