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El centro educativo, reflejo y sustento de la pluralidad religiosa

Artículo de opinión


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Estela Ruiz Pérez. Aspirante al cuerpo de maestros de Educación Infantil (Navarra)
En los últimos años, se ha producido en España una entrada masiva de personas procedentes de todos los continentes y países, con diversas costumbres, ideologías y religiones. Es circunstancia de actualidad, también, la pluralidad de opciones religiosas que la sociedad española escoge para guiar su vida, dada la libertad y aconfesionalidad de la que hoy goza, frente al autoritarismo y homogénea moral que hubo en épocas anteriores.

Entre los inmigrantes y las personas que optan por creer en otras religiones que no sea la católica, así como aquellas que no creen en ninguna, se encuentran muchos niños y niñas en edad escolar. Ante esta diversidad, sus centros educativos correspondientes han de dar respuesta buscando su integración con el resto de la sociedad compuesta, a su vez, por otras tantas personas con distintas formas de pensar, vivir y sentir.

La actuación debe fundamentarse en una responsabilidad compartida por toda la comunidad educativa, de la que forman parte el equipo docente, el alumnado, las familias y la sociedad en general.

Los maestros/as y profesores/as del centro deben comprometerse a desarrollar todas las estrategias y medidas didácticas y organizativas, a fin de todos los alumnos/as se sientan identificados con su escuela. Esto incluye la decoración, los signos, las fiestas, las canciones, disfraces, etc. No se puede buscar que las minorías se adapten a la mayoría, sino que cada uno de los niños/as ha de aportar sus peculiaridades, sus saberes y ponerlos al servicio del resto de compañeros/as, docentes y familias. Como ejemplo ilustrativo, nombraré la época navideña. Dado su origen bíblico, es costumbre construir en todos los colegios un "nacimiento de Jesús” con figuritas, incluso formado por los propios alumnos/as, que se hable de los "Reyes Magos”, o que se coloquen estrellas de todos los colores y tamaños en las ventanas y pasillos, representando la estrella fugaz que marcaba el camino hacia el portal donde nació "el niño Jesús”.

Hay que procurar que aquella persona a la que estas fiestas no le trasmitan ningún sentimiento, bien porque no es cristiano, o porque pertenece a otra religión cuyos principios se contradicen con esta idea, no se sienta fuera de lugar. Para ello, debe entender el conocimiento de nuevas costumbres como enriquecimiento cultural y personal. Pero, además, el centro debe promover que estas personas también puedan vivir las épocas importantes de su religión, o de su vida, compartiéndolas con los demás, mostrándoles las canciones, los disfraces, la gastronomía, y todo tipo de elementos culturales típicos de ese acontecimiento.

Para que se dé este intercambio de conocimientos es imprescindible la colaboración de las familias. Por una parte, tienen el cometido de transmitir a sus hijos/nietos/sobrinos… una buena disposición hacia las iniciativas del centro en este ámbito y, por otro lado, son las responsables de ayudar a sus pequeños/as a preparar los materiales y las actividades para mostrar a los demás.

La sociedad también puede aportar su granito de arena. Hoy en día, es difícil encontrar una ciudad, o una población, en la que no haya un comercio de personas extranjeras, una ermita, un hogar donde se tengan costumbres diferentes al resto, y un sinfín de lugares que los alumnos/as puedan visitar para su investigación.

En suma, la intervención educativa en los centros educativos ha de basarse en posibilitar que todas las maneras de pensar y de ser tengan cabida, sean respetadas y sirvan como complemento curricular, como contenidos referidos a la vida misma, desde y para la que hay que educar.
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