Además, la movilidad internacional, los nuevos yacimientos de empleo, las TIC, etc. hacen imprescindible que los profesionales tengan la cualificación adecuada y las competencias necesarias para desempeñar su actividad laboral eficazmente.
En el monográfico 208 sobre Formación para el empleo de Educaweb, hemos querido profundizar en la importancia de las competencias en la formación para el empleo y en los procesos de toma de decisiones a la hora de elegir los estudios profesionalizadores más adecuados.
¿Qué importancia deberían tener las competencias laborales en la formación para el empleo?
La finalidad de la formación para el empleo es dotar a la persona de los conocimientos necesarios para trabajar en una profesión concreta. A menudo, se realiza con la intención de mejorar la cualificación profesional de los trabajadores en activo y en otras ocasiones prepara al estudiante para un futuro laboral.
Los puestos de trabajo y sus funciones también han experimentado significativas transformaciones en los últimos años. Para desempeñar una ocupación ya no basta con adquirir los conocimientos técnicos y teóricos, también es necesario tener una serie de conocimientos transversales, destrezas y aptitudes que puedan aplicarse a otros empleos y empresas y que permitan resolver los problemas profesionales de forma autónoma y flexible. Estamos hablando de las competencias laborales.
Competencias básicas
El informe de la Secretary´s Commission on Achieving Necessary Skills"(SCANS) distingue entre competencias básicas y competencias transversales. Entre las competencias básicas encontramos las habilidades de lectura, redacción, matemáticas, etc.; aptitudes analíticas como pensar creativamente, tomar decisiones, aprender y razonar, etc.; cualidades personales como la responsabilidad, sociabilidad, gestión personal, entre otras.
Competencias transversales
Por otro lado, las competencias transversales tienen que ver con la gestión de los recursos (tiempo, dinero, materiales); las relaciones interpersonales (trabajo en equipo, liderazgo); gestión de la información; comprensión sistémica y el dominio de las nuevas tecnologías.
Teniendo en cuenta esta definición, nos encontramos que muchos programas de formación han quedado obsoletos, ya que se centran sólo en los contenidos y no tienen en cuenta las competencias. De hecho, según un estudio realizado por la Cambra Oficial de Comerç, Indústria i Navegació de Barcelona, las empresas catalanas puntúan con un 5,7 sobre 10 la oferta de Formación Profesional (FP) reglada que se imparte en Catalunya y el 37% de los encuestados señalan que los programas formativos no se adaptan a las necesidades reales de la empresa.
Evidentemente, la Formación Profesional no es el único aprendizaje profesionalizador, pero resulta indicativo que las empresas detecten problemas a la hora de trasladar los conocimientos adquiridos a la práctica.
Por eso, la formación para el empleo debe mejorar la calidad y eficiencia en el desempeño del puesto de trabajo, favoreciendo que los empleados conozcan mejor su papel en la organización y sean capaces de ser resolutivos en su actividad diaria. Formar a través de competencias implica sobrepasar la mera definición de tareas y tener en cuenta las funciones y los roles.
La orientación y la formación para el empleo
A menudo nos encontramos que la orientación en los centros de secundaria se centra en encaminar hacia unos estudios universitarios y, en cambio, se descuida toda la información y asesoramiento para considerar otros itinerarios formativos, como un ciclo formativo o, a otros niveles, un PCPI.
Además, se descuida un aspecto muy importante: el plan de carrera. A lo largo de toda la vida, las personas necesitan orientación para tomar las decisiones adecuadas respecto a su formación y su trabajo.
La importancia de la transición a la vida activa
De hecho, tal y como apunta María del Carmen Rodríguez Zafra en su artículo, debemos considerar que el individuo a lo largo de su vida se verá sometido a distintos tipos de transiciones. Una de las transiciones más importantes desde el punto de vista de la orientación académico-profesional es la transición a la vida activa.
Dicha transición supone una serie de cambios, es un movimiento hacia algo nuevo y diferente (para el individuo supone enfrentarse a una nueva realidad en la que tiene que aprender a desenvolverse), implica finalizar una etapa anterior (por ejemplo, concluye la Enseñanza Secundaria Obligatoria y se inserta en el mundo laboral) y que por lo tanto, requiere un proceso de adaptación.
El papel del orientador en el proceso de adaptación
Teniendo en cuenta lo dicho, las funciones del orientador en esta transición deben ir en la línea de favorecer la reflexión sobre la propia trayectoria, sobre el mercado laboral y las motivaciones personales, planificar el proyecto personal, etc.
Así pues, Félix Huelves afirma que las funciones del orientador a la hora de elegir la formación profesionalizadora son ayudar al orientado a reconocer sus intereses y capacidades presentes y futuras, como punto de partida para el camino del acompañamiento y discernimiento.
Por último, ya a nivel más general, los expertos consideran necesario difundir información general sobre los recursos y oportunidades brindados por el sistema: diversidad de la oferta formativa, medios, garantizar su gratuidad, soluciones formativas para las empresas, fórmulas para acreditar la cualificación de los trabajadores, etc.