Hay muchas profesiones estresantes. La actividad docente no es la única que comporta malestar laboral por la carga de trabajo, la intensidad en la relación emocional o la redefinición de su rol en la sociedad. Hay otras ocupaciones que no generan apoyo entre los que las ejercen, donde hay dificultades para trabajar en equipo o donde los usuarios a los que uno se dirige están desmotivados. O donde no hay recursos materiales e infraestructuras suficientes para realizar adecuadamente la tarea encomendada. O que no están muy bien pagadas.Pero no por que ello deja de ser cierto que el colectivo docente está considerado de alto riesgo, junto con los profesionales socio-sanitarios.
También es cierto que en las actividades profesionales que se ejercen en el marco de organizaciones de alta intensidad de recursos humanos dentro de la función pública, hay más bajas por estrés que en otras empresas más pequeñas o menos expuestas a la presión sindical.
Pero ello no quita que la actividad de maestro o maestra, de profesor/a no genere toda una serie de situaciones desmotivadoras, complicadas o complejas.
La lectura de los distintos artículos demuestra que hay cosas que se pueden hacer. Actuaciones concretas relativas al conocimiento de la carga docente, a la mejora de la calidad de vida y de las condiciones laborales de los docentes y trabajar en la prevención con medidas de información, formación, estructuración y cambio organizacional.
El problema no está en qué hacer, sino en la generación de un clima general que favorezca la mejora permanente en este campo, reduciendo continuamente los casos hasta llegar a unos estándares normales en Europa y en otras profesiones. Este cambio de clima afecta a los responsables políticos y sindicales.
Enric Renau
Editor
