"Los problemas son las oportunidades para demostrar lo que se sabe"
Duke Ellington
Duke Ellington
Probablemente para las personas que estén en paro lo de encontrar un trabajo es algo que necesitan con urgencia. Un trabajo podría ser su solución. Pero no hemos de olvidar que no dejaría de ser una solución táctica, es decir, para el momento.
¿Por qué digo que un trabajo es una solución táctica, para salir del paso?
Las razones las encontramos en el mercado de laboral. Hoy encontrar un trabajo puede resultar más o menos difícil. Pero, en el caso de conseguirlo nos "encadenamos" a la suerte que pueda sufrir dicho trabajo. A saber: eventualidad, finalización, etc. Probablemente a corto o medio plazo nos volveríamos a encontrar en la misma situación. Es decir, tendremos que volver a empezar el ciclo.
¿Qué supondría tener una profesión u oficio?
Implicaría habernos capacitado para su desempeño y que, en función de la demanda de trabajo que exista de esa profesión en el mercado, estaríamos en condiciones de ocupar los puestos de trabajo que exijan las competencias de dicha profesión y su desempeño nos realizará profesional y personalmente. Pero, como en el caso anterior, también estamos encadenados a la suerte que corra esta profesión en el mercado de trabajo. O sea, que hemos de estar vigilantes a su posible desaparición o evolución.
¿Tener una profesión es la solución definitiva? o ¿la solución definitiva pasaría por ser empleable?
En principio tener una profesión es un requisito indispensable para una buena inserción en el mercado laboral. Trabajamos, o sería deseable que lo hiciéramos, en aquello para lo que nos hemos estado preparando durante años. Pero no debemos olvidar que muchas profesiones tienen una duración limitada en el tiempo. La tecnología avanza, los conocimientos se desarrollan, las formas de prestar los servicios evolucionan y las demandas de lo que el cliente quiere y cómo lo quiere recibir cambian continuamente. Hay múltiples ejemplos de profesiones que han desaparecido y de otras que han aparecido recientemente. Probablemente muchas de las profesiones de éxito, a medio o largo plazo, todavía no las intuyamos siquiera en la actualidad.
Nuestra empleabilidad va a depender de nuestra capacidad para acceder y adaptarnos a los puestos de trabajo actuales y de la capacidad que tengamos para ocupar los que puedan ir apareciendo en el futuro.
Puede resultar una situación poco tranquilizadora para unos y, probablemente, excitante para otros. Pero todo lo anterior nos sitúa en un entorno muy dinámico que va a exigirnos un esfuerzo personal y económico permanente.
¿El esfuerzo económico lo hemos de considerar un gasto o una inversión?
- ¿Os va bien hablar de gasto? –fatídica palabra para los bolsillos-,
- ¿O preferís hablar de inversión? –ésta, más que fatídica es poco segura si tenemos en mente nuestra situación actual.
Hablemos de lo que podríamos considerar un gasto, pero un gasto necesario
Cuando, teniendo una profesión u oficio, empleamos recursos en formarnos para adaptarnos a la evolución de nuestra profesión ¿podemos hablar de que lo invertido en formación es una inversión? Probablemente esta no sea nuestra mejor línea de defensa. Pero sí que debemos convenir, y además podemos, que estos recursos económicos empleados en formarnos producen resultados. A saber: hacen que seamos más "deseables o empleables" en la organización en la que estamos y en el mercado de trabajo. Así pues, hemos realizado un gasto en una formación que nos sitúa en mejores condiciones para integrarnos o permanecer en el mercado.
¿Y cuándo podríamos hablar de que la formación es una inversión?
Los recursos económicos que utilicemos en el desarrollo de nuevas competencias que complemente, o hagan más versátil, nuestro perfil profesional y que estén destinadas al ejercicio de nuevas funciones, podríamos considerarlas una inversión. Inversión porque nos da acceso a nuevos puestos trabajo que, habitualmente, están mejor considerados profesional y mejor retribuidos económicamente.
Y después de todo ¿Qué tipo de formación he de realizar?
Propongo algunas pautas para elegir la formación a realizar:
1. Elige la formación que te guste y que te profesionalice. Es decir, tiene que tener una salida laboral específica en el mercado. Los trabajos de "cualquier cosa" no existen o bien son aquellos puestos de trabajo rutinizados, mal pagados y muy eventuales.
2. Si ya tienes una profesión, y te gusta, participa en acciones formativas que te permitan estar actualizado. El mercado cambia y con él, cambian las formas de participar en este mercado laboral. No seas de aquellos que creen que la formación afecta sólo a un periodo de su vida.
3. Si eres de los que actualizan periódicamente su perfil profesional, no dudes en perfeccionarlo. Cuanto mejor es uno, más empleable es y más disfruta del trabajo que realiza y de los resultados que obtiene. No hay que olvidar que los puestos de trabajo que exigen una capacitación baja o estándar, acostumbran a ser más rutinarios y menos motivadores.
4. Si eres de los que te gusta evolucionar y progresar en tu profesión, implícate en acciones formativas que te hagan ser promocionable si estás en una organización o, si en la actualidad no lo estás, que te permitan acceder a un puesto de nivel superior al último que tuviste.
5. Finalmente, si eres consciente de que tu profesión actual está en vías de extinción, va a sufrir un cambio radical o bien te interesa cambiar, desarrolla nuevas competencias que, teniendo como base formación actual, te capaciten para un cambio de especialidad y/o profesión.
Como podéis ver, la solución no está en "quejarse porque el río baja crecido, sino en saberse adaptar a la corriente".