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"Si hablamos de fracaso y abandono en general, creo que para reducirlo lo primero es abordar los catalizadores negativos: evaluación academicista, repetición, falta de continuidad"
Entrevista
La situación es que, de cada diez alumnos, "fracasan" tres y "abandonan" cuatro, un desastre que no puede permitirse nación alguna. La situación económica general tiene poca repercusión en los índices de fracaso, y la coyuntura económica prácticamente ninguno. Si que lo tienen en los índices de abandono, pues el peso de sectores como la construcción, la hostelería, el comercio detallista y otros que pueden funcionar con mano de obra muy poco cualificada hace que sea más fácil la transición de la escuela al trabajo para los jóvenes sin estudios.
Por eso se da la paradoja de que comunidades autónomas con un nivel de renta muy alto, como las Islas Baleares, tengan también tasas de abandono muy elevadas, y por eso es posible que en el momento expansivo del ciclo hubiera mayor abandono y ahora, en la recesión, disminuya. Pero cuando decimos todo esto no deberíamos olvidar nunca algo mucho más importante: que esos jóvenes que dejan o no dejan la escuela según cuál sea el tono del mercado de trabajo están, en todo caso, deseando abandonarla.
¿Qué factores intervienen en el fracaso y el éxito escolar?
Del lado del alumno intervienen factores sociales como el sexo, la clase social, la nacionalidad, la pertenencia étnica o la pobreza, además de otros individuales como la capacidad o la responsabilidad, que pueden ir asociados a los anteriores o tener entidad propia. Tienes más probabilidades de fracasar si eres varón, hijo de trabajador manual, gitano o árabe, extranjero o simplemente pobre o marginal.
Del lado de la institución intervienen, ante todo y sobre todo, la profesionalidad y capacidad de los docentes y la calidad y consistencia de los centros. Intervienen también mecanismos perversos como una evaluación academicista y formalista, el abuso de la repetición de curso o la falta de vías de continuidad para quienes no se gradúan en la ESO, que son muchos.
¿Qué diferencias hay entre fracaso escolar y abandono escolar?
Administrativamente, fracaso es no terminar con éxito la ESO, mientras que abandono (prematuro o temprano) es tener entre 18 y 24 años sin haber obtenido al menos un título reglado postobligatorio (básicamente, bachillerato o formación profesional de grado superior) ni estar matriculado en los estudios conducentes a ello. Con el criterio citado, por ejemplo, un alumno que deja el sistema antes de los dieciséis años, o con éstos, sin llegar a sexto, quedaría clasificado como un caso de fracaso, cuando en realidad se trata de la forma más flagrante de abandono. Por el contrario, otro que intentase durante años terminar un ciclo post-obligatorio sin conseguirlo sería clasificado como abandono, siendo en realidad fracaso. La casuística es bastante más amplia, y aun habría que añadir a esos alumnos que, permaneciendo en las aulas, tienen la cabeza en otra parte, y no me refiero a un día sino a todos, lo que solemos llamar absentismo interior.
Los conceptos simplificados de fracaso y abandono tienen, no obstante, la virtud de llamar la atención sobre dos cuestiones fundamentales: aunque la sociedad considera que debería asegurar para todos y cada uno de los ciudadanos, al menos, diez años de escolarización exitosa, con tres de cada diez no se logra (fracaso). Y, aunque las previsiones económicas apuntan que habrá muy poco empleo (además de malo) para quien no tenga, al menos, una cualificación media, o sea, un título post-obligatorio (probablemente no más de uno o dos de cada diez empleos), cuatro de cada diez jóvenes salen de la escuela sin el mismo.
Algunos expertos apuntan a que existe un elevado porcentaje de abandono universitario. ¿Cuál es la situación real en la universidad? ¿Qué acciones pueden llevarse a cabo para mejorar esta situación?
Al contrario: existe abandono universitario, por supuesto, pero la tasa española es notablemente más baja que la media europea. Dados los mayores niveles de fracaso y abandono en la enseñanza preuniversitaria, nuestros resultados digamos que discretos en las pruebas internacionales y el hecho de que nuestro sistema, aun no siendo brillante, parece ser igualitario, cabría esperar precisamente lo contrario, pero no es así. Lo que hace pensar que, de forma paradójica, tenemos, al menos a la hora de la evaluación, un subsistema preuniversitario demasiado exigente y un subsistema universitario demasiado laxo, justo lo contrario de lo que debería ocurrir.
¿Qué propuestas o metodologías didácticas pueden contribuir a reducir el fracaso escolar y el abandono prematuro de los estudios?
Muchas, no creo que se pueda señalar esta o aquella receta como la llamada a solucionar el problema, aunque no falte a quien le gusta hacerlo. Si algo hemos aprendido con el tiempo y la expansión del sistema escolar es que hay muchas vías hacia el éxito y la permanencia y otras tantas hacia el fracaso y el abandono. Si hablamos de fracaso y abandono en general, creo que lo primero es abordar los catalizadores negativos ya mencionados: evaluación academicista, repetición, falta de continuidad.
En los términos más generales, debemos hacer también que el aprendizaje sea relevante para los alumnos. Más allá de eso lo que hace falta es que los centros elaboren buenos proyectos educativos y los contrasten con sus resultados y que los profesores tomen en serio su trabajo, cooperen en su realización, tengan apoyo y sean reconocidos a priori y cuando lo hacen bien.
Si alguien se lo pregunta, debo añadir que, cuando hablamos de un treinta o un cuarenta por ciento de fracaso o abandono no cabe ya decir que "lo más importante es la familia", pues lo más importante es la escuela (otra cosa sería para porcentajes mucho más bajos de adolescentes irreductibles o inalcanzables). Pero, insisto en ello: hay muchas vías hacia el éxito y corresponde buscarlas y encontrarlas a los centros, con sus proyectos, y a los profesores, en sus prácticas profesionales: los demás estamos ahí para apoyar, para llamar la atención sobre las debilidades y potenciar los puntos fuertes, nada más.
¿Qué importancia tienen las TIC en la prevención del fracaso escolar? ¿Y el aprendizaje por competencias?
Las TIC abren un mundo de oportunidades, pero no garantizan nada por sí mismas, sobre todo si no se utilizan o se utilizan para hacer lo mismo de siempre, sin más. Pero también suponen un mundo de riesgos, y no me refiero a la banalidad, el consumo depredador o la pederastia, como tantos padres y profesores temen, sino al riesgo evidente de la escuela trate con métodos del siglo XIX a niños adolescentes y jóvenes que corresponden plenamente al XXI.
Esa es la brecha digital que verdaderamente nos amenaza: el divorcio entre cómo acceden a la información y al conocimiento dentro de la escuela y fuera de ella, entre unas redes que les ofrecen libertad, interactividad, reconocimiento, aprendizaje autónomo, creación cultural, etc. y una institución que depende demasiado de la disciplina, la transmisión vertical, la evaluación divisiva, los procesos heterónomos o la receptividad pasiva.
En cuanto al aprendizaje por competencias, es algo extendido hace mucho en el mundo de la formación en y para el empleo y tiene la virtud, creo, de acercarnos a modelos de enseñanza y aprendizaje más guiados por la relevancia para el que aprende y para su futuro y en la aplicabilidad de lo aprendido en situaciones no escolares.
¿Qué importancia tiene la orientación académica y profesional en la prevención del fracaso académico en bachillerato, ciclos formativos y la universidad?
La importancia de la orientación no puede ser minusvalorada, pues es de pura lógica que todos tenemos distintas disposiciones, capacidades y anhelos, pero querría subrayar algo más específicamente dos cuestiones. La primera es la tradicional aversión española hacia el trabajo manual, la falta de una cultura emprendedora y la inclinación a convertirse en funcionario, que se traduce en una pirámide escolar forzada y torcida. Más que una pirámide, lo nuestro es un diábolo, con cuatro abandonos, cuatro universitarios y dos titulados medios por cada diez. En suma, va demasiada gente a la universidad en relación con la demasiado poca que sigue estudios post-obligatorios, o con la extraordinariamente poca que sigue estudios post-obligatorios no universitarios. Además, acuden masivamente a las especialidades literarias, académicas, vinculadas a la función pública, en detrimento de las científicas y técnicas.
Por otra parte, creo que todavía tenemos muchas cosas que aprender y mucho camino que recorrer en el terreno de la orientación. Los orientadores aprenden algo de psicología, como si la elección de un oficio o una carrera tuviera sobre todo que ver con no se debe qué características innatas, interiores o esenciales de los jóvenes, en vez de aprender sobre el mercado de trabajo, las características reales de cada grupo profesional y de si entorno, que es lo que en realidad llama la atención de adolescentes y jóvenes e influye en sus decisiones, aunque a menudo lo haga a través de imágenes mal informadas. Lamentablemente, son orientados por gente que nunca ha pisado otro mercado de trabajo que la escuela y que tampoco lo ha estudiado siquiera un poco.
¿Qué opina de las acciones que se están llevando a cabo desde las administraciones públicas? ¿Considera que deberían implicarse más?
Me suena extraño hablar de la "implicación" de las administraciones. Si acaso diría que intervienen demasiado, o que no siempre intervienen donde deben. Estaría encantado de que dedicásemos una mayor proporción del producto interior bruto a la educación, se reforzaran los servicios centrales y de apoyo, se multiplicara la investigación, etc., pero creo que la cuestión central es cómo deben intervenir las administraciones. Y, para mí, su papel consiste en hacer posible que los centros elaboren y apliquen buenos proyectos y que los profesores desarrollen buenas prácticas sobre el terreno, que es donde hay que tomar las decisiones, lo cual pasa por apoyarles con medios y acompañarlos, por fomentar la iniciativa y asumir la posibilidad de errores, pero también consiste en hacer exigibles esos proyectos y esas prácticas, evaluando a centros y profesores, procesos y resultados, y obrando en consecuencia con mecanismos ágiles y flexibles de control e incentivación.
¿Qué países están realizando buenas prácticas para reducir el fracaso escolar?
Muchos, aunque algunos mejor que otros. Yo diría que están en cabeza aquellos países que creen en su sistema educativo, aquellos en los que los profesores tienen claro que todos o casi todos los alumnos pueden alcanzar el éxito, que están en ese trabajo porque lo han elegido y les gusta. Hace ya tiempo que nosotros pasamos ese umbral en el que el fracaso o el abandono pueden atribuirse al atraso de la población o a la penuria del sistema. Ahora debemos centrarnos en cómo lo hacemos, que provecho sacamos de los abundantes recursos de que disponemos, cuál s el grado de dedicación, competencia y profesionalidad de nuestros educadores y cuál es el nivel de eficacia y eficiencia de nuestros centros. No creo, tampoco en esto, que haya una vía: algunos países han obtenido magníficos resultados a través del refuerzo de sus escuelas públicas, una administración más centralizada, etc., mientras que otros lo han hecho introduciendo mecanismos de cuasi-mercado.
En nuestro caso, creo que sería importante reforzar el control de los centros privados por las administraciones públicas, introducir sistemas de control e incentivos más eficaces en el sector público, reforzar las competencias de los cargos directivos, el control por las familias y la participación de la comunidad, ampliar y hacer efectiva la autonomía de los centros.
¿Es necesario un cambio a nivel social, además de educativo, para mejorar la situación?
Supongo que los cambios sociales pueden ayudar a cualquier fin, lo mismo que obstaculizarlo, pero dicho eso creo que hay que subrayar precisamente lo contrario. El llamado principio de la navaja de Occam en la ciencia aconseja no buscar una explicación más enrevesada ni más lejana mientras puedas tener una más simple y más cercana que no se haya demostrado falsa. Los problemas escolares, empezando por el fracaso escolar y el abandono escolar, son eso, problemas escolares, que tienen raíces fundamentalmente escolares y deben tener soluciones principalmente escolares. Invocar una y otra vez las responsabilidades de la familia, las administraciones o la sociedad para concluir siempre que no están ala altura de las circunstancias (lo mismo que echar la culpa al nivel escolar anterior o al posterior), que ellos no cumplen sus deberes pero nosotros sí, es simplemente echar balones fuera. Una retórica que sólo quiere elaborar una coartada, eludir la responsabilidad propia y anunciar que, la próxima vez, tampoco lo haremos mejor.
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