El interés por el dominio real de lenguas, la comprensión de los retos del mundo desde una perspectiva internacional y disponer de una capacidad de moverse por el planeta con soltura y comodidad aumenta entre jóvenes y familias.
La opción de iniciar este proceso de "internacionalización” ya en la etapa de los estudios de bachillerato puede tener su sentido. No creo que sea el único camino para progresar vitalmente, pero entiendo que haya perfiles de personas que lo consideren una oportunidad.
Los adultos que han tenido responsabilidades profesionales en el ámbito de la diplomacia, de los organismos públicos internacionales, de las multinacionales o de las empresas con subsedes o factorías en cualquier parte del mundo, los investigadores o profesionales que trabajan donde haya oportunidades valoran, en especial, la posibilidad de formar a sus hijos en con un tipo de educación homologada internacionalmente y que aporta buenas oportunidades de acceso universitario en centros de prestigio.
En Europa se produce una tendencia a la homogeneización de los estudios hecho que, a veces, impide la diferenciación. En algunos estados hay una evidente falta de adaptación del currículo a un formato más aplicado en algunas materias, más flexible en la capacidad de elección de los alumnos y una poca integración de las TIC en al aula. Los grandes retos sociales y medioambientales se trabajan demasiado a nivel teórico.
Un centro de Bachillerato Internacional debe ser capaz de captar a alumnos motivados por los estudios, dispuestos a moverse voluntariamente en la esfera internacional -con lo que implica- y plantear una oferta de estudios que combine la exigencia académica con la flexibilidad y el servicio sincero a la comunidad. Si lo consigue, tiene un gran futuro por delante.
Enric Renau
Editor
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