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Enric Renau. Consejero delegado de Educaweb y presidente ejecutivo de DEP Institut
¡Hey! Es el nombre de una nueva publicación de Educaweb que pretende avisar a nuestros lectores de algún hecho excepcional, destacar alguna situación, señalar algún dato, o resaltar algún artículo o entrevista que creemos especial. Haremos hincapié en todo lo que los interesados en el mundo de la educación, la formación o el trabajo no os deberíais perder.

En esta primera edición, querría repasar algunos datos sobre el mercado de trabajo y la formación.

En primer lugar, debemos ser conscientes de que la mitad de la población se considera activa (puede trabajar) y la otra no (por ser demasiado joven, demasiado mayor o discapacitada). De la población activa, una de cada cinco personas busca trabajo y no lo encuentra. Son los parados. Es uno de los récords olímpicos que tiene nuestro país. Ya sea porque han perdido su puesto de trabajo o porque no tienen manera de insertarse en el mercado. En el caso de los jóvenes menores de 24 años, esta cifra aumenta hasta el 43%.

Eso significa que el 40% de la población está financiando con su sueldo al resto, ya sea por solidaridad generacional (hijos jóvenes o padres jubilados) o debido al modelo socioeconómico que tenemos.

También tenemos datos de la economía sumergida. Según la Fundación de las Cajas (FUNCAS), en España hay un millón de puestos de trabajo informales. La economía informal, especialmente en los servicios a las personas (gente mayor, cuidado de niños, clases particulares, jardinería, trabajos domésticos) es, por lo tanto, la otra cara de la moneda.

Si pudiésemos "regularizar" estas actividades económicas informales con medidas políticas y legislativas que otros entornos próximos ya han aplicado y si cultural y socialmente no aceptásemos con resignación que jóvenes y adultos puedan estar en paro de larga duración, las estadísticas serían diferentes.

Sabemos que la principal causa del paro nacional tiene que ver con un sistema productivo, precisamente poco productivo, una legislación laboral que no estimula el mantenimiento de los puestos de trabajo y una valoración baja del capital humano de muchas empresas.

También tiene mucho que decir el hecho de que el sistema educativo propio genera abandono prematuro antes de acabar la enseñanza obligatoria (30%), instruye en conceptos matemáticos, comprensión lectora y ciencias, pero no en saber aplicarlos (posición 29 en el ranking PISA) y además es polarizado (débil en formación profesional y, en algunos casos, excesivo en enseñanza universitaria). Somos un país que invierte poco en formación y menos aún en formación continua.

¡Hey! Se acabaron los lamentos. El diagnóstico está claro y bastante consensuado. Ahora hay que avanzar en las soluciones. Eso es, priorizar los sectores con más potencial de crecimiento (tecnológico, servicios de conocimiento para las empresas y cuidado de las personas, economía verde, etc.); fomentar la internacionalización de las empresas y la movilidad de las personas; facilitar la transferencia de conocimiento entre los centros de investigación (universitarios o no) hacia las empresas y la innovación productiva; eliminar los privilegios de algunos estamentos aún vivos y los corporativismos de instituciones que poco aportan y dar juego a la iniciativa de emprendedores tanto del sector mercantil como sin ánimo de lucro.

Es necesario tener gobiernos rigurosos, que defiendan a los ciudadanos y que tengan los pies en la tierra; y una sociedad que no estire más el brazo que la manga ni que sus ciudadanos acepten acríticamente vivir como nuevos ricos cuando ya no son ni ricos.


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