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Hacia un modelo gerencial educativo diferente
Artículo de opinión
Desde el Instituto Europeo Campus Stellae no tenemos duda alguna que la respuesta es afirmativa. Es muy común caer en el equívoco de que el management en general tiene todas las respuestas para cualquier tipo de empresa, y por lo tanto también para centros educativos. Sin embargo, tal frecuente consideración es una inexactitud que en este artículo rebatiremos basándonos en las peculiaridades de las instituciones educativas.
Para empezar, buena parte del valor diferencial reside en el producto que este tipo de centros ofrece: la educación. Ciertamente, y al igual que en otros productos y servicios, el nivel de satisfacción puede ser medido, pero los indicadores son muy discutibles según el enfoque que desee tomarse y los objetivos mismos de la institución educadora (éxito laboral, crecimiento personal, etc.). Creo no cabe duda que, por la multitud de factores que un proyecto educativo comprende, la formación y educación suponen un "producto especial” que debemos valorar adecuadamente como diferente a muchos otros.
Es especial asimismo por la vertiente humana con el que se trabaja, que no son clientes al uso. El compromiso cobra una dimensión especial cuando se trabaja con las ilusiones, proyectos personales y a veces esperanzas de cada persona.
No se trata simplemente de saber redactar un plan de formación, definir un programa o ejecutar tareas evaluativas y de seguimiento. La realidad supera la teoría para mostrarnos que la interacción con cada estudiante debe superar barreras burocráticas y organizativas para que cada persona convierta sus proyectos en oportunidades reales en la sociedad.
También el equipo formador presenta sus peculiaridades, ya que en su trabajo diario no importan tanto las reglas organizativas o las certificaciones de calidad, sino que lo conveniente es dar un paso más y adentrar la organización en la autorresponsabilidad y las técnicas de gestión del conocimiento. Por supuesto, no se entienda lo anterior como una displicencia hacia la importancia de los procesos, sino todo lo contrario, un ordenamiento de los mismos en torno al conocimiento. Desde esta óptica, el feedback de los estudiantes cobra una dimensión sobresaliente.
El liderazgo y el manejo de equipos, más que nunca, son habilidades ineludibles en cualquier gestor de un centro educativo, a riesgo de que en caso contrario se convierta en una organización viciada y sin vida. Es importante que dentro del rigor necesario, el gestor haga efectivos sus conocimientos de habilidades directivas, de resolución de conflictos y gestión de equipos, enfocado siempre bajo el encuadre metodológico que se destila de lo hablado en párrafos anteriores: la atención personal y humanidad que requieren tanto formadores como estudiantes.
El gestor también debe saber adaptarse a las circunstancias coyunturales de la demanda, amoldando las estrategias a los ciclos que se produzcan. Debe saber leer qué y cuándo interesa a quién, cuándo y cómo. Ello es así por la especial y compleja conformación de la demanda, diversa en sus necesidades, tiempos y prioridades, de la que además existen todavía muy pocos referentes documentales y estadísticos.
Relacionado con lo anterior, no es menos importante el papel innovador del gestor, y ello en dos vertientes muy diferenciadas: las nuevas tecnologías, y las demandas de la sociedad. En cuanto al primero de los factores, es obvio que el gestor debe saber institucionalizar la innovación como una política prioritaria de la organización. Sin innovación tecnológica, cualquier proyecto educativo está condenado a su fracaso a medio plazo (en intervalos de tiempo que se reducen cada día).
Respecto de la segunda vertiente, nos referimos a que el gestor debe ser capaz de dar respuesta a las necesidades de formación que la sociedad requiera en cada momento. Es así, que hubo un primer curso de formación en Derecho de Internet, un primer postgrado que abordó la violencia doméstica, etc., siempre se debe mantener una visión proactiva, y saber leer adecuadamente la realidad social para responder a la misma.
Por todos estos factores, y muchos otros que se escapan a la intención de este breve artículo, podemos afirmar que la gestión de un centro educativo requiere una serie de conocimientos y habilidades diferenciadas que pueden suponer la diferencia o el éxito no sólo de la entidad, sino también de todos aquellos que han depositado su confianza en ella. Por esa especial sensibilidad, la respuesta es sí, se necesita una formación específica para las diversas modalidades de centros educativos y sus modos de gestión.
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