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Pensamiento sistémico y perfil emprendedor

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Antonio Ramírez del Río. Director de Soluciones de Gestión y Aprendizaje Grupo Sanromán, Consultoría y Formación
No hace mucho tuve la ocasión de participar en una discusión acerca de las implicaciones del pensamiento sistémico en la conducta de emprendimiento. En concreto, respondí a una pregunta ciertamente provocadora. Más o menos rezaba así: ¿si el pensamiento sistémico es tan potente, entonces por qué los pensadores sistémicos no son millonarios? Aunque desde un punto de vista meramente emocional o psicológico la pregunta tiene "gancho", desde una perspectiva lógica se trata de un planteamiento que no se sostiene.

Cuando se infiere que la comprensión holística de los fenómenos (es decir, lo que nos puede aportar el pensamiento sistémico) trae como consecuencia el enriquecimiento económico, se asume una premisa sin que exista un fundamento previo. Siguiendo la lógica de la pregunta, si el pensamiento sistémico contribuye a la comprensión amplia y profunda de los fenómenos, entonces éste también traerá consigo el enriquecimiento económico. Como bien podremos percibir, se trata de un razonamiento sesgado.

La propia pregunta es el ejemplo de un pensamiento lineal que como ya demostró Lewis Caroll cuando escribió Alicia en el País de las Maravillas, puede llevar al más chocante de los absurdos. El enriquecimiento económico es consecuencia de la conducta emprendedora dentro de un entorno incierto y complejo. Por tanto, son muchas las variables que interaccionan entre sí para terminar produciendo tan ansiado resultado. Éstas variables provienen del propio individuo, tanto como de sus circunstancias. Son estas interacciones múltiples las que determinan el hecho de enriquecerse económicamente o no. Pero difícilmente un factor aislado como el pensamiento sistémico puede producir semejante resultado por sí mismo.

Más aún, el pensamiento sistémico ni siquiera es la variable más determinante en lo que a capacidades individuales se refiere. Estoy convencido de la importancia de tener una comprensión amplia de la realidad a la hora de influir en nuestro destino. Dicha comprensión aportaría el mejor de los fundamentos a nuestras elaboraciones estratégicas en el ámbito empresarial, como en cualquier otro ámbito de la vida. Sin embargo, son otros factores, más pedestres si se quiere, los que determinan el éxito empresarial.

Me refiero a tener una idea sencilla y poco explotada (una buena idea), algo que a menudo es consecuencia del azar. A ello cabe añadir un alto componente de iniciativa, persistencia, ambición y tolerancia a la frustración. Estas capacidades, relacionadas con la acción, son mucho más determinantes que la profundidad y la amplitud de nuestros análisis. En efecto, dentro del mundo de libre mercado en el que nos desenvolvemos, se puede ser extremadamente inteligente y extremadamente pobre a la vez. Para ser materialmente rico, es mucho más crítica la motivación que la capacidad y amplitud del pensamiento.

Ello no quiere decir que el pensamiento sistémico sea un factor despreciable. El pensamiento sistémico es un medio o una herramienta que puede marcar la diferencia entre la excelencia y la mediocridad. Por ejemplo, dado un grupo de personas emprendedoras, dentro de un mismo entorno o mercado, con una implicación, persistencia, ganas, etc. equivalentes entre sí, sería más probable que aquellos emprendedores con una capacidad de comprensión mayor fueran también los más exitosos.



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