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La dimensión formativa de la mediación: educación moral y ciudadana

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Beatriz Fernández Herrero. Doctora en Filosofía y Licenciada en Pedagogía. Profesora Titular de Filosofía Moral, Universidad de Santiago de Compostela
El conflicto constituye un hecho consustancial a la naturaleza social del ser humano: allí donde hay dos personas en relación, existe la posibilidad de desacuerdo entre ellas, produciéndose entonces una situación de conflicto. Generalmente, las formas de resolución de éste recurren a la violencia, en la que una de las partes sale derrotada, con una sensación de pérdida (física, material, moral...) que le lleva a acumular emociones y sentimientos negativos con respecto a la otra.

En los centros educativos, como en la sociedad, se producen conflictos, que por lo general son vividos como distorsionadores de la convivencia, y por lo tanto, se intenta eliminarlos cada vez que se producen, generalmente a través de la intervención de personas adultas -y por tanto con más poder que el alumnado- que, desde una posición de superioridad, utilizan como método de resolución la sanción y las medidas disciplinarias.

Sin embargo, la idea de conflicto como algo inevitable no tiene por qué derivar de un modo automático en una valoración negativa de éste; por el contrario, puede ser entendido, como lo hace Simmel (1992) como una forma de socialización necesaria en la estructuración de las sociedades, es decir, como un mecanismo de regulación social que traduce, y al mismo tiempo refuerza las propias identidades individuales. Lo que resulta importante es, entonces, la forma de resolverlos, que no tiene por qué ser a través del recurso a la violencia ni a las sanciones, sino que puede producirse de formas pacíficas y respetuosas entre las partes, a través de la búsqueda de un consenso en el que no haya sentimientos de vencedores y vencidos, partiendo de la idea de que muchos de los conflictos surgen por la incomprensión o la mala comunicación entre las partes que, por lo tanto, no pueden gestionar adecuadamente sus diferencias.

Para solucionarlos puede utilizarse la figura del mediador, o tercera persona, que ejerce de facilitadora del logro de acuerdos interpersonales sobre la base de la comunicación y no del ejercicio del poder. Esto significa que, a través del proceso de mediación, cada una de las partes implicadas retoma su papel de actor en su resolución, y de un modo más general, en la totalidad de sus relaciones sociales. En el caso de los centros escolares, la mediación, aunque todavía no es utilizada de un modo generalizado, va abriéndose un hueco frente a otras formas de intervención y como alternativa a las medidas disciplinarias, en un intento por reducir la creciente violencia que actualmente se visibiliza en estos espacios, e incluso con una utilidad preventiva, convirtiéndose en "servicios que previenen en cuanto que tras el análisis sobre cómo actuar ante situaciones conflictivas se puede intervenir a niveles bajos de intensidad y antes de que las condiciones exijan una intervención drástica debido al nivel de agresión o de escalada del conflicto. Se convierten en cierto modo en observatorios prácticos de la convivencia en vez de simples instrumentos reactivos ante las dificultades” (Fernández; Villaoslada; Funes, 2002:79).

Sin embargo, nuestro interés en estas páginas es apuntar una tercera dimensión que enriquece todavía más este tipo de sistemas de ayuda: la mediación puede servir, además, como estrategia educativa de las personas en sus aspectos individual y social, o lo que es lo mismo, en su formación moral y ciudadana.

Concretamente en el caso de la mediación entre iguales, varios de los estudios que hemos consultado resaltan el hecho de que una gran mayoría de alumnos/as que actúan como mediadores/as mejoran sensiblemente en muchos aspectos:

- En primer lugar, durante su proceso de formación como tales, resulta muy útil la aplicación de técnicas como el juego de roles, que les permiten ponerse en el lugar de otras personas vivenciando sus puntos de vista, lo que desarrollará su capacidad de empatía; por otra parte, estas técnicas de entrenamiento mejoran su eficacia si se utilizan medios audiovisuales para registrar su uso, de modo que el futuro/a mediador/a pueda visionarse posteriormente, advirtiendo rasgos de su carácter, actitudes, etc., de los que quizá no era consciente, con lo que su autoconcepto se hará más realista.

- En segundo lugar, la propia formación para la mediación trabaja diferentes recursos que el/la mediador/a ha de poseer, tales como la capacidad de escucha activa, la formulación de preguntas (de información, para animar a seguir hablando, para clarificar cuestiones confusas, etc.), el parafraseo o la asertividad, que mejoran su imparcialidad y su competencia comunicativa, que, como veremos más adelante, es fundamental en el desarrollo de la competencia social y ciudadana.

- Y en tercer lugar, el hecho de sentirse útiles cuando su intervención contribuye a que otras personas solucionen sus diferencias de un modo pacífico, hace que su autoestima se vea desarrollada, al igual que su responsabilidad y su actitud positiva hacia la participación y hacia la solidaridad.

Por todos estos factores beneficiosos, muchos autores recomiendan la selección y preparación como mediadores/as de los alumnos y alumnas considerados como disruptivos o difíciles, ya que su actividad en estos procesos ayudará a que tomen conciencia de sus propias acciones anteriores, lo que en última instancia conseguirá que no las repita en lo sucesivo.

Pero los programas de mediación pueden constituir también una posibilidad de formación en la totalidad de la comunidad educativa. Para abordar esta cuestión hemos de hacer referencia a la clasificación que Tuvilla (2004) hace de estos tipos de programas: este autor señala, en primer lugar, la mediación en la que una persona adulta ejerce como figura intermediaria; en segundo lugar, la mediación entre iguales, a la que ya nos hemos referido, que presenta sobre la anterior la ventaja de que, de este modo, se elimina cualquier forma de sensación de ejercicio de poder, al ser alguien a quien las partes en conflicto consideran como un igual quien ejerce de mediador. Y en tercer lugar, están los programas denominados de mediación educativa propiamente dicha, en la que, citando a este autor, el objetivo sería la "construcción de una escuela pacífica y segura e implantación de programas curriculares de resolución de conflictos. Se educa a toda la comunidad educativa en los conceptos y habilidades básicas de resolución de conflictos y se promueven los valores clave de la mediación, como la cooperación, la comunicación, el respeto a la diversidad, la responsabilidad y la participación. Al mismo tiempo, se incluyen en el currículo contenidos para la comprensión y gestión de los conflictos”.

Se trataría, en definitiva, de crear situaciones y actividades de aula dirigidas a la totalidad del alumnado en las que los estudiantes puedan aprender y desarrollar las denominadas competencias sociales y ciudadanas, que de un modo muy sintético pueden formularse como sigue:

- desarrollo de las habilidades para establecer y mantener relaciones interpersonales pacíficas y productivas;
- capacitación para la toma de decisiones en contextos de conflicto de valores o de posturas interpersonales divergentes;
- incremento del autoconocimiento y de la autoestima personal;
- capacitación para el manejo y la gestión de las emociones;
- desarrollo de la empatía y la imparcialidad y respeto a la diversidad;
- entrenamiento en las estrategias de comprensión y resolución de conflictos de una forma creativa, respetuosa de las diferencias y de los intereses de otras personas, y no violenta;
- y por último, el aspecto que a nuestro juicio es más importante, el desarrollo de la competencia comunicativa, que se constituye en uno de los ejes fundamentales sobre los que se asientan las habilidades sociales y ciudadanas: no puede olvidarse que la naturaleza social del ser humano lleva consigo el elemento de la comunicación como un componente necesario para desarrollar las relaciones interpersonales, y que, en muchas ocasiones, éstas fracasan porque las personas no son capaces de comunicarse de forma eficaz, recurriéndose entonces a la violencia para solventar las diferencias. Es en este sentido en el que puede hablarse de la contribución a una cultura de paz con base en el concepto de racionalidad comunicativa de Habermas, que permitiría establecer, o en su caso restablecer, los lazos sociales a través del diálogo.

Así entendida la mediación, en esta breve aproximación que estamos realizando de sus posibilidades educativas, nos queda referirnos, siquiera de un modo somero, a los espacios curriculares en los que pueden llevarse a cabo estas actividades:

- En la materia "Educación ética y ciudadana”: esta opción tiene la ventaja de que los contenidos que se abordan y las metodologías que se emplean se relacionan de un modo estrecho y directo con los de la asignatura, aunque presenta el inconveniente de que su desarrollo queda bajo la responsabilidad de un único docente.

- En una materia diferente, o diluida en la totalidad de materias que conforman el currículum, lo que visibiliza el hecho de que este tipo de temáticas involucran a todo el proceso educativo, pero cuenta con la desventaja de que esta transversalidad puede hacer decrecer la intensidad de las prácticas e incluso el compromiso del profesorado para abordar estas cuestiones.

- En un espacio específicamente dedicado a la tutoría, en el caso de que el Centro contara con él.

En definitiva, las posibilidades de esta dimensión de la mediación que hemos denominado educativa y transformadora enriquecen y revalorizan todavía más este tipo de práctica, en la que el conflicto es visto como una posibilidad de desarrollo de las personas en dos dimensiones fundamentales: la revalorización propia o crecimiento personal, relacionada directamente con el desarrollo moral, y el reconocimiento del otro, que tiene que ver con su formación ciudadana.

Bibliografía:

- BARUCH BUSH, R.A.; FOLGER, J.P. :La promesa de la mediación. Barcelona, Granica, 1996.
- FERNÁNDEZ, I; VILLAOSLADA, E.; FUNES, S.: Conflicto en el centro escolar. Madrid, Ed. La Catarata, 2002.
- GIRARD, K.; KOCH, S.: Resolución de conflictos en las escuelas. Buenos Aires, Granica, 1997.
- LEDERACH, J.P.: Mediación. Gernika, Gogoratuz, 1996.
- SIMMEL, G.: Le conflit. Saulxures, Circé, 1992.
- TORREGO, J. (coord) : La mediación en instituciones educativas. Madrid, Narcea, 2000.
- TUVILLA, J.: Convivencia escolar y resolución pacífica de conflictos. Junta de Andalucía, 2004.
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