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El coaching como entrenamiento profesional para educadores
Artículo de opinión
La planificación de estos coaching para educadores requiere de un esfuerzo de sistematización muy riguroso. Hay que planificar con mucho esmero todos los detalles para ofrecer espacios de formación y actualización de alta calidad. Precisamente un elemento diferencial respecto de las ofertas estándar de la formación permanente docente consiste en ofrecer unas oportunidades de entrenamiento que, basadas en casos reales o simulaciones muy meditadas y elaboradas, puedan reproducir los espacios de problematización y de conflicto que el educador, profesional o no, se encuentra habitualmente en su tarea cotidiana. En este sentido, no sólo se trata de ofrecerle nuevas herramientas y puntos de vista para mejorar sus recursos prácticos sino que, sobre todo, se procura que mediante el análisis y la reflexión personal -también grupal- pueda identificar claramente los puntos débiles de sus comportamientos y actitudes y, con la ayuda del respaldo de los espacios de formación, modificar esas conductas y entrenarlas en espacios de simulación práctica para, posteriormente, transferirlas a sus realidades educativas, profesionales o no.
Las simulaciones de situaciones profesionales potencialmente conflictivas parten de un guión semiestructurado que, dependiendo del tema, alcanza a diferentes actores-protagonistas, los cuales, poniéndose en el papel habitual de profesionalización, les permite entrenar su comportamiento, tanto individual como grupal. Al mismo tiempo, el resto del grupo y los coachs pueden y deben intervenir, observar, interrelacionar y posteriormente reflexionar de forma conjunta sobre todo lo ocurrido en la simulación. Para ayudar en el trabajo posterior de análisis se cuenta con la filmación de la simulación producida lo que permite un trabajo sistemático y muy detallado de todo lo que ha sucedido y que atañe, tanto al sujeto o sujetos protagonistas en el rol de educadores, como al contexto personal, grupal y ambiental que ha condicionado el desarrollo de la acción. Este análisis puede repetir las secuencias más significativas varias veces hasta que el sujeto o sujetos interiorizan los cambios necesarios en sus comportamientos y actitudes que les permitan mejorar su actuación educativa (docente, como padres, como equipo directivo, etc.).
En esta concepción del coaching aplicado a la enseñanza no sólo se usan las filmaciones de los espacios de simulación sino también aquellas que son consecuencia de filmaciones de otros grupos o bien secuencias de películas, reportajes de TV, filmación de situaciones de aula de las escuelas, etc. y que permiten analizar comportamientos y contextos con capacidad de transferencia hacia las situaciones que viven los participantes en el coaching. No se teoriza sobre supuestos no tangibles, se parte siempre de una situación vivida, visionada, comentada y que surge de una realidad reproducida o simulada. Y las conclusiones que se obtienen de esta reflexión no se quedan archivadas sin más, sino que se ofrece la oportunidad de practicarlas profesionalmente para verificarlas o revisarlas si no producen los resultados de cambio esperados.
En definitiva, aquello que se pretende es la adquisición de nuevas competencias profesionales que sean funcionales, que se hayan instaurado en la propia conducta del individuo y que sean asimiladas desde la experiencia y la emoción, puesto que ésta es la condición más importante para poderlas convertir, posteriormente, en actitudes personales y grupales al servicio de la producción de buenos resultados profesionales. El objetivo principal es aumentar la calidad de las respuestas concretas en aquellos problemas prácticos que verdaderamente más preocupan a los educadores.
Los temas susceptibles de ser abordados por esta concepción formativa serían, entre otros: la tutoría como elemento central de la calidad educativa de nuestros centros, el papel del liderazgo y la conducción, dirección y coordinación de los equipos docentes, los problemas de comportamiento en el aula, en el centro y en casa, la gestión del aula en los contextos de diversidad del alumnado, la relación de las familias con la escuela y los procesos educativos conjuntos, la motivación y autoestima de los docentes que eviten su malestar, la incorporación de conocimientos procedentes de las neurociencias para una pedagogía más práctica y eficaz, etc.
¿Por qué resulta tan necesaria una apuesta de entrenamiento y capacitación para educadores tan concreta como la propuesta? Según nuestra opinión, porque el principal reto que tiene planteado nuestro sistema educativo consiste en elevar el nivel educativo de nuestros niños y jóvenes para que puedan dotarse de aquellos instrumentos que les permitan ser personas equilibradas, competentes profesionalmente y culturalmente y con un alto grado de valores humanos que reviertan en el beneficio de toda la sociedad. Esto no se consigue con un sistema educativo mediocre que cada año pierde alrededor de un treinta por ciento de alumnos que no consiguen continuar con una sólida formación. No nos podemos permitir esta situación, y dado que el elemento más decisivo para elevar la calidad de la educación de nuestros jóvenes es, a su vez, aumentar y mejorar la formación y la competencia profesional de nuestros educadores -competencia en conocimientos y habilidades pero también, sobre todo, en sus actitudes y valores-, la apuesta para la mejora de la calidad de la enseñanza no es otra que aquella que persigue el incremento de la pertinencia y eficacia de las propias competencias educadoras.
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