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El éxito y el fracaso escolar
Editorial
Si ponemos más énfasis en el análisis de los éxitos escolares, es decir, en aquello que funciona, y dedicamos los cambios de timón, los presupuestos y la atención mediática en los logros, se creará una dinámica favorable para impulsar los cambios para reducir el fracaso.
Aunque, mayoritariamente, el sistema educativo universal prepara a los jóvenes del país, a veces en condiciones difíciles, existe un porcentaje excesivamente elevado de chicos y chicas que, una vez finalizada su permanencia en la escuela –obligatoria, por cierto-, no han obtenido completamente una preparación mínima que les permita vivir de forma autónoma en la sociedad, encontrar un trabajo, organizarse de forma independiente y comportarse de forma cívica, responsable y tolerante.
El fracaso escolar va más allá, pues, del rendimiento escolar –las notas- y sugiere algo más preocupante: Una parte de la población joven entra en el mundo adulto con inferioridad de condiciones y con una alta probabilidad de tener otros fracasos en el ámbito laboral y cívico.
Las respuestas ante la magnitud de la tragedia son multidimensionales. En este mismo monográfico se aportan estrategias de mejora en el ámbito pedagógico y de las técnicas de aprendizaje, en el campo organizativo de los centros y de los gobiernos, en la información disponible para la evaluación. Y añado, la dimensión social.
Por dimensión social de la lucha contra el fracaso escolar entiendo la sensibilización ciudadana respecto al problema. De los jóvenes en primer lugar y de sus familias. Es una cuestión cultural que tiene que ver con el sentido de la vida y las actitudes ante las cosas que tienen que ver con el esfuerzo constante y la progresión a lo largo de la vida versus el éxito espurio, la lotería o el pelotazo.
Cuando la sociedad deje de subestimar la importancia de este factor, probablemente la política incorporará la cuestión del fracaso como arma arrojadiza sino que tomará más medidas concretas.
Es evidente que el tema incluye tantas dimensiones que no se puede atacar por un solo lado. También está claro que falta verdadera determinación, en el sentido que algunas medidas quizás puedan exigir esfuerzos en otros sentidos, como son en la política de selección y formación del profesorado o en la definición del papel que tiene que hacer la escuela en la integración de la inmigración, por poner dos situaciones completamente distintas.
Mi sensación es que si ponemos más énfasis en el análisis de los éxitos escolares, es decir, en aquello que funciona, y dedicamos los cambios de timón, los presupuestos y la atención en los logros, se creará una dinámica favorable para impulsar los cambios para reducir el fracaso.
Pongo sólo un ejemplo. Sabemos de forma científica que más y mejor formación profesional reduce las probabilidades de paro y mejora la carrera profesional de un joven trabajador sin estudios. Valorémoslo y divulguémoslo. Facilitemos la formación profesional a los que no han tenido o sabido aprovechar las oportunidades en su momento.
Enric Renau
Editor
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