En la actualidad resulta fundamental contemplar el desarrollo de actividades formativas que incluyen el uso de recursos derivados de las Tecnologías de la Información. Un ejemplo de ello radica en la creencia general respecto a que asistir a una clase presencial, además de la presencia obvia del docente, obligatoriamente incluye como acompañamiento a su discurso una presentación powerpoint. Hoy en día, salvo excepciones centradas en la cualidad extraordinaria del docente como individuo famoso o expertísimo, consideramos que una actividad formativa está incompleta cuando no incluye recursos derivados de la aplicación de paquetes informáticos o similares.Así, en los últimos cuatro años los blogs, los portales web, las aulas virtuales, los espacios de intercambio de archivos multimedia (fotos, videos y/o presentaciones), entre otros recursos de la web 2.0, están creciendo de forma ininterrumpida, y su uso como herramientas de apoyo de la formación a distancia es cada vez más común, tal y como revela en investigador Manuel Area (2010).1
Por otra parte, en los últimos tres años el crecimiento de las redes sociales y su posicionamiento como elementos de comunicación e integración grupal han resultado espectaculares. ¿Quién, hoy en día, no forma parte de una red social? Si la respuesta es negativa el hecho mismo causa en el entorno un asombro parecido al que se vive cuando conocemos a una persona que no tiene teléfono móvil o que rechaza usar tarjetas de crédito. La cruda verdad es que nuestra vida moderna lo es por la incorporación de todas estas nuevas tecnologías, y da qué pensar cuando conoces o trabajas con alguna persona que descarta incorporar estas herramientas a su vida.
Respecto a las redes sociales, Area las clasifica en tres tipos: de propósito general (por ejemplo, Facebook), abiertas para compartir archivos (por ejemplo, Youtube), y temáticas o microcomunidades con un interés específico (por ejemplo, Google Groups).
Y serán estas últimas las que concitan el interés de los formadores, pues en ellas la cantidad de usuarios resulta irrelevante, siendo fundamental el propósito o comunidad de intereses de los participantes que forman parte de ellas.
Así, su uso como recurso docente a partir de generar un espacio colaborativo entre comunidades de profesionales tiene su base en dos argumentos fundamentales:
a) Los recursos que proporcionan permiten extender el proceso de comunicación indispensable para el éxito formativo, al facilitar un conjunto de intercambios que no se ve afectado por la distancia ni la temporalidad.
b) Permite cimentar el proceso de gestión del conocimiento, al facilitar los procesos de aprendizaje que moldean los criterios de aprovechamiento académico y profesional.
Es interesante el hecho de que hoy ya contamos con un conjunto de redes sociales docentes tuteladas por instituciones públicas o privadas que están sirviendo para mejorar el desarrollo profesional y personal de los docentes o tutores a distancia. A su vez, muchos de ellos han comenzado a desarrollar blogs personales que sirven para satisfacer tanto su necesidad de crecimiento profesional como para extender su campo de influencia más allá de los estudiantes matriculados en sus cursos.
En conclusión, solo estamos al inicio del camino, y el futuro inminente nos obliga a desarrollar rápidamente y de forma mucho más profesional nuestro objetivo como docentes: la formación profesional y su campo de acción. Y como respuesta a la pregunta que encabeza este artículo, diremos: sí, porque los recursos derivados de la tecnología de la información ya existen, los resultados asociados a su uso son positivos en su mayor parte, y porque el entorno así lo demanda.
Notas al pie:
Area, M. (2010). "Las redes sociales en internet como espacios para la formación del profesorado". Razón y palabra, Nº 63 (www.razonypalabra.org.mx/n63/marea.htm)
