No todos los jóvenes se encuentran en esta situación, pero no es menospreciable la cifra que nos indica que existe un abandono escolar en la ESO cercano al 30% y una tasa de paro juvenil cercano al 40%. Tampoco es desdeñable el dato del 54% de los jóvenes entre los 18 y los 34 años que dice no tener proyecto alguno por el cual sentirse especialmente interesado o ilusionado.
El contexto económico y las decisiones gubernamentales no ayudan. La legislación y las medidas políticas empujan a las empresas a despedir los trabajadores con menor indemnización y normalmente con menor formación.
El sistema productivo del país, poco basado en el conocimiento y en la productividad tampoco empuja suficientemente a los jóvenes a formarse, al menos hasta ahora, aunque, ya no hay duda que hay una correlación entre desempleo y baja formación.
Ello encierra en un circulo vicioso a las personas que ni han finalizado sus estudios ni aportan a las empresas un conocimiento adquirido del cual sepa mal desprenderse.
Esta generación Ni-ni es heredera, además, de los valores de sus familias. La búsqueda de seguridad y la aversión al riesgo, el hedonismo enfrente al espíritu del esfuerzo han caracterizado a sus padres en épocas de bonanza económica.
En cambio, como explica Eduardo Bericat en El País, a los jóvenes actuales no les resulta emocionalmente rentable comprometerse en un proyecto de vida definido porque piensan que estarán sometidos a vaivenes continuos y que difícilmente llegarán a buen puerto. Aplican la estrategia de flexibilizar los deseos y de restar compromisos; nada de esfuerzos exorbitantes cuando el beneficio no es seguro. Como el riesgo de frustración es grande, prefieren no descartar nada y definirse poco. A eso, hay que sumar un acusado pragmatismo -nuestros chicos son poco idealistas-, y lo que los expertos llaman el "presentismo", la reforzada predisposición a aprovechar el momento, "aquí y ahora", en cualquier ámbito de la vida cotidiana.
Una generación mimada diría mi madre, y seguramente describiría mejor que muchos sociólogos de pro. Y no vale sólo a culpabilizar a los jóvenes.
La crisis puede conllevar conflictos políticos, pero más que eso, yo contemplo una potencial fractura social entre los jóvenes que se salen con la suya y los que quedan en la cuneta, esperando un autobús que quizás no llegue o que cuando llegue estará lleno.
La solución no es el subsidio de empleo. Eso sólo es el parche.
Y la salida de los jóvenes al atolladero donde están metidos es y será suya y sólo suya.
Enric Renau
Editor