Encuentra tu curso ideal
9%
Papel mojado
Artículo de opinión
En la actualidad, la práctica totalidad de las medianas y grandes empresas cuentan entre sus presupuestos con un capítulo dedicado a la formación de sus empleados. En la mayor parte de las Comunidades autónomas y en muchos sectores empresariales hay subvenciones o patrocinios para llevar a cabo formación en las organizaciones, amén de la gran red que supone la Fundación Tripartita para la Formación en el Empleo en todo el territorio nacional y europeo. Estamos entendiendo la formación bidireccionalmente, como un derecho y un deber para el empleado y el empleador. Hemos sido sometidos y seguimos siéndolo a un bombardeo continuo de ofertas de acciones formativas. ¿Pero a qué se está dedicando realmente este dinero? ¿Estamos notando una diferencia en nuestro puesto de trabajo? ¿Nos está ayudando a resolver nuestros problemas diarios en él? ¿Hemos podido aplicar algo de lo que nos han enseñado? ¿Nos ha permitido: emplearnos mejor, acceder a otros puestos, promocionarnos o movernos dentro de nuestra propia organización? ¿Esta formación corre paralela al mercado laboral?
Se planifican raudales de cursos al uso, presenciales o virtuales, hacemos acopio de diplomas, de horas y los amontonamos como un tesoro para reescribir cada vez nuestro curriculum de vida, pero cabe la duda si no es papel mojado o es que el papel todo lo aguanta. El papel arruinado por el agua pierde ya su consistencia y se convierte en algo inútil o malogrado, por otra parte damos mucha fe de aquello que está escrito o impreso, porque al papel se le hace decir lo que se quiere y no sufre las consecuencias de lo estampado y todo lo admite, sería útil reflexionar sobre si realmente estamos trabajando sobre el aprendizaje, el conocimiento y la piel humana.
Es probable que la carencia se sitúe, como siempre, en el poco tiempo y énfasis que dedicamos al análisis de necesidades de formación. Podría ser cardinal preguntarnos qué cambios han sucedido en los últimos tiempos que nos demandan conocimiento, qué necesitamos vender y comprar y cómo lo debemos hacer para mantenernos como institución, en definitiva, qué debemos aprender y, luego, aprenderlo.
¿No deberíamos cambiar el formato de curso al aprendizaje? ¿No tendríamos que contarnos unos a otros las buenas y eficaces prácticas? ¿Podríamos aprender de nuestros jefes y compañeros sin movernos del sitio? ¿Y si simplemente leyésemos o rotásemos por otros departamentos o empresas?¿Han desaparecido los maestros que enseñaban el oficio?
A lo mejor nada de ello era subvencionable o bonificable.
Deja tu comentario
Publicado
Lo más leído
Lo último
Suscríbete a nuestras publicaciones