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La clave en la gestión: El producto orientado a la persona
Artículo de opinión
Bajo el concepto de Formación podemos encontrar diferentes definiciones que se pueden ajustar más o menos a nuestros objetivos y finalidades.
La formación debe entenderse como una herramienta y no como una finalidad en sí misma. La formación sirve de canal y de vehículo para poder preparar a las personas que componen una organización. Así pues, prepara a la persona para afrontar nuevos proyectos, solucionar problemas, conocer otras alternativas ..., y en el fondo, capacitar a la persona para que pueda desarrollarse con los recursos suficientes dentro de su lugar de trabajo y de la organización de forma plena y completa, formándose en habilidades, conocimientos y actitudes.
Con la planificación de la formación se ha de poder cubrir deficiencias y carencias en las tareas que realizan las personas en relación con los objetivos, y es con la adaptación a las necesidades reales de la organización que se conseguirá crear un ambiente de trabajo más dinámico, cooperativo y motivador.
Aquí es donde cualquier centro educativo debe poder intervenir y actuar teniendo presente que la persona es el eje central por el cual toma sentido la acción formativa.
Generalmente, los centros de formación tendemos a gestionar y a incidir en los procesos administrativos que se vinculan con el proceso formativo, sin tomar relevancia determinados aspectos que inciden directamente en la calidad y en el impacto de la formación. Aspectos como las necesidades y expectativas del alumno, de la empresa y de la propia persona, la metodología docente, que el contenido sea de utilidad y se ajuste a las necesidades, son elementos clave para la consecución de los objetivos de la acción formativa y para que ésta resulte transformadora y fomente el desarrollo personal y organizacional.
Los centros de formación tienen la responsabilidad de crear espacios de enseñanza- aprendizaje bidireccionales, donde la formación impartida sea transformadora, más allá de la mera transmisión de conocimiento.
Y esto implica también hacer una gestión empresarial basada en valores que van más allá de la rentabilidad empresarial o centrar todos los esfuerzos en realizar un curso con el máximo número posible de alumnos.
Valores como la autorresponsabilidad, la igualdad, la solidaridad, la honestidad, la transparencia y la responsabilidad social tienen que ser valores presentes en la gestión de los centros educativos y estos a su vez los deben trasladar a las acciones formativas, para que realmente la formación sirva para el desarrollo de la persona y de las organizaciones.
Si hay que formar a las personas tenemos el reto de tener en cuenta aquellos valores que caracterizan al ser humano y ser capaces, como gestores, de trasladarlos y asegurarlos en todas las dimensiones del proceso de formación.
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