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Joven Aunque Sobradamente Desempleado

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Pilar Barneo Águila. Profesora de Educación Secundaria del IES Antoni Ballester de Mont-Roig del Camp (Tarragona)

Parece como si la juventud fuera un colectivo infravalorado en el mercado laboral. Según las últimas estadísticas España ocupa una de las tasas de desempleo juvenil más elevada de la Unión Europea. Llegado a este punto nos preguntamos por aquellos derechos constitucionales básicos como el derecho al trabajo, a un salario digno y a unas condiciones de trabajo seguras y saludables.

Actualmente, nuestra sociedad cuenta con jóvenes con diferentes problemáticas. Algunos, no han cursado estudios superiores y se consideran afortunados por ganar menos de 900 euros al mes, cuantía que no les permite independizarse de la familia. Otros, disponen de conocimientos de idiomas y han cursado estudios superiores, posgrados o másters, y tienen serias dificultades en encontrar un puesto de trabajo que se adecue a sus habilidades y aptitudes. Los estudiantes, con un hilo de desesperación, se aferran a contratos precarios y eventuales, a jornadas laborales excesivas y en definitiva, a situaciones laborales insalubres. Con suerte, llegan a ser mileuristas. A todo ello hay que unir la situación económica actual que hace que estudios como Arquitectura y Arquitectura Técnica, por su relación con el mercado inmobiliario, sufran una falta de oportunidades laborales.

Los expertos recomiendan mejorar la empleabilidad de los jóvenes. El puente entre la vida escolar y laboral es un tema clave. Por muy amplio que sea el bagaje educativo, la tasa de desempleo puede ser muy elevada si no existe una conexión con el mercado laboral y éste no especifica los perfiles profesionales que necesita a fin de que se ofrezca esta educación. Una formación, que por otro lado, deberá ser a lo largo de toda la vida. El conocimiento de idiomas, el dominio de la informática y la movilidad geográfica parecen ser también factores determinantes para solucionar el desempleo juvenil. Los poderes públicos deberían ofrecer además, políticas que garanticen la empleabilidad de los jóvenes.

Recuerdo una de las campañas publicitarias más exitosas de los noventa. Un anuncio de un coche definió a los jóvenes de la época como JASP (Joven Aunque Sobradamente Preparado). En él aparecía un joven guapo, bien vestido, con dos carreras y conocimiento de idiomas que se enfrentaba al presidente de su empresa. El coche que se anunciaba era pequeño y se pretendía establecer una equivalencia entre sus cualidades y las cualidades del joven. A nivel sociológico, el anuncio donde se calificaba la juventud como "JASP” fue transgresor. Ahora bien, actualmente, analizamos los entresijos de éste y llegamos a la conclusión que hay muchos jóvenes preparados y que están buscando la oportunidad de demostrarlo y que hay otros que desearían encontrarse preparados para disponer de un trabajo bien remunerado. El hecho de que se disponga de un posgrado, un máster o incluso un doctorado no son garantías seguras de éxito en el mercado laboral, a diferencia de lo que se pretendía mostrar en la conocida campaña publicitaria, siempre que no vayan acompañados de una adecuación de éstos a los perfiles exigidos por éste. Si me permiten, creo que en la actualidad, nos encontramos con una nueva generación que tomando tal anuncio la llamaríamos JASD (Joven Aunque Sobradamente Desempleado).

Al joven JASD se le exige una experiencia laboral que nadie le ha ofrecido con anterioridad y algunos jóvenes que logran trabajar reconocen que de poco les sirvió aquello que aprendieron en las magistrales clases universitarias. ¿En qué momento de la cadena empieza el principio del declive? Sería una tarea ardua analizar todos los factores que han provocado que a principios del siglo XXI exista la generación JASD aunque aquello que parece necesario es la existencia de un mayor intercambio de información entre administraciones educativas y empresas a fin de lograr una mayor adaptación del currículum educativo a las exigencias del mercado laboral.

No es un propósito fácil, aunque parece que alargar la vida académica ofreciendo financiación a desempleados universitarios para cursar másters "dando la espalda” a la realidad tampoco parece la mejor solución.
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