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Nuevas herramientas para mejorar la gestión en el aula
Artículo de opinión
El presente artículo, tratará de analizar como el profesorado puede mejorar sus técnicas de enseñanza a través de una formación permanente que le mantenga al día y le permita incrementar el valor de sus lecciones, cualquiera que sea su materia.
Como responsable de programas de una escuela de masters y programas directivos, tengo acceso a las inquietudes que plantea el claustro docente día a día. En los últimos años, he observado dos preocupaciones comunes con un crecimiento exponencial: las nuevas tecnologías y la heterogeneidad de los alumnos en un mismo programa.
Conforme se han ido implementando las nuevas herramientas en la gestión académica, ha crecido el interés de los profesores por conocerlas. He visto como estas tecnologías han afectado a los materiales entregados y usados en clase, pero también como los alumnos han dejado de usar los recursos físicos de la biblioteca en beneficio de Internet.
Por otro lado, el éxito de un programa depende en parte del grupo de alumnos que integran el aula de estudio. Si a esto le añadimos que, no es hasta que el profesor está en el aula interactuando con los participantes que se auto-elabora una imagen fiel del perfil del grupo, el triunfo puede estar comprometido.
Empezaré por el primer punto, el reconocer que el poder de la información ya ha hecho su aparición en las aulas. Ha tomado mayor importancia a través de la realidad virtual: bases de datos online, publicaciones online, recursos complementarios online, enciclopedias online, redes sociales, plataformas digitales, buscadores, en definitiva, un mundo paralelo que hace de la red una herramienta única hasta ahora y cargada de oportunidades.
Los alumnos vienen a clase con portátiles que están conectados a ese mundo virtual. ¿Por qué no aprovecharlo y transformarlo en una realidad académica? ¿Son tecnologías válidas sólo para ciertas materias o áreas? ¿Puede distraer la atención de lo que es realmente importante?
Aprender es lo que más importa. Y todas las áreas se pueden ver beneficiadas de un buen uso de Internet. Tener tal cantidad de información en la red al alcance, supone una gran innovación en el sistema educativo. Un simple "clic" y accederemos a páginas que complementarán lo que se está tratando en clase. ¿Por qué tendríamos que rechazarlo? Todo lo contrario, el docente tendría que ser el gestor de toda esa información para su uso en el aula. Apoyarse en recursos online le permitiría ampliar sus fuentes de información y de recursos para enseñar.
El principal problema que se encontraría entonces sería desde el punto de vista de racionalización de la información. Ni todo lo que se publica a la web es susceptible de ser adaptado como material docente, ni de lo que pueda ser aprovechable, todo es relevante. La gran marea de datos que surca Internet, podría hacer naufragar al mejor de los estudiantes si no recibe una buena guía de cómo utilizar esos recursos.
El dilema del profesor será cómo, cuándo y con qué fin utilizar esa información de que dispone. El paso previo será prepararse para navegar con soltura por los datos virtuales de la red.
En el proceso de aprendizaje se pueden destacar siete pasos que deberá dar el docente: i) el primero es aprender a reconocer que información es objetiva; ii) de que fuentes de información online puede fiarse; iii) cuáles son los datos creíbles; iv) conseguir la información en el momento oportuno; v) saber encontrar toda la información relevante; vi) que esté íntegra; vii) y en último lugar, como poder comparar unos datos con otros.
Como profesor, si tengo la respuesta a los siete puntos anteriores, podré guiar a mis alumnos en su acceso a Internet, y así complementaré mis sesiones, con material adicional y recursos complementarios. Y lo más interesante, podré acercarle un poco más al mundo real, cada vez más ligado a la realidad virtual.
Ese dominio de las fuentes de información que proporciona la nueva era de Internet, me ayudará como docente a conocer mejor al participante que tengo frente a mí. Tengo que conseguir que la realidad del grupo sea una ventaja y no un inconveniente en cualquiera de los casos.
Una solución utópica sería diseñar un proceso de admisiones estricto para alumnos con características idénticas, algo improbable, ya que se tendrían que abrir tantos cursos como alumnos estuvieran interesados. Es una realidad que todos somos diferentes y que tenemos inquietudes bien distintas unos de los otros. Hay que añadir que, para que una clase de master o programa directivo pueda tener el susodicho éxito, se necesita un número mínimo de asistentes que garantice participaciones e interacciones de calidad, y que no se convierta en una transmisión de conocimiento unilateral del profesor al alumno.
Otra solución acorde con la situación actual de las aulas, vendría por estar preparado para la diversidad del alumnado, es decir, formarse y así entender esas facetas diferenciales específicas de cada integrante del aula.
Los alumnos serán diferentes, y las motivaciones que les han llevado al programa, como los objetivos por los que lo cursan, así como su perfil personal al inicial el programa, serán también distintos. Lo que se tiene que intentar es que esa diferencia se convierta en una ventaja y nunca en un inconveniente. ¿Cómo se consigue? La experiencia nos irá ayudando año tras año, pero el prepararse para esa diversidad, acelerará el proceso y mejorará los resultados.
La gestión de esos cruces culturales, sociales o académicos obliga al docente a mejorar sus habilidades personales. Conocer la problemática de cada grupo podría mejorar la interacción profesor-alumno, y la dinámica general de la clase. Analizar las diferentes realidades existentes, permitirá un mayor grado de satisfacción y de cumplimiento de las expectativas, entendidas esas expectativas como los objetivos de aprendizaje de la materia.
El docente tiene que sentirse cómodo en el aula. La formación del profesorado pasa por una constante actualización de contenidos, metodología y puesta a punto general, además, de un mejor conocimiento del público al que se va a enfrentar en la clase. Ya no es suficiente dominar el contenido de la materia que se enseña y ser un buen transmisor. Los alumnos son de procedencias diferentes, con "backgrounds" a veces no homogéneos y posiciones en el mercado laboral muy distintas.
Que haya distintas nacionalidades en el aula tiene que enriquecer al grupo. Las diferencias en el perfil académico, tiene que aportar nuevos puntos de vista de una misma explicación. Cada uno de los participantes tendrá un punto fuerte que hay que saber reconocer para incentivarlo y que aporte valor al resto de compañeros. Los alumnos más jóvenes aportarán una mayor capacidad de estudio. Los de mayor experiencia complementarán con su conocimiento personal lo dicho por el profesor. Los que sufren una situación de desempleo tendrán más tiempo para dedicar al aprendizaje. Pero todos podrían ser válidos para tener su asiento en el aula.
Con esto no se está afirmando que todo vale. Los candidatos deben encajan con el perfil de participantes del programa. El profesor tiene que poder adaptarse al abanico de posibilidades que cubre el perfil de participantes del programa.
Por lo tanto, si desconozco estas diferencias entre alumnos y los aspectos positivos para el aprendizaje de las nuevas tecnologías, no me quedará más remedio que rechazarlos y vetarlos en mi aula, creando un grupo de futuros personajes incultos, al margen de esa realidad paralela tan al alcance de todos. Está en las manos de todo docente el poder mejorar la relación en el aula con el alumno, a través de una formación permanente adecuada.
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