La realidad nos interpela a diario a tomar decisiones, desde primera hora de la mañana hasta última hora de la noche. Todas las acciones que elegimos condicionarán las siguientes con mayor o menor relevancia. Aprender a disfrutar con ésta dinámica cotidiana, asumir con naturalidad sus consecuencias negativas y positivas, y construir el propio camino es una de las lecciones más importantes de nuestra existencia.
Ya de infantes nuestra familia y la escuela nos intentan enseñar a elegir mejor. Si bien es cierto que en un primer momento se tiñe de un carácter más directivo, poco a poco se nos inculca el retrasar la recompensa por una gratificación superior, se nos propone valorar factores que escapan de lo inmediato, tener en cuenta los pros y los contras de varias opciones interesantes… conformando así parte de nuestro carácter, gustos e intereses.
Se hace necesario dar opciones válidas a los niños/as para que disfruten haciendo elecciones y conociendo sus resultados. Podemos empezar simplemente con la elección de dos prendas de vestir para el día de hoy, o dos lugares donde pasar juntos el fin de semana y que previamente ya habíamos seleccionado. El infante asume progresivamente su responsabilidad ante las decisiones que le plantean los adultos confirmando así su personalidad y su gusto.
Según vamos creciendo identificamos mejor nuestro estilo propio de pensamiento y de actuación, la semejanza y diferencia en gustos e intereses entre nosotros y los demás. Nace la necesidad de conformar nuestra identidad, ser esencialmente únicos aunque con clara vocación social en el grupo de pares.
Como un súbito conjunto de cambios bio-psico-socio-culturales la adolescencia dispone con exquisita ironía la oportunidad del propio caminar. En medio de la enmarañada tela de decisiones sobre el ocio, el estilo personal, la amistad, la autoestima, la autonomía, el respeto, etc. el joven no sólo busca con afán su sitio en el mundo, sino su propio camino a seguir, allí donde se siente cómodo y contento a pesar de las dificultades que puedan surgir. Comienza la ardua tarea de reflexionar y llevar a la práctica su proyecto personal de vida.
Si antes podía ser más o menos simple aportarle opciones al niño/a, ahora permitiremos al adolescente crear sus propias opciones haciéndole saber nuestro respeto sobre su camino dentro de un marco razonable que habremos conversado previamente. Sin embargo, es posible que en determinadas cuestiones que se puedan plantear no sintamos la seguridad necesaria para dar unas pautas concretas. En este caso es posible acudir a profesionales que orientarán a las madres, padres, familiares y profesores para saber cómo actuar y cómo ayudar al adolescente.
El acompañamiento u orientación vocacional, entendido en su significado más amplio, ayuda al joven a hacerse cargo de su propia situación. Reconocerse como parte activa de la sociedad en la que vive. Escuchar con atención la llamada de la realidad que le invita a responder con sus habilidades, capacidades, valores e intereses a mejorar su entorno y realizarse a sí mismos.
La preocupación y el agobio ante determinadas opciones suele abordar a los jóvenes de estas edades de forma temporal. Sin embargo, ante situaciones de desánimo general ante económicas difíciles, mercados con alta tasa de desempleo e instituciones desbordadas, la frustración juvenil se generaliza.
También colaboran en este desánimo los conceptos erróneos y tabúes sobre el esfuerzo laboral. En la memoria colectiva aparecen gurús donde con un par de buenas ideas se consigue la gloria, la riqueza y la fama. Se alimenta el derrotismo con la sobrevaloración de los puestos de trabajo, ya sea mediante sueldos que no corresponden con el alto perfil exigido, ya sea por la alta demanda para una oferta. Surgen expresiones populares que propagan el pesimismo como "yo se a ciencia cierta por un amigo que en esa empresa se entra por enchufe", "para trabajar mucho y ganar poco…", etc.
Estos y otros muchos factores pueden llegar a sembrar en nuestros jóvenes una auténtica indefensión adquirida, que les impida escuchar con atención esta llamada a comprometerse consigo mismos y con los demás. Por ello los profesionales de la orientación vocacional comprenden que estas dificultades son una oportunidad para renovar en los jóvenes, y con ellos la sociedad, los valores del esfuerzo y el trabajo como medios para el desarrollo personal y social.
Ayudarles a filtrar el desánimo, romper con los prejuicios y escuchar sus intereses e iniciativas permitirá a los agentes educativos junto a las familias acompañar a los jóvenes en su proceso de descubrimiento y creación de su proyecto personal.
Así pues, un programa de orientación y discernimiento vocacional, al menos ha de constar de:
- Reflexión de la trayectoria académica y experiencial, del mercado laboral, y de las motivaciones e intereses personales.
- Sesiones de concienciación y planificación del proyecto personal.
- Coordinación entre familiares y agentes educativos.
- Seguimiento y reestructuración de las inquietudes, puntos fuertes y débiles del proyecto personal.
Existen multitud de métodos e instrumentos para ésta primera acción con el joven. Quisiera remarcar que es fundamental no sustentar todo el camino en un único sistema y aplicado una única vez como si se tratara de una evaluación inicial. Sería conveniente reformular cuando se considere oportuno las conclusiones que se van obteniendo ayudando así a reconocer la evolución de sus propias motivaciones.
Tras este primer paso de detección y autoreconocimiento de los intereses y capacidades, el siguiente es la preparación conjunta de las sesiones de orientación. Orientador y orientado organizarán un planning de sesiones de conversación, de reflexión individual y grupal donde se reflejarán las inquietudes, las metas a corto y largo plazo, el conocimiento del mercado laboral y las opciones formativas que le permitirán alcanzar los objetivos propuestos.
Durante estas sesiones, así como en el resto de oportunidades educativas con los jóvenes y no tan jóvenes, se ha de hacer énfasis en la capacidad de autorreflexión sobre sus propias capacidades, sobre sus puntos débiles como oportunidades de mejora y sus puntos fuertes como elementos clave. Enseñarles a aprender a aprender y a autoanalizarse es otro de los pilares fundamentales para su desarrollo personal y profesional en un mercado y una sociedad en constante evolución.
En definitiva, la orientación no sólo ayudará a descubrir hacia dónde se puede encaminar su vida laboral y cómo resolver los conflictos que se puedan cruzar en su proyecto personal, sino que además le otorgará herramientas de identificación y desarrollo de capacidades transversales que le permitan crear un perfil profesional flexible, capaz de adaptar sus conocimientos, destrezas, intereses y aficiones a diferentes entornos.
Vivimos en una sociedad en constante cambio, donde el desarrollo personal a través de lo laboral pasa por una formación continua del trabajador tanto de competencias propias del puesto como de otras transversales que le permitirán avanzar en su carrera profesional dentro de la misma organización o sector como fuera de ellos. En estas circunstancias, las capacidades de adaptación y proacción son la clave del desarrollo personal, permitiendo al individuo autogestionar su propio proyecto personal reestructurando y renovando diariamente sus propias decisiones.