Si en algo coinciden políticos, sindicatos, patronales y expertos, de izquierdas, de centro y de derechas es que la formación profesional es una pieza clave del entramado formativo y laboral.En España existe una estructura del sistema educativo que en lugar de tener forma piramidal parece un diábolo, aquel juguete de la infancia de mis padres que forma un polígono en la que las bases inferior y superior son mayores que la parte intermedia.
La base inferior son las personas sin formación o sin la ESO. La superior son los graduados superiores universitarios. España supera en 10 puntos la media europea de ambos grupos.
En cambio, en España se adelgaza el polígono en la parte que geométricamente representan los estudios medios, particularmente, la formación profesional. En la mayor parte de Europa, estos estudios medios son los que más personas han podido obtener.
Mi explicación del porqué esto ha sucedido pasa más por el entorno que no por el propio sistema educativo. Las características de la actividad productiva –relativamente poco industrial y de reducido valor añadido- y las grandes desigualdades sociales de las que partíamos hace décadas no favorecían la FP. La planificación política y la distribución del gasto público en educación tampoco han ayudado.
Sin embargo, todo parece indicar que, a pesar de la gran crisis económica que padecemos, a medio plazo, harán falta profesionales con un nivel formativo equivalente a la formación profesional.
A nivel europeo, para situarnos en el marco laboral en el que deberíamos pensar cada vez más, la Unión Europea prevé que en el año 2020, harán falta 80 millones de profesionales, básicamente, para sustituir a las numerosas cohortes que si irán jubilando cada vez en mayor número. Otros 20 millones de personas se ocuparán en nuevas profesiones y actividades económicas, algunas de las cuales aún desconocemos.
Lo relevante del caso es que las empresas contratadoras mirarán de incorporar a personal más formado técnicamente que sus antecesores. Me refiero al uso de las tecnologías, las competencias lingüísticas o las competencias técnicas de cada sector de actividad.
La apuesta por la FP es una apuesta contra el desempleo, a favor de la actividad productiva de valor añadido y el camino hacia la sociedad de conocimiento. Es también una apuesta por el equilibrio del sistema educativo y por la lucha contra el abandono de los estudios.
Enric Renau
editor
