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Integración laboral como respuesta a la exclusión social

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David Arellano Ayllón. Profesor Técnico de Servicios a la Comunidad. IES Antonio Hellín Costa. Puerto de Mazarrón (Murcia)
Vivimos tiempos difíciles, la situación económica estructural es una de las más complejas de la historia de nuestro país. De este modo, y si la situación es complicada para la población general, es comprensible que sea mayormente dificultosa para las personas que están inmersas en procesos de vulnerabilidad y exclusión social.

Para entender la importancia de nuestra propuesta de intervención dirigida a mejorar la capacidad de inserción laboral con personas en exclusión, procederemos a clarificar en primer lugar qué entendemos por dos conceptos fundamentales, estos son: integración y exclusión.

Concebimos por integración la situación ideal de la población. No obstante, y aunque dentro de ésta puedan contemplarse también muchos niveles, es importante saber que podemos llegar a dicha situación ideal por el trabajo, la protección social, una economía estable y la participación social.

Por otro lado, y en un sentido contrapuesto, nos encontramos las situaciones de exclusión. Con ella hacemos referencia a aquellas personas que sufren formas extremas de pobreza, situaciones de desempleo continuado, no tienen protección social y su participación social es muy limitada.

En este sentido, uno de los casos más severos de exclusión lo constituyen los reclusos y/o reclusas, colectivo que utilizaremos como ejemplo para entender nuestra propuesta de intervención.

Tras su paso por prisión, y una vez cumplida su condena, la situación de "prisionización" a la que se ven sometidos hace que sus posibilidades de superar situaciones de exclusión sean escasas, dificultando severamente sus opciones para la integración en el mercado de trabajo ordinario ya que, la prisionización es uno de los tipos más graves y estudiados de "Síndrome de Institucionalización".

El síndrome de prisionización tiene lugar cuando un individuo se ve sometido durante un espacio prolongado de tiempo a estas circunstancias, produciendo en él una serie de síntomas característicos tales como: baja capacidad para tomar decisiones, falta de iniciativa, dificultades para planificar el tiempo, escasez de creatividad, incapacidad para enfrentarse a situaciones nuevas, dificultades de relación, etc. Este síndrome, se desarrolla en la persona aunque este poco tiempo privada de libertad, ya que la cárcel, al ser uno de los espacios más restrictivos que existen, genera graves secuelas para la persona que la padece, y las dificultades o carencias se agravan a medida que aumenta el tiempo de institucionalización, y a medida que la institución es más restrictiva. Esto supone que la persona se encuentre en una situación de grave desventaja social con respecto a la población general.

Análisis de la situación:

La exclusión se presenta como un fenómeno multifactorial, ya que las carencias hacen referencia a uno o varios factores simultáneamente. Siguiendo el II Plan Nacional para la Inclusión Social, enumeraremos la problemática estructural de la población reclusa y exreclusa.
  • Pobreza.
  • Carencia de capacidad psicofísica, de salud y de asistencia sanitaria.
  • Ámbito de marginación social.
  • Problemas para el acceso y aprendizaje de nuevas tecnologías.
  • Dificultades de acceso a la educación.
  • Dificultad en la integración laboral.
El factor referido a la Dificultad en la integración laboral, es uno de los ejes centrales de la exclusión puesto que hace referencia a dos aspectos directamente relacionados con el mercado de trabajo:
  • Subempleo: Empleos marginales e irregulares, muy temporales, malas condiciones de salubridad, económicas, etc. Todo ello marca una gran inestabilidad personal.
  • Desempleo: Carencia de trabajo durante un largo período de tiempo debido a la situación de exclusión.
Ahora bien, al hilo de todo lo expuesto con anterioridad podríamos plantearnos la siguiente cuestión:

¿Por qué es necesaria la intervención con colectivos en situación de exclusión?

La respuesta, aunque compleja, podría quedar resuelta del siguiente modo. Como ciudadanos y ciudadanas necesitamos articular medidas encaminadas a poner a estas personas en disposición de enfrentar su realidad ante los demás, de forma que sus posibilidades sean equiparables a las del resto de la población. De este modo creemos que es necesario crear espacios de transición desde la situación de exclusión hacia las situaciones de integración con objeto de desarrollar las potencialidades que tienen estas personas para participar en la vida en comunidad.

Igualmente, cabe destacar que la intervención en materia laboral con personas en situación de vulnerabilidad o exclusión social debe ser siempre realizada por profesionales de la intervención social (Trabajadores/as sociales, Educadores/as sociales, Técnicos/as superiores en Integración Social, etc.), perfiles todos ellos con gran conocimiento en la materia y con estrategias para favorecer los procesos de integración social y laboral de dichos colectivos.

Por otro lado, y profundizando en un nivel más técnico, podríamos señalar como itinerario individualizado de integración, un proceso que aborde una triple vía a distintos niveles, es decir, individual, grupal y comunitario.

1) Nivel Individual.
La puesta en marcha del itinerario de inclusión debe comenzar, preferentemente, con la intervención a nivel personal antes de proceder a los procesos de orientación laboral.

Durante la intervención individual debemos analizar conjuntamente los factores de empleabilidad de la persona, para detectar las oportunidades y potencialidades de la persona objeto de nuestro asesoramiento técnico. El tiempo que emplearemos en este diagnostico personal podría corresponder aproximadamente con un mes de duración.

Los factores de empleabilidad comentados están relacionados con las características de la persona que son susceptibles de intervención para su aprendizaje, desarrollo o modificación, por ello los dividiremos en dos tipos.

a) Actitudes: Postura que va a tomar nuestro sujeto ante el trabajo, importancia que le concede en su vida y el interés por buscar empleo y trabajar. Igualmente, no debemos olvidar en estos momentos sus niveles de autoestima personal, profesional y sobre todo madurez ocupacional.
b) Competencias: Son las capacidades, habilidades y destrezas de las que dispone la persona para facilitar su inclusión laboral. Las competencias por tanto van a ser personales, profesionales (titulaciones o experiencia) y conocimientos.

Una vez finalizado este primer contacto con el individuo, y tras analizar en profundidad sus puntos débiles y fuertes, sería el momento de dar paso a la planificación del Itinerario Individualizado de incorporación laboral. Para ello, y dependiendo de las características de la persona, este proceso podría durar de tres a seis meses, llevando a cabo las siguientes actuaciones:
  • Elaboración del C.V.
  • Preparación mediante Role-Playing de las entrevistas de trabajo.
  • Acompañamiento en la búsqueda activa de empleo.
  • Mediación laboral.
  • Tutorización individual.
  • Tutorización en el puesto de trabajo.
2) Nivel Grupal.
El nivel grupal, abarca todas las acciones cotidianas que realizamos en nuestro grupo de referencia. Este entrenamiento va a contribuir a la mejora de sus posibilidades de integración en nuevos espacios de trabajo.

Nuestro objetivo va a consistir en intentar que las personas objeto de la intervención desarrollen habilidades para la resolución de conflictos en el medio laboral.

3) Nivel Comunitario.
Si nuestro objetivo es una incorporación efectiva en la sociedad, no podemos obviar la intervención comunitaria propiamente dicha. En este nivel deberíamos realizar acciones de coordinación y de captación de recursos existentes en nuestro entorno de referencia, además de buscar estrategias de sensibilización y emprender una primera toma de la conciencia empresarial.

Finalmente, y como aspecto concluyente de nuestros procesos de intervención con colectivos de exclusión, deberíamos efectuar siempre un proceso de evaluación de las distintas actuaciones emprendidas. Para ello, y teniendo en cuenta la flexibilidad que debe tener nuestro proceso de intervención, deberíamos considerar aspectos multifactoriales que nos ayuden a comprender la intervención en su conjunto de modo que, por un lado, nos posibilite agrupar actividades y tareas en base a los objetivos planteados con cada una de las personas, y por otro, y en mayor medida, a ajustar los objetivos de trabajo para futuras intervenciones que vayamos a realizar. Dicho proceso será posible manteniendo una constante retroalimentación a lo largo de todo el proceso de evaluación, lo que permitirá al Técnico una visión continua del proceso de incorporación laboral con objeto de poder actuar sobre él en cualquier momento.

Por último, nos gustaría señalar como aspecto básico en la realización del proceso de evaluación los dos niveles a los que debería atender para cubrir al máximo su objetivo:
  • Evaluación del contenido: Valoración de los resultados mediante una evaluación "contable", con el firme propósito de evaluar la eficacia y eficiencia. Nos reportará información y orientación acerca de las fases de ejecución del proceso de inserción laboral.
  • Evaluación del proceso: Nos proporcionará una reflexión cualitativa sobre la marcha de la intervención planteada. Ésta nos permitirá que sujetos externos a nuestro trabajo entiendan el propósito, la filosofía y el objetivo de nuestra intervención.
En conclusión, y parafraseando a una persona con la que trabajé hace unos años…

"No sé lo que me traerá el futuro, porque es lo que tiene que venir,
pero sé que en el presente está el secreto"…
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