Empecemos por la semántica. Lo "privado”, entre determinados sectores, es considerado como algo negativo, excluyente y clasista. Lo "público” es percibido como algo positivo, inclusivo y equitativo.
El Proceso de Bolonia, según sus críticos, fomenta la desigualdad social, favorece a los ricos y excluye los segmentos sociales con menos posibilidades económicas.
Estos sectores, con sus no propuestas, parece que pidan que nos quedemos donde estamos. Esta conclusión no me encaja, pues, si no me equivoco, el sistema actual provoca un 40% de abandono universitario en el sistema público y subvenciona por igual los estudios superiores a jóvenes de familias "bienestantes” y a jóvenes de familias menos favorecidas. La inversión en becas es bajísima, llega a pocas personas, lo que significa que el sistema no discrimina.
Con el modelo actual -el de los últimos años- España cuenta con centros privados de estudios superiores (especialmente en la dirección de empresa) de primerísimo nivel mundial. Pero también tiene centros universitarios públicos que destacan internacionalmente en materias como la arquitectura o las ingenierías, la química o la salud.
Por otro lado, también hay centros privados y universidades públicas que quizás no merecerían ser considerados centros de educación superior.
A mi entender, lo importante no es si la titularidad de un centro universitario es pública o privada. El sistema educativo y universitario debe fomentar la excelencia y el talento, y a su vez se necesitan políticas públicas que favorezcan no sólo la igualdad de oportunidades sino también la igualdad de resultados. Una buena política de becas, a partir de una exigencia académica y un apoyo económico adecuado a los que lo necesiten, podría cambiar las cosas.
¿Las Universidades de Berkeley (California) de Cambridge (Inglaterra) son públicas o privadas? La Universidad de Lovaina o de Sorbona, ¿de quién son?
Lo que si os diré es que en todos los casos, estudiar allá y, aún más ejercer de docente allá, no es fácil. Porque existe una política interna basada en la exigencia y, en la evaluación de unos y otros. Esta actitud es la que permite que haya renovación, innovación e interés en la mejora.
En el caso de las universidades europeas que sobresalen, el Proceso de Bolonia no es percibido como una amenaza, sino como la consolidación de su modelo.
En España, ni los estudiantes ni los docentes de los estudios que funcionan tendrán que sufrir, para nada, en el proceso de adaptación que ya está en marcha. Al contrario, saldrán beneficiados porque sus estudios serán homologables a nivel académico europeo y sus competencias profesionales también, en el mercado laboral abierto.
Los centros -públicos o privados- que no hayan hecho los deberes, sí que lo pasarán mal, es cierto. Pero no por Bolonia, sino por su incapacidad de dar respuesta a la sociedad que los ha impulsado.
PD. Agradezco todos los muchos comentarios críticos o de complicidad que he recibido los últimos días. Os animo a seguir participando.
Enric Renau
Editor
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