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Invertir en talento, invertir en innovación

Editorial

Nuestro problema científico hoy tiene dos caras: la universitaria y la empresarial. Se producen "papers", pero no patentes. Pero a medio plazo hay motivos para ser optimistas. Las universidades, centros de investigación y las empresas son conscientes que estamos en un mundo abierto, en el que las mismas amenazas -fuga de talentos, deslocalización, concentración empresarial- conllevan grandes oportunidades si hay confianza en el futuro.


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Enric Renau. Editor
Según un estudio de UDIMA y CEF, el sistema español de I+D+i no genera confianza entre el colectivo de los jóvenes investigadores que trabajan en el territorio estatal, lo que provoca que un 60% de ellos esté mirando cómo marcharse al extranjero a trabajar.

Otro estudio realizado por DEP para la Fundación CTecno también recoge que los empresarios y directivos del sector tecnológico suspenden la I+D+i en cuanto a la inversión privada y pública, la transferencia de conocimiento y la adaptación a las necesidades del mercado.

Tenemos, pues, dos informes que sitúan negativamente la innovación en España, aunque, longitudinalmente, se mueven cosas en buena dirección, pero a un ritmo demasiado lento y, excesivamente a costa del déficit público.

Nuestro problema científico hoy tiene dos caras: la universitaria y la empresarial.

La cara académica ha demostrado que es capaz de formar buenos profesionales y de generar numerosa literatura científica – los denominados "papers" por parte de la ingente cantidad de investigadores financiados públicamente con los impuestos.

Pero, por otro lado, no se genera suficiente innovación, es decir, no se convierte bastante la ciencia en un producto o servicio que funcione en el mercado que provoque una aportación diferencial respecto a lo que ya existía. No se produce suficiente transferencia de conocimiento de los centros de investigación a las empresas, no se acercan las compañías a la universidad y no hay suficientes investigadores emprendedores que se atrevan a arriesgarse empresarialmente con su idea incipiente, quizás con el apoyo del capital riesgo.

Sin embargo, yo no soy pesimista a medio plazo. La globalización y el desarrollo tecnológico están permitiendo que pequeñas empresas con vocación internacional –small global business- y muy especializadas, estén desarrollando productos o servicios atractivos que pueden comercializarse de una forma relativamente asumible por parte de PIMES.

Las universidades, centros de investigación y las empresas son concientes que estamos en un mundo abierto, en el que las mismas amenazas –fuga de talento, deslocalización, concentración empresarial- conlleva grandes oportunidades sin hay confianza en el futuro.

La captación de investigadores o la recuperación de los mismos que puedan haber marchado un período de tiempo es una oportunidad. El comercio exterior y la inversión en otros países también lo son. El trabajo en red y la generación de sinergias a nivel internacional, asimismo.

Enric Renau
Editor


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