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"En España no acabamos de entender qué es y qué supone orientar profesionalmente a las personas. No sabemos integrar el concepto de trabajo en la formación de las gentes. Y por eso no acabamos de ser competitivos"
Entrevista
Existen muchas razones. Citaré algunas, de orden académico, social y económico.
Académicamente, en España, no se han integrado nunca los estudios de formación profesional y los de bachillerato. La formación dual de la que ahora (¡ya entrado el 2011!) vemos que empiezan a hablar incluso los políticos sigue sin aparecer en ninguna línea ministerial ni autonómica. Se sigue con la dicotomía empobrecedora entre uno y otro sistema, con lo cual los estudiantes que acaban obteniendo el título (no digo el nivel) universitario suelen desconocer supinamente qué es el mundo del trabajo.
Socialmente constatamos que las familias españolas no ven con buenos ojos que sus hijos adquieran experiencias laborales a partir de los 16 años (incluso a partir de los 14) porque se sigue considerando el trabajo más un desdoro que un bien y porque se superprotege a los adolescentes de una manera casi patológica. Falta una enorme concienciación de la educación de las familias.
Económicamente tanto empresarios como sindicatos utilizan las crisis y cualquier otra circunstancia para no enfocar el verdadero problema del valor del trabajo. El esfuerzo, desde la perspectiva laboral, es un tema tabú.
Son todos ellos enfoques desde la propia cultura española de la valoración del trabajo.
¿Cómo podemos mejorar estos números? ¿Cree que es necesaria más orientación profesional?
La orientación profesional en los primeros grados de la escolaridad y de la formación de las familias es lo que se denomina orientación para el trabajo o para la ética profesional. A un alumno de preescolar ya se le puede ir concienciando del valor solidario y ciudadano del trabajo. Por ejemplo, todos los programas de "educación vocacional" de K.B. Hoyt en Estados Unidos en los años 70, creados para elevar la moral y el respeto por el trabajo, surgieron porque la sociedad empezaba a resquebrajarse y el imperio USA decaía. Es decir que hay diferentes grados de orientación profesional, desplegables desde el diseño curricular más elemental hasta el momento de la inserción laboral de una persona adulta. En España no acabamos de entender qué es y qué supone orientar profesionalmente a las personas. No sabemos integrar el concepto de trabajo en la formación de las gentes. Y por eso no acabamos de ser competitivos.
¿Cuál es la situación de la orientación profesional dirigida a personas adultas, fuera del entorno escolar?
Si nos estamos refiriendo sólo a España diré que la orientación profesional se suele confundir con la orientación ocupacional, con la información profesional o con las sencillas técnicas para enseñar a la gente a buscar trabajo. Inmensas cantidades de psicólogos, psicopedagogos, etc. en centros para la formación de las personas adultas (en organizaciones sindicales, diputaciones, ayuntamientos, consejerías de trabajo, cámaras de comercio, etc.) aun no han acabado de comprender los objetivos de la orientación a lo largo de la vida y no acaban de hacer distingos entre personas adultas formadas y menos formadas. Digamos que hay cierto caos y desbarajuste (acompañadas de opacidad presupuestaria) en los planes y programas de inserción laboral. Muchos de esos programas de inserción no acaban de definir -en su seno- qué es la orientación profesional que debería ser subyacente a ellos. Un caso ejemplificador de lo que afirmo es que los balances de competencias tampoco son nada operativos, pues si existen sólo lo son sobre el papel.
Según el el Catálogo de Ocupaciones de Difícil Cobertura elaborado por el Servicio Público de Empleo Estatal, los profesionales más demandados son titulados en Medicina, Ingeniería y otras carreras técnicas. ¿Cómo pueden manejar esta información los orientadores? ¿Cree que existe formación que garantice encontrar un empleo, rápidamente, a los recién titulados?
Cualquier información que arroje un catálogo o un observatorio ocupacional debe ir acompañada del estudio prospectivo del futuro de ese sector ocupacional a quince años vista. Sin las prospecciones, poco puede hacer un orientador. El orientador no es un adivino. Los catálogos describen las situaciones reales; la prospectiva ocupacional –social y económica- puede ayudar a la prescripción orientadora y al consejo. En nuestro país nunca ha existido (ni siquiera en los gobiernos socialistas) un instituto de estudios prospectivos de las tendencias ocupacionales. Lo máximo que se ha hecho han sido informes o estudios de empresas multinacionales, entidades bancarias y similares, con objetivos obvios de negocio. No olvidemos que se orienta a diez/quince años vista. Lo mismo diría acerca de la evaluación de las competencias.
¿La formación universitaria y la Formación Profesional deberían hacer más énfasis en el desarrollo de las competencias transversales para mejorar la empleabilidad de sus titulados?
Por supuesto. En la universidad, tal como están organizados los estudios bajo la férula de la atomización predicada por el estilo boloñés, es improbable que los planes de estudio cuiden y mimen el desarrollo (nada fácil, desde luego) de competencias (destrezas, saberes, modos de poner en práctica) mínimamente exigibles en un orden laboral racional y responsable. Pero no caigamos en la ingenuidad de que las competencias se adquieren en la universidad. Allí quizá es donde se podrían perfeccionar, como mucho, las adquiridas en la familia, la escuela y la vida. Otro asunto muy distinto es la formación de esas actuaciones y destrezas en los estudios de formación profesional (y antes, por ejemplo, como antes comentábamos, en la misma familia). Los profesores de formación profesional, sobre todo los de los dos primeros ciclos, tienen ahí un enorme reto, porque, aunque quieren hacerlo lo mejor posible, nadie les ha explicado cómo usar la didáctica general y la didáctica especial para hacerlo. En este sentido la enseñanza en España, ha retrocedido bastantes años. Hemos escrito libros y ensayos al respecto pero las instituciones estatales y autonómicas aún no se han puesto las pilas para traducir la enseñanza y el aprendizaje a términos competenciales. Los programas no han variado apenas.
Un 62% de los trabajadores españoles cree que las redes sociales ayudan a encontrar empleo. ¿Qué papel juegan las TIC en el proceso de buscar y encontrar trabajo? ¿Las redes sociales realmente facilitan la búsqueda de trabajadores cualificados o por el contrario pueden dar una imagen "poco profesional" del candidato?
Yo creo mucho más en los contactos personales, en la confianza entre empresarios y futuros trabajadores, en la amistad real y en la relación con el orientador profesional o el tutor. Todos esos amigos "virtuales" nos sirven de muy poco a la hora de buscar trabajo. Hay que decir, no obstante, que para buscar trabajo hemos de tener cierta garantía de que lo hay, de que existen bolsas de trabajo. El uso de las tecnologías sí podría ser útil para informarse sobre plazas y ofertas de trabajo, pero para poco más. Ya sabéis lo que nos explicaban los canadienses (ya en los años ochenta): que habían creado los "Job Clubs" para reunir a las personas desempleadas porque era su socialización y la facilidad para comunicarse realmente –no virtualmente- unas con otras, el camino que más directamente llevaba al encuentro de un puesto de trabajo. El INEM de Barcelona hizo un tímido intento al respecto emulando esas sugerencias. Yo creo que las TICs serán útiles cuando –en un futuro que espero esté muy lejano- todos hayamos aprendido a vivir como Robinsones Crusoes en nuestras islas personales, totalmente aislados del resto de la gente.
¿Qué le recomendaría a un joven que acaba de titularse y se dispone a buscar su primer empleo?
Supongo que cuando decís "un joven" también os referís a "una joven".
Para ambos sexos, yo diría que si en su casa (por desgracia) no le han hecho ir a trabajar alguna vez (veranos, fiestas, fines de semana, vacaciones, voluntariados, a domicilio, etc.) y/o en sus centros de estudios medios o superiores no le han ayudado o aconsejado sus tutores o sus orientadores, que admita cualquier empleo, el primero que le salga y sin condiciones. No tiene nada que ver si está o no directamente relacionado con su titulación, o si está requetebién remunerado, porque ha de cazar la oportunidad al vuelo y ese trabajo –como cualquier otro- le permitirá desarrollar alguna de las competencias laborales transversales sobre las que antes me preguntabais. El trabajo es, justamente, el trampolín que le ayudará a dar el salto a otra actividad y, poco a poco, a su emancipación.
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