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¿La modificación de los criterios de acceso de los titulados de FP a los estudios superiores universitarios responde solamente a criterios pedagógico-académicos?
Artículo de opinión
Considero que a esta cuestión, y más teniendo en cuenta las diferentes reacciones que está teniendo en la comunidad educativa, no se puede responder con un posicionamiento apriorístico, ya bien sea a favor o en contra, y que es conveniente abordarlo desde los diferentes ámbitos que se interrelacionan.
Desde un primer ámbito de análisis más general, las novedades que incorpora la próxima convocatoria, en relación con el acceso de los titulados en FP a las enseñanzas universitarias, unificando requisitos para las vías de Bachillerato y FP, en una primera consideración más academicista se puede interpretar como una medida garantista para que los estudiantes que acceden a un grado universitario lo hagan en unas condiciones que garanticen que podrán seguir los estudios con la preparación previa más adecuada.
Como conclusión de este primer razonamiento se puede pensar que es una medida que armoniza en un único procedimiento los diferentes itinerarios que existen, exceptuando otras vías específicas como son, entre otras, el acceso de los mayores de 25, 40 i 45 años que, respectivamente, tienen reservadas unos determinados porcentajes de plazas que las diferentes Universidades deciden entre qué titulaciones se aplicarán y en qué número concreto se repartirán para cada una de estas titulaciones (en línea con el derecho a la formación a lo largo de la vida, en todos los casos se tiene en cuenta la madurez de los candidatos).
En un segundo ámbito de análisis más pormenorizado en términos de si se busca la igualdad de oportunidades entre estudiantes podemos plantearnos si, a causa de una novedad que se decidió a finales de 2010, un estudiante que no ha cursado con anterioridad unas determinadas materias específicas en el Bachillerato se encuentra en una situación de inferioridad. Poniendo un ejemplo concreto, vemos que en el caso específico de un estudiante que finalice la FP de Grado Superior el curso 2010-2011, hemos de tener en cuenta que, suponiendo que terminó el Bachillerato en el curso 2008-2009, durante su proceso formativo se le ha informado de tres criterios diferentes para acceder a la Universidad desde la FP.
Como conclusión de este segundo razonamiento podemos convenir que nuestro hipotético estudiante ha vivido y está viviendo en un proceso de inseguridad académica permanente por lo que respeta a las condiciones académicas vigentes cuando finalizó el Bachillerato, cuando finalizó el primer curso del Ciclo Formativo de FP y cuando está a punto de finalizar sus estudios de FP.
En un tercer ámbito de análisis más normativo, podemos detenernos a reflexionar sobre qué ha motivado los cambios que estamos analizando. En el modelo de acceso anterior a la LOE se reservaba un cupo de plazas para los estudiantes de FP en el acceso a los estudios universitarios, que se repartía en una horquilla de porcentajes según fueran las carreras universitarias y las especialidades cursadas en FP: los estudiantes de FP competían entre ellos y no con los de Bachillerato. La experiencia nos demostró que no se producían disfunciones significativas en la aplicación del modelo que, por otra parte, tenía un largo recorrido histórico en la posibilidad de continuar estudios desde la FP a la Universidad.
La LOE introdujo una modificación substancial en el criterio de acceso de los titulados que suponía el acceso directo a todas las titulaciones, modificación que, cuando se ha hecho efectiva el curso 2010-2011, ha tenido como resultado una serie de disfunciones en determinadas titulaciones universitarias. Y resalto que ha sido en determinadas titulaciones porque, quizá previendo lo que podía suceder con la aplicación de la modificación normativa, en algunas titulaciones, que tienen alta demanda y un plus de prestigio social, mediante la posibilidad de poder optar voluntariamente a alcanzar una puntuación extra en las pruebas de acceso se consiguió que la práctica totalidad de las plazas fueran ocupadas por estudiantes que procedían de Bachillerato: la puntuación extra, que nada más se podía obtener a través de las pruebas de selectividad, fue suficiente para que casi ningún titulado en FP accediera a determinados grados universitarios.
Como conclusión de este tercer razonamiento considero que es licito plantearse la duda de si la nueva medida ministerial obedece a motivos pedagógicos-académicos o obedece al rechazo social que, en algunas titulaciones, se ha dado a la situación que un gran número de estudiantes provenientes de la vía de Bachillerato no hayan podido acceder. Viendo cómo ha evolucionado el proceso, podríamos pensar que en la decisión tomada ha pesado más el criterio de adecuar la oferta de plazas limitadas a la gran demanda de solicitudes para ocuparlas.
En un cuarto ámbito de análisis, y a falta de ver los resultados académicos que obtengan los estudiantes que, procedentes de la vía de FP, están finalizando el primer curso del Grado universitario que han iniciado el curso 2010-2011, podemos preguntarnos sobre el alcance de la prevención académica que se ha planteado hacia la adecuación de los titulados de FP para cursar una especialidad universitaria diferente al campo académico de la especialidad profesional cursada. Podemos observar que la prevención abarca unos amplios límites que van entre una prevención general referida al titulado de FP con estudios previos de Bachillerato, que no ha cursado unas determinadas materias de modalidad, a una prevención más específica referida al titulado de FP que accedió a sus estudios profesionales por vías diferentes a las del Bachillerato.
De las situaciones expuestas podemos convenir que la menos controvertida es la del titulado de FP que, habiendo cursado previamente el Bachillerato, sigue un itinerario académico en que hay una continuidad y adecuación entre las materias cursadas en Bachillerato, la especialidad cursada en FP y el Grado universitario que se quiere cursar. Como conclusión, considero que la prevención mayoritariamente se orienta hacia determinados itinerarios seguidos por titulados de FP que, desde una perspectiva academicista, no tienen acreditada una continuidad de objetivos y contenidos académicos.
En un quinto ámbito de análisis me centraré en el caso de Cataluña, en que, en el curso 2010-2010, el 15 % del conjunto de los estudiantes universitarios proceden de la vía de FP y en el caso de algunas titulaciones, como son Educación infantil, Educación social y Enfermería son mayoría los estudiantes titulados en FP (en cursos anteriores, aplicando el modelo LOGSE, en algunas titulaciones de ciclo corto, mayoritariamente del ámbito técnico, sobre un 25 % de los alumnos de primer curso procedían de FP). Si consideramos que en un gran número de titulaciones se da la circunstancia de que los titulados de FP tienen la opción de solicitar algunas convalidaciones, en torno al 20-30 % del total de los créditos, nos encontramos que con el nuevo criterio de acceso los titulados de FP tienen que demostrar, preventivamente, una adecuación para iniciar un Grado universitario, demostrando su capacidad en relación con el campo de conocimiento, y una vez que puede acceder ya puede solicitar unas convalidaciones en que se le reconoce tácitamente que, en el momento de finalizar los estudios de FP, ya poseía la capacidad para cursar con aprovechamiento, por lo menos, los créditos susceptibles de ser convalidados: con las reservas que siempre existen, podemos convenir que se da una situación que, en un gran número de casos, como mínimo podemos considerar de paradójica.
En un sexto ámbito de análisis invito al lector a ampliar el campo de observación situando la cuestión más allá de la competencia, legítima en todo caso, que se establece entre estudiantes de FP y de Bachillerato por un número limitado de plazas universitarias. Poniendo como objeto de observación los estudios de FP, centrándonos en los Grados Superiores, podemos convenir que es un nivel de estudios que, al menos en teoría, tiene un encaje óptimo en nuestro mercado laboral al responder a unos perfiles profesionales que incorporan un alto grado de conocimientos técnicos tanto en la teoría como en la práctica (aspecto práctico que desde muchos ámbitos técnico-profesionales, e incluso académicos, se le encuentra a faltar a un número importante de grados universitarios).
Siguiendo este razonamiento podríamos convenir que un estudiante que opta por seguir un itinerario de Bachillerato - Formación Profesional - Universidad alcanza un nivel óptimo de formación, tanto desde el punto de vista teórico como práctico. En el caso de seguir un itinerario con cambios entre modalidades y especialidades podríamos plantearnos, desde un punto de vista académico, si se pueden producir algunas disfunciones. En todo caso, cuando no se plantea dicha cuestión en la LOE podemos concluir que para intentar solucionar unas disfunciones puntuales se ha introducido un cambio substancial en el mandato que se deriva de la LOE: así pues, considero que en el cambio que se ha dispuesto en la aplicación de la LOE es cuestionable tanto el fondo, la interpretación, como las formas seguidas.
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