Los motivos de esta continuidad en el desempleo son varios.
El primero, a mi entender principal, es el modelo productivo. El modelo de crecimiento de la economía española no se ha basado en la productividad de sus empresas, sino en el desarrollo de sectores de poco valor añadido, muy intensivos en mano de obra y con pocas exigencias de formación como son la construcción, el turismo y el comercio. Estos sectores, además, no han competido directamente a nivel internacional durante muchos años y su florecimiento tenía más que ver con la ubicación geográfica de la península y su incremento demográfico.
Lastimosamente, en los años de vacas gordas, no se han hecho los deberes y en la etapa de vacas flacas se esconde la realidad y se plantean inversiones estatales puntuales poco duraderas y poco planificadas. La economía del Estado no ha evolucionado mayoritariamente hacía la innovación y la internacionalización.
En parte por que la dimensión reducida de sus empresas se lo ha impedido y, en parte, por que éstas han sido y siguen estando muy protegidas. La empresa como tal es un bien escaso y, en lugar de aceptar la bondad de la muerte y el nacimiento continuo de proyectos empresariales, se la ha ayudado con subvenciones y estímulos fiscales con el supuesto que esto iba a conservar puestos de trabajo.
A la larga, se ha visto que los despidos se producen cuando una empresa no es competitiva o no es capaz de dar una respuesta a un mercado cambiante.
La protección excesiva también se produce por parte del trabajador. La regulación laboral y las negociaciones colectivas acaban, normalmente, con el despido de los trabajadores mayores -vía jubilaciones anticipadas financiadas entre todos los ciudadanos- y de los contratados eventualmente -más jóvenes-, independientemente de sus competencias, motivación o dedicación. Se quedan los indefinidos porqué es más caro su despido.
Los meses de subsidio de desempleo son un alivio para el parado, pero desincentivan en la búsqueda de un nuevo puesto de trabajo, particularmente, entre los jóvenes que viven con sus padres, en una cultura latina donde la familia actúa de amortiguador.
Hay mucho que hacer y no sirven las recetas efectistas del marketing político gubernamental. Los cambios son culturales, legislativos y de prioridades. Se pueden producir, pero sus efectos sólo se verán a medio o largo plazo si hay quien se atreve a atacarlos con valentía.
Enric Renau
Editor
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