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La pedagogía y el coaching, la pareja perfecta del sector educativo
Artículo de opinión
El objeto de los educadores a lo largo de la Historia de la Educación ha sido ayudar a la persona a descubrir y desarrollar todo el potencial que llevamos dentro; si bien las capacidades menos instrumentales, fácticas y más sociales: como el buen decir, el buen pensar, el saber estar, el saber escuchar… estaba reservado sólo a determinados elegidos, como el Príncipe de Maquiavelo o los pupilos de los humanistas renacentistas deseosos de recuperar métodos y costumbres educativas clásicas.
En el sector educativo podemos remontarnos igualmente a la Antigua Grecia, cuando las familias enviaban a sus hijos, acompañado del pedagogo, a estudiar las artes y las letras con especialistas en música, gimnasia, etc. Además de esta formación, era todo un honor poder llegar a ser un discípulo de algunos de los sabios, filósofos y preceptores de la época. Tal es el caso de Alejandro Magno, pupilo de Aristóteles. Estos maestros especializados en el arte de persuadir, de conmover, de aprender a pensar y saber decir, acompañaban al estudiante en el proceso del pensamiento, guiando su razonamiento para que descubriese por sí mismo la verdad, y así adquirir conocimiento y sabiduría. Éste es el método de la mayéutica socrática una de las principales metodologías sobra las que se asienta el Coaching Internacional.
Gracias al avance y poder que empezaron a ejercer diferentes maestros, pedagogos, escritores, filósofos, científicos… sobre sus estudiantes, se fueron concienciando generación tras generación que el progreso de una sociedad está en el conocimiento y desarrollo de sus miembros. Por lo que ya los ilustrados y los filántropos, abogaron por una educación básica de las masas. Comenzaron las campañas de Alfabetización Nacional que, hoy en día, continúan buscando una educación básica en letras y cálculo para toda la población. Nuevos métodos fueron introducidos bajo el lema: "el mayor número de estudiantes en el menor tiempo posible”. Uno de ellos, el método Lancaster, sentó las bases de una educación nacional en numerosos países de Latinoamérica en tiempos de su Independencia. Aumenta el ingreso de la población a las escuelas primarias, aumenta también los egresados, y por tanto el nivel de formación, creándose escuelas medias, escuelas profesionales, que posteriormente darán acceso a la educación superior o a una profesión. Esta son las bases comunes de nuestros sistemas educativos actuales.
La educación media se fue centrando cada vez más en la adquisición de contenidos para la preparación hacia las escuelas superiores y Universidades. La formación profesional en la adquisición de destrezas técnicas para el desempeño adecuado de una labor manual. Y en todo este camino nos olvidamos que, más allá de contenidos académicos y técnicos, estamos ayudando a crecer a cada persona.
Nuevas corrientes retoman la mejora de las capacidades sociales, fundamentales para el buen desarrollo personal, social y profesional de cada estudiante sea la labor que sea la que vaya a ejercer. Con la actual demanda en los países desarrollados, de reformular la educación, renace la interacción entre conocimientos, capacidades y valores, entre contenidos, destrezas y actitudes, creando así las actuales competencias. Con ellas el asesor pedagógico, el coach retoma las metodologías socráticas, el constructivismo, el aprendizaje basado en problemas, etc. y las vuelve a poner al servicio de la educación, para mejorar el clima, la metodología y las acciones educativas a favor de un aprendizaje de las competencias básicas para el desempeño social, personal y profesional adecuado de las futuras generaciones.
Recordemos que el objetivo del aprendizaje es abrir la mente del aprendiz para tener una mejor comprensión del mundo y así poder ser parte activa de mejora y cambio. Ahora hagamos un pequeño ejercicio mental que Gianni Rodari nos recomienda: utilicemos la imaginación como principio motor para la creatividad y el cambio. Si les menciono la palabra -comunicación- ¿Qué les viene a la mente? ¿Si les preguntase por lo primero que les viene a la cabeza cuando digo -escuela-? Veamos juntos la combinación de ambas. No hay una única respuesta correcta, pero más o menos se podrán acercar a la siguiente opción. Una escuela donde al entrar se respira un aire diferente, limpio, de aparente caos ordenado. Un lugar donde al pasear por los pasillos podemos apreciar que carteles y obras realizadas años atrás por los estudiantes siguen en pié. Al entrar en el aula, vemos que el alumnado está armando un bullicio silencioso, en este caso trabajando por grupos moviéndose de un lado a otro espontáneamente, pero sabiendo muy bien a dónde se dirige cada uno: un muchacho de la mesa del fondo se levanta para tomar la enciclopedia y acercarla a su grupo. Una compañera de otro grupo se acerca al primero para preguntarles algo y vuelve a su sitio con nuevas sugerencias… y entre todo este ir y venir de mentes, cuerpos y almas, se encuentra el profesor paseando por la clase, atenta la mirada a cualquier indicio donde vea que puede darse la necesidad de su orientación y consejo para salir airosos de la tarea encomendada. Se respira un clima de cooperación y concentración.
Si al realizarse las anteriores preguntas, les viene a la mente un lugar donde los pasillos están pulcramente vacíos, donde los estudiantes están completamente en silencio escuchando hora tras hora las sabias palabras del maestro, y donde al sonar el timbre, salen completamente escopetados como si estuvieran escapando de un fuego… No hay una única solución a la pregunta que hemos realizado. En este último caso, me pregunto si un alumno siente como suyo un centro donde no hay ninguna obra de pensamiento y trabajo suya. El alumnado necesita sentirse que es parte activa de un centro educativo vivo. Habrá varias formas de hacerlo. Al igual que hay mil y una maneras de enseñar y aprender. El sistema discursivo de éste último caso puede ser también una buena herramienta de aprendizaje. Si el discurso está construido de tal forma que interpela a la activación de los conocimientos y experiencias previas del alumnado, si cada palabra les incita a preguntarse por aquello que ellos creían diferente, si cada silencio es tan preciso como un reloj permitiéndoles reflexionar y contrastar sus esquemas previos con los nuevos… entonces también hay movimiento mental, y posiblemente habrá aprendizaje.
Ambas respuestas son una gesta que aparenta fantasía en una clase de primer ciclo de Secundaria y que, sin embargo, suele ser habitual en las clases donde el coaching educativo ha decidido quedarse formando parte del trabajo diario de pedagogos, docentes y estudiantes. Todos juntos han tomado su propia decisión: la de aprender juntos.
Ahora bien, crear un clima que permita el trabajo en equipo y el aprendizaje cooperativo parece una odisea en muchos lugares. Sin embargo, si el clima, los contenidos, la metodología, las estrategias y la evaluación son coherentes entre sí, poniéndose todas juntas al servicio del aprendizaje del alumnado podemos aproximarnos bastante a esta aparente utopía. No es un trabajo fácil, puesto que pasar de un modelo aparentemente tradicional a un modelo de entorno creativo suele ser, a veces, frustrante. He querido remarcar que lo tradicional es sólo aparente, puesto que no podemos decir que las aulas sean un lugar donde se disponga la enseñanza de forma categóricamente unidireccional. Cada docente suele buscar la manera en que sus estudiantes aprendan, y estos a su vez inciden y muestran al docente el camino a seguir. La motivación que mueve al docente para evolucionar con su grupo buscando formas de aprendizaje efectivo es la base sobre la que asesores pedagógicos y docentes han de construir.
Existen multitud de metodologías, estrategias y técnicas que nos permitirán crear un ambiente de aprendizaje cada vez más eficaz. El conocimiento de éstas por parte del docente, así como vislumbrar los ciclos de vida del grupo y su evolución son las tareas fundamentales que le llevarán a convertirse en coach de sus estudiantes dejando, cuando es necesario, el sistema instructivo magistral para caminar junto a ellos acompasados al ritmo preciso que les estimule el pensamiento y les rete a preguntarse y responderse. El uso del reflexivo me permite hacer énfasis en que nuestra tarea como maestros y pedagogos es la de retarles ante un problema, a llevarles al punto de desequilibrio piagetiano que les haga necesitar encontrar por sí mismos soluciones al dilema. Los alumnos y alumnas aprenderán tanto en cuanto reestructuren sus esquemas mentales en función de sus conocimientos previos, la nueva situación y las soluciones encontradas. Si les damos la respuesta, en vez de acompañarles a encontrarla, no conseguiremos que tengan recursos, conocimientos, capacidades y competencias para enfrentarse al reto de aprender a lo largo de su vida por su propia cuenta.
El coaching nos da la oportunidad de restablecer y recuperar el aprendizaje basado en la resolución de problemas, el trabajo en equipo y cooperativo, el pensamiento creativo, los proyectos educativos, etc. que nos permitirán concentrarnos junto a nuestros estudiantes en la tarea, promover un profundo nivel de pensamiento deductivo e inductivo, una alta tolerancia a la frustración, y un flujo vivo de soluciones. En este camino, la capacidad de escucha e intercambio de ideas entre profesor-alumno, la confianza que se crea para tomar decisiones creativas comprometiéndose con el reto, la valoración de las consecuencias y el arriesgarse son parte de un clima de confianza que reduce el nivel de estrés ante el desconocimiento por parte del alumno situando a su lado al profesor y al resto de compañeros durante el aprendizaje.
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