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Los docentes y la prevención de riegos laborales

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Antonio Salado Ortiz. Profesor del Área de Operaciones de Fundemi Business Institute (Barcelona)
Si por algo se caracteriza la docencia es por la constante e inevitable interrelación entre seres humanos que, más allá de un mero trasvase de conocimientos, generan relaciones interpersonales de lo más variadas. Lo queramos o no, las emociones intervienen tanto para lo bueno como para lo malo.

Podemos decir de esta profesión, sobre la que muchos opinan y pocos conocen, que tiene un gran objetivo: ayudar a construir personas; y digo "ayudar", ya que los docentes no son los únicos agentes sociales que tienen esta misión: padres, familia, autoridades, etc (éste sería otro debate).

Teniendo en cuenta este gran objetivo de interés social, los prevencionistas hemos de enmarcar la docencia en el ámbito laboral y más concretamente encuadrarla en el alcance de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales (31/1995 de 8 de noviembre).

Tenemos por costumbre fijarnos, sobretodo, en todas las condiciones de trabajo de carácter físico que rodean la actividad profesional; condiciones que desde el punto de vista de identificación y evaluación de riesgos laborales resultan mucho accesibles y evidentes. De esta forma, prestamos menor atención a los problemas de origen psicosocial, no tan evidentes ni accesibles, pero que pueden producir de forma lenta pero inexorable, desequilibrios en los trabajadores, consecuencia de la imposibilidad de responder adecuadamente a las demandas del trabajo o de ver frenadas sus aspiraciones y expectativas.

Los motivos para no darles la importancia debida son variados, pero yo señalaría 2 entre los más importantes: una cultura preventiva en la que las personas sólo podemos ser víctimas y nunca fuente de riesgo, así como las reticencias a tratar estos factores de riesgo, tanto por parte de trabajadores como de empresas, al ser generadores de conflicto. Es bien sabido que las condiciones de trabajo de tipo psicosocial se viven, en ocasiones de forma altamente emocional, incluso exacerbada.

El docente en su trabajo sufre un desgaste mental y emocional, consecuencia del trabajo con grupos de alumnos a los que ha de transmitir tanto conocimientos como valores. Requiere de una tensión mental que merma los sistemas de seguridad personales con graves consecuencias a medio-largo plazo tanto para el individuo (depresión, ansiedad, frustración, etc.) como para el colectivo social (interrupción de los procesos educativos por sustitución de docentes, costes de sustitución, etc.).

La pregunta que inmediatamente surge es: ¿nos podemos permitir el despilfarro social de convivir con esta problemática sin hacer nada para poner remedio?

Parece claro pensar que los docentes deben ser centros de referencia para los alumnos y difícilmente podrán desarrollar este papel de referentes educativos si el trabajo se convierte en un sufrimiento. Puede que el primer paso sea el de valorarlos como lo que son: uno de los actores relevantes de todo el entramado de la sociedad civil.

La Psicosociología Aplicada, que surge de las aportaciones tanto de la Psicología como de la Sociología, es la especialidad técnica que en el ámbito de la prevención tiene la misión de identificar y valorar los riesgos de carácter psicosocial, así como proponer las actuaciones de tipo correctivo y/o preventivo encaminadas a mejorar los niveles de salud y bienestar en el trabajo.

Esta especialidad dispone de las técnicas y métodos que aplicados en la profesión docente nos sirven para diagnosticar problemas actuales, prevenir problemas futuros y actuar sobre todos ellos. Si además, tenemos en cuenta, que el entorno profesional de los docentes ha experimentado drásticos cambios en los últimos tiempos, la utilización de las herramientas preventivas psicosociales adquieren una gran importancia en un entorno en el que los escenarios educativos se han ampliado considerablemente: variedad de alumnado (según edad, recursos, historial académico, intereses profesionales), variedad de metodologías de enseñanza (lección magistral, learning by doing, presencial, on-line, a distancia)...
Tan sólo necesitamos atrevernos a utilizar los recursos preventivos psicosociales sin miedos y sin prejuicios.

La pretensión de este artículo no va más allá de poner sobre el tapete alguna de las cartas de la "baraja educativa"; pero eso sí, poniendo de manifiesto que quizá tenemos a nuestro alcance alguna buena carta que no estamos jugando adecuadamente. Si nos atrevemos a jugarla, podemos aspirar a ganar la partida.
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