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Retos de la universidad en una España en crisis
Editorial
Hay muchos aspectos que nos indican el gran cambio que han hecho las universidades en los últimos años, particularmente, en la incorporación de alumnado y por consiguiente de docentes y también de investigadores. El problema de ahora, sin embargo, es de reducción demográfica, crisis económica y de financiación y de falta de apertura internacional. La rigidez corporativista y funcionarial de las universidades puede impedir un proceso de adaptación que existió cuando se trataba de crecer
Algunas de las conclusiones relevantes van a ser resumidas en este editorial para facilitar su comprensión.
La primera noticia es que a la universidad se le va a exigir, cada vez más que aseguren la empleabilidad de sus egresados y se analizará más en qué condiciones se facilitará su inserción laboral. Su función de transferencia tecnológica sigue pesando pero pierde algo de peso relativo. Por ello es muy importante que los centros de formación terciaria conozcan y evalúen el éxito en la colocación de sus titulados en el mercado de trabajo y que generen redes de colaboración con el tejido productivo.
El paro de titulados universitarios se ha duplicado (9,4%). Es cierto, pero el descenso del empleo no universitario ha sido muy superior entre la gente que no posee un título universitario y tiene una menor cualificación. De todos modos el aumento de desempleo universitario no ha sido comparable a nivel europeo ni compensado por la creación de proyectos de emprenduría, lo que nos tiene que hacer pensar en donde tenemos la piedra en el zapato: la falta de proyectos de alto valor añadido y de desarrollo de actividades económicas de alta cualificación, 6 puntos por encima de la media europea.
La universidad ha mejorado esta última década, porque ha formado a más gente, investiga mucho más y empieza a desarrollar patentes y a transferir tecnología y conocimiento a la sociedad y las empresas.
Pero, por otro lado, no ha sabido captar estudiantes de otros países ni estimular suficientemente que sus alumnos estudiaran una temporada larga en otros centros de otros países. Así mismo ocurre con el profesorado.
Por otro lado, se evalúan cada vez más y mejor la calidad docente y la institución en su conjunto (servicios, equipamientos, etc.) pero muchas de las actuaciones de los equipos dirigentes responden más a actitudes de carácter corporativista que no a dar solución real a los problemas existentes.
Por ejemplo, un dato sorprendente: a pesar del descenso demográfico del 6,9% de alumnos, el conjunto de las universidades españolas aumentaron un 6,8% el profesorado y un 8,2% el personal de administración entre el curso 2004-05 y el curso 2007-08.
La rigidez universitaria propia de la función pública menos eficiente y la falta de adecuación a los cambios sociodemográficos y a la actual crisis económica y de financiación pública puede ser un gran handicap para el desarrollo presente y futuro de las actividades académicas y de investigación que tienen su sentido y responden a una necesidad social demostrada.
La rigidez y falta de valentía de los centros universitarios se expresa, a su vez, con la poca especialización que impide una diferenciación indispensable en aquellos que quieran competir en un contexto internacional
Enric Renau
Editor
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